Distintas organizaciones del campo y la ciudad realizarán acciones del 16 al 20 de agosto con eje en un “Panazo nacional” contra el trigo transgénico HB4. Se trata de un organismo genéticamente modificado para resistir a la sequía, cuyas semillas fueron desarrolladas por la tecnológica Bioceres en conjunto con la Universidad Nacional del Litoral y con el Instituto de Agrobiotecnología Rosario (Indear).
Hasta este sábado se habían confirmado cuatro actividades para la semana del Panazo, pero estaban en preparación varias más. Las ya previstas son:
• Baradero: lunes 16 de Agosto en la Feria Mercado Raíz de 11 a 17, donde habrá 2 molinos para moler trigo agroecológico cosechado en la zona y se compartirán panificados.
• Buenos Aires: martes 17 de agosto a las 12 en la Plaza de Mayo, para compartir trigos agroecológicos, panes artesanales, tortas fritas.
• Tandil: viernes 20 a las 16 en la plaza Independencia, para compartir semillas, arte y panes de harina de trigo agroecológico.
• Santa Fe: viernes 20 a las 16, en lugar a confirmar, para compartir trigos campesinos sin agrotóxicos, pan artesanal y feria campesina.
Y en Rosario la protesta se hará este martes 17 a las 12 en la plaza San Martín, “para compartir trigos agroecológicos, panes artesanales y chapatis” en un acto convocado por “decenas de organizaciones y asambleas socioambientales, gremios, instituciones, partidos políticos, profesionales de la «ciencia digna», vecinas y vecinos.
Único en el mundo
El trigo (triticum) fue una de las primeras semillas en ser cultivadas por la humanidad. Son alrededor de 25 especies, y surgieron de la antigua Mesopotamia: las evidencias arqueológicas más antiguas del cultivo de trigo vienen de Siria, Jordania, Turquía, Palestina e Irak, y datan de unos 8 mil años atrás. Según la enciclopedia virtual Wikipedia, se han encontrado restos carbonizados de granos de trigo almidonero (triticum dicoccoides) y huellas de granos en barro cocido en Jarmo (norte de Irak), que datan del año 6700 antes de Cristo. Se ha diseminado por todo el planeta y junto al maíz americano y al arroz asiático conforman las tres semillas más producidas en la actualidad, unos 650-685 millones toneladas al año, más del doble de la producción global de soja.
Pero, a diferencia de los demás, no se está produciendo trigo transgénico. En los primeros días de octubre de 2020 se dio a conocer la aprobación por parte del gobierno nacional del denominado HB4: Argentina se convertía, así, en el primer país en el mundo en darle el visto bueno al trigo genéticamente modificado.
De inmediato se levantó la polvareda: un reconocido ingeniero agrónomo del Inta (Estación Balcarce), Pablo Abbate, destacó que muchos países no habían aprobado la comercialización de los trigos transgénicos porque, “a pesar de estar comprobado que no altera la salud humana ni animal, muchas personas se oponen a su difusión”.
Y antes de que terminara octubre del año pasado más de un millar de científicos del Conicet y docentes e investigadores de 30 universidades públicas nacionales se habían expresado en rechazo al trigo HB4: “Esta autorización remite a un modelo de agronegocio que se ha demostrado nocivo en términos ambientales y sociales, causante principal de las pérdidas de biodiversidad, que no resuelve los problemas de la alimentación y que amenaza además la salud de nuestro pueblo confrontando la seguridad y la soberanía alimentaria”, decía el texto al que adhirieron en forma masiva y que se cursó como carta abierta al gobierno nacional.
Alerta veneno
En la carta abierta, los científicos cuestionan el uso masivo de agrotóxicos del actual modelo agropecuario, pero además precisaron que el glufosinato de amonio, que conforma el “paquete tecnológico” con el trigo HB4 “es un herbicida 15 veces más tóxico que el glifosato, ampliamente cuestionado y prohibido en muchos países por su toxicidad aguda y sus efectos neurotóxicos, genotóxicos y alteradores de la colinesterasa”, que es una enzima que ayuda al sistema nervioso a funcionar. “El compuesto es letal para organismos que contribuyen naturalmente a mantener la dinámica de los agroecosistemas, deteriora enormemente la calidad del agua dulce acelerando procesos de eutrofización y penetra hacia napas subterráneas”, advirtieron con gravedad los científicos
En contrapartida, sólo la bioquímica Raquel Chan, creadora del HB4 y sólo un puñado de investigadores defendieron la aprobación, expresada la resolución 41/2020, que se publicó en el Boletín Oficial el pasado 9 de octubre.
Ahora, la respuesta es una protesta a escala nacional a toda masa: “Esto sucederá en Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos, entre otros puntos del país. Llevamos un cuarto de siglo destruyendo los territorios con el paquete tecnológico (siembra directa, soja transgénica, agrotóxicos) dejando como resultado desocupación, enfermedad y muerte. Hoy no podemos permitir que los intereses se negocien a costa de la salud y la necesidad de los pueblos”, advirtió la Multisectorial Paren de Fumigarnos, una de las redes que convocan al Panazo, que también se extenderá en “tortafritazos”, con actividades artísticas presenciales y virtuales.
Y, con la consigna “Con nuestro pan no”, a la movida también se sumó la Asamblea de Vecin@s Autoconvocad@s “La 18”, que reúne a residentes de las localidades que están sobre esa vía y que reclama el alejamiento de las fumigaciones de las poblaciones y escuelas rurales, y la creación por ley de un colchón agroecológico alrededor de las zonas habitadas.
“Desde nuestra asamblea nos sumamos al rechazo del trigo transgénico con las distintas organizaciones ambientales, sindicatos, asambleas y vecinas y vecinos de pueblos fumigados”, se expresó La 18.