Daiana usaba silla de ruedas cuando la invitaron a un debate sobre cine. El lugar era un primer piso al que sólo se llegaba por escaleras. Daiana miró la entrada y sintió impotencia. Se dio cuenta de cómo la sociedad le ponía barreras a su nueva corporalidad. Ya no podía ir a los bares que tanto le gustaban sin antes pensar si había escalones en el ingreso o si tenía baños accesibles. Después del botellazo en la cabeza que recibió en la puerta del bar La Chamuyera empezó a ver lo que antes no veía. Vivía en una ciudad creada desde un modelo capacitista que obliga a las personas a encajar en un molde hegemónico de normalidad. Tenía que romper prejuicios y aprender de las miradas que recaían sobre ella. Había sido criada en una sociedad donde la discapacidad era algo lastimoso, algo para ocultar. Pero su cara y su nombre estaban en todos los portales de noticias y por la calle la señalaban como “la chica del botellazo”. Aprovechó esa visibilidad y denunció todas las barreras con las que se encontraba. El activismo desde el orgullo disca resultó un refugio para repensar su identidad y concebir su cuerpo como un espacio de resistencia y lucha desde el que hoy se consagra como una renga orgullosa.
“Atravesé procesos difíciles de dolor, angustia, enojo. Fue un golpe duro porque sentí que pasé a vivir en otro mundo. Me di cuenta de que había sido criada en una sociedad capacitista y normativista, y que tenía muchos prejuicios que romper. Crecí creyendo que la discapacidad era una identidad que nadie quería habitar y era una desgracia. En ese camino de búsqueda, gracias al activismo, pude repensarme y construirme”, contó Daiana Travesani.
Cada vez que la invitan a algún lugar, Daiana tiene que repetir las mismas preguntas: dónde queda el baño, cómo es la entrada, si hay rampas. “La trayectoria de una persona con discapacidad expone la estructura capacitista del sistema en que vivimos, el cual oprime a las personas con discapacidad y deja en evidencia que esa vulneración es colectiva y un hecho político. Muchas personas optan por no salir. No todas las líneas de colectivos son accesibles y los taxis te llevan sólo si tu silla se pliega, de lo contrario hay que buscar otro tipo de transporte más costoso que no se consigue en la calle o a través de una aplicación. Cansa reclamar por lo que no se cumple y siempre queda en la responsabilidad de las personas con discapacidad”, explicó.
A partir de la visibilidad que tomó su caso empezaron a convocarla de otros espacios de militancia. Conoció a otras personas con discapacidad y en 2019 refundaron el Movimiento por la Vida Autónoma de las Personas con Discapacidad, Movida Rosario. En paralelo, surgía en Buenos Aires Orgullo Disca, un espacio que reivindica la identidad hacia la sociedad. Había nacido a partir de un grupo de Whatsapp para organizar la columna disca que iba a participar en la Marcha del Orgullo del 9 de noviembre de 2019 y fue inspirado en la consigna del colectivo LGTBIQ+. Daiana se acercó tras la invitación de una compañera durante el 34° Encuentro Nacional de Mujeres de La Plata (hoy Plurinacional y de mujeres, lesbianas, travestis, trans, bisexuales, no binaries), en 2019. Al año siguiente, se sumó a Orgullo Disca.
“Era una renga nueva, tenía sed de indagar en mi identidad y conocer un grupo joven me permitió compartir vivencias como meterte en Tinder, ir a un boliche, a la Universidad, iniciar una búsqueda laboral. Es un grupo de pertenencia. Lo que más me gustó es que no estaba posicionado desde un lugar lastimoso, sino que rompía con el pensamiento de vergüenza y subjetivación negativa que hay sobre la identidad disca”, contó.
En julio se conmemoró el mes del Orgullo Disca para celebrar la aprobación de la ley de estadounidenses con discapacidad en 1990, que promovía condiciones de accesibilidad. En 2004 se hizo en Chicago la primera marcha llamada Disability Pride, que se replicó en otras ciudades. Sus antecedentes son los movimientos Black Pride y Orgullo LGTBIQ+.
“Surge por la lucha de diferentes colectivos de personas con discapacidad para empoderar su identidad alejándose del pensamiento lastimoso. Busca correrse de la concepción paternalista y se posiciona como una reivindicación. Entiende a las corporalidades como el principal espacio de lucha que permite habilitar una identidad que ha sido relegada a una invalidación porque se la pensaba desde un modelo médico rehabilitador. Busca instalar que la discapacidad es una construcción social y requiere de cambios socioculturales infraestructurales que garanticen la accesibilidad plena”, explicó.
El Orgullo Disca no esconde, muestra. No se avergüenza, se enorgullece. No da lástima, se jacta. No es una diferencia individual, es una construcción colectiva. No es el rasgo, es la interacción con las barreras del entorno.
“Es buscar una rebelión de los cuerpos e identidades desde el orgullo para correrla de la mirada negativa. Es tomar la identidad disca y convertirla en resistencia política y social. Es sostenernos en redes afectivas en esta sociedad que nos ha condenado a espacios privados y solitarios. Es también un privilegio porque no todas las personas pueden acceder ya que desconocen que tienen este camino como opción”, agregó.
Identidad disca
Soledad Gelvez es la presidenta del Movimiento Mirame Bien y de la Federación Argentina de Instituciones de Ciegos y Amblíopes (Faica) que nuclea a más de 25 organizaciones de personas con discapacidad visual de todo el país. Tiene 32 años, nació en San Justo, vive en Santo Tomé, y junto con Daiana integra Orgullo Disca. Su militancia comenzó cuando terminó de cursar la carrera de Psicología en Paraná. Se había acercado a los feminismos y encontró un nexo entre el Orgullo Disca y el LGTBIQ+. “Empecé a ver a la discapacidad como una bandera de lucha y no un problema que esconder o lamentar. No tengo por qué desear cambiar algo en mí, sino reivindicar desde un lugar de orgullo que el problema son las barreras y no soy yo. El orgullo no pretende el borramiento de esa diferencia sino que le exige a la sociedad que elimine las barreras. Busca recuperar el rasgo con el que se nos ha identificado negativamente para volverlo positivo”, explicó.
La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad habla de la interacción entre las personas con deficiencias físicas, intelectuales o psicosociales con las barreras de los entornos físicas, comunicacionales y actitudinales que evitan su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás. “A las personas con discapacidad nos ha costado caminar las calles y ocupar espacios de participación. No se espera que salgamos y, cuando lo hacemos, se toma como un ejemplo individual y admirable, aunque sólo vayas al supermercado. El orgullo apunta a que el entorno nos dé oportunidades reales de participación, accesibilidad física, en comunicaciones y en actitudes. Nos permite pensar en clave colectiva las responsabilidades y los cambios que necesitamos”, señaló.
Femidiscas
El Orgullo Disca retoma la lucha por los derechos y la visibilización de los feminismos y el colectivo LGTBIQ+. En Latinoamérica nace casi en simultáneo con el movimiento Ni Una Menos y el estallido de los feminismos en la agenda diaria. Recupera la potencia de la diversidad y discute los privilegios de las corporalidades hegemónicas.
“Los feminismos y transfeminismos fueron allanando los caminos para repensar las corporalidades y las identidades: romper con el normativismo, reivindicar los derechos y las identidades negadas e invisibilizadas. La interseccionalidad nos demuestra cómo operan las desigualdades sociales por la posible existencia de entrecruzadas formas de opresión que dejan al descubierto los privilegios de ciertos sectores frente a otros”, expresó Daiana.
Sin embargo, desde el Orgullo Disca señalaron que aún falta una deconstrucción en el capacitismo y una mirada transversal entre el género y la discapacidad. “Aún se reproduce mucho paternalismo y romanticismo dentro de los movimientos cuando se trata de la discapacidad. Tenemos que repensar nuestras prácticas, costumbres y hábitos porque quizás estén invisibilizando o violentando a otros colectivos e identidades”, opinó.
Consignas como “la lucha se gana en las calles”, “hay que poner el cuerpo”, eventos en lugares no accesibles y la falta de registro de mujeres y disidencias con discapacidad en las estadísticas de femicidios y travesticidios son ejemplos que retoman desde el Orgullo Disca para invitar a repensar una mirada transversal entre género y discapacidad.
“Luchamos tanto para que se nos reconozca como personas con discapacidad que se borró el género. Los feminismos nos han dado la posibilidad de visibilizarnos pero las mujeres y disidencias con discapacidad seguimos estando aparte. Se suele pensar el género y la discapacidad por separado sin una mirada transversal que entienda que las violencias que se pueden dar por género y discapacidad están combinadas y es un doble factor de opresión”, explicó Soledad.
Para la militante de Faica hay tres ejes principales que necesitan ser abordados: el trabajo interseccional y transversal sobre la violencia por motivos de género y discapacidad; abordajes apropiados para el acceso a la Justicia que no revictimice y tenga condiciones de accesibilidad; y participación política para que más mujeres y disidencias con discapacidad ocupen lugares en la toma de decisiones.
Resistencia y lucha
Juan Cruz Bandini nació en Venado Tuerto y dedicó su vida al deporte. Jugó de forma profesional al fútbol en varias ciudades del mundo hasta los 16 años cuando, de regreso al país para tramitar la ciudadanía europea, sufrió un accidente automovilístico que le fracturó la 6° y 7° vértebra cervical. Seis meses más tarde, y tras entender las lesiones de su cuerpo, se anotó en un nuevo deporte. Empezó ciclismo, pero extrañaba el juego grupal por lo que probó con el rugby en sillas de ruedas, donde encontró una nueva pasión. No sólo le permitió seguir entrenando sino que conoció a un grupo de personas con la misma discapacidad de quienes aprendió a hacer actividades de forma individual en ciudades que no cuentan con accesibilidad. Hoy tiene 28 años, integra la selección nacional de quad rugby y entrena a diario con su equipo para participar de los próximos juegos Parapanamericanos de Chile 2023.
“Después del accidente fue raro conocer el mundo por segunda vez, renacer con memoria en otro cuerpo donde tenés que aprender a hacer todo de nuevo. Mi entorno fue muy favorable y yo tuve perseverancia. Nunca caí en la mirada social que muchas veces encierra a la gente. En Venado Tuerto fui la primera visión de una persona en silla de ruedas que se movilizaba con sus propios medios. Aprendí a bajar los cordones de las veredas en esquinas sin rampas para que las limitaciones de la infraestructura no me encerraran”, dijo a La Cazadora.
Seis meses después del accidente que derivó en una cuadriplejía, Juan Cruz conocía todos los deportes que podía hacer con su nuevo cuerpo. En 2014, con 20 años, se mudó a Buenos Aires y se anotó en quad rugby donde encontró a personas con su misma discapacidad que manejaban autos y vivían solos.
“Me contaron sus experiencias y me enseñaron a vestirme, a atarme los cordones o a ir al baño solo. Fui viendo las distintas formas de hacerlo con los distintos cuerpos y posibilidades de cada uno. Entre todas las experiencias creas una forma propia”, contó.
Juan Cruz aseguró que nunca le afectó la mirada social sobre su discapacidad, pero que sintió dolor frente a manifestaciones de lástima o infantilización. “Escuchar que me digan «qué lindo chico, lástima que está en silla de ruedas» o a personas sorprenderse porque tengo novia me enoja. La gente peca porque es ignorante. Apelo a la educación infantil para cambiar las nuevas mentes. Siempre me gustó colaborar con la militancia disca aunque no desde atrás de una bandera. Ahora se marcha por nuestros derechos, pero no significa que seamos escuchados”, concluyó.