Gustavo Grazioli / Especial para El Ciudadano
“Arte y deporte socialista”, así describió Osvaldo Bayer al fútbol. Una conclusión a la que arribó después de la sesuda investigación que hizo para la película – posterior libro – Fútbol argentino que se estrenó a principios de los 90’. Ese trabajo fue la semilla que desentrañó la historia de clubes de origen anarquista y barrios suburbanos. “No es otro Bayer éste del fútbol; es el mismo que ha comprometido su vida y su obra para que los argentinos conozcan la verdadera historia, tan ajetreada y deformada”, escribe Osvaldo Soriano en el prólogo. A partir de esa publicación, algunos datos se volvieron cruciales para entender el espíritu combativo de un juego netamente colectivo, donde los negocios y la publicidad todavía no tenían cabida.
“Los anarquistas que defendían al fútbol tenían una definición muy bien hecha: “El fútbol es el juego socialista. Todos jugando en conjunto para al final llegar al gol, que es el triunfo, que es la revolución”. No es una cosa individualista, se consigue colectivamente, ¿no? “En el fútbol se aprende a ser solidario”, decían. “No se puede jugar solo; cuando el otro está en mejor posición, hay que pasarle la pelota”. La cosa de formar equipo: nadie sobresalir sino sentirse todos iguales”, explicó Bayer en una entrevista de 2003 al diario Página/12.
En su guion para la película Fútbol argentino, apareció que en La Paternal el reconocido Argentinos Juniors antes de tener ese nombre, se llamó “Mártires de Chicago” en homenaje a los obreros ahorcados en Estados Unidos que lucharon por la jornada de ocho horas de trabajo. Se supo que el bautismo del club El Porvenir también estuvo en mano de utopistas, o que Chacarita Juniors nació en una biblioteca libertaria precisamente un primero de mayo – día del trabajador – de 1906.
“El fútbol es un magnífico cuento de magos, volatineros, malabaristas y hasta clowns. De titiriteros de gran proscenio. Un teatro inigualable para niños y grandes, y para niños grandes. Un encuentro humano con alegrías y lágrimas, con ruidos y espantos. El circo de la gente pobre, la misa de campaña de los solitarios que quieren sentirse acompañados por una vez. Es la humanidad en el pequeñísimo cosmos de un cuadrilátero verde”, fue otras de las lúcidas descripciones que hizo de este deporte en ese libro.
Bayer se vinculó con el futbol desde niño y nunca ocultó su pasión por Rosario Central. “Central me gustaba mucho, me divertía porque los rosarinos por entonces jugaban caminando, al lado del vértigo que le ponían los porteños al juego. Los rosarinos eran más elegantes. Y a mí esa tranquilidad siempre me gustó, porque vengo de una ciudad en la que todavía se duerme la siesta, lo más lindo que hay”, confesó hace años a la extinta revista Un Caño.
En sus años de juventud, afincado en el barrio de Belgrano, intentó jugar a la pelota, aunque siempre reconoció no ser muy bueno. “Yo quería jugar al fútbol porque me interesaba mucho. Pero había una diferencia. Mi barrio, Belgrano C, era un barrio de alemanes y los criollos no querían saber nada con los alemanes. Y no me daban pelota. Yo tenía unas ganas de agarrarme a trompadas… Para hacerme el simpático me aprendía los equipos de memoria, buscaba un recurso intelectual para que me dieran cabida. Les decía: “¿Saben cómo forma tal equipo?” Y los pibes decían: “Uy, de nuevo este tipo acá”. Un fracaso total…”, se sinceró en esa misma entrevista de 2003.
El vindicador del pueblo
El compromiso de Bayer con los hechos marginados de la historia oficial nunca se torció y amplió su conocimiento para luego compartirlo con la comunidad. Dedicó su vida a escribir e investigar lo que nadie quería contar. Por ejemplo, de un deporte tan popular como el fútbol. “Aprendí a conocer más la sociedad y a lamentar más el sistema, el capitalismo. Eso de hacer que los clubes sean gobernados por empresarios, cuando debieran ser cooperativas y los dirigentes jugadores retirados, ya viejos, para que uno los pudiera ver siempre; una cosa absolutamente voluntaria y sin ningún interés comercial”, explicó años después de su investigación para el guion cinematográfico.
Acción y pensamiento, eso fue lo que pintó de cuerpo entero a Bayer, entre otras cosas, además de su consecuencia – porque nunca se dejó tentar por ningún partido político – lo que le valió unos cuantos enemigos, más de los que creyó. Su trabajo sobre la matanza y la virulenta represión que sufrieron los obreros de La Patagonia durante las huelgas de 1921 fue un aporte indispensable para recuperar la identidad de los trabajadores que supieron levantar la bandera de los desposeídos, a pesar de la persecución y presión aristócrata del momento.
El 24 de marzo de 2023, en el marco del Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, y a 40 años de democracia ininterrumpida en Argentina, a la vera de la Ruta Nacional 3, en el puesto policial Güer Aike a 27 km al norte de Río Gallegos, se inauguró un monumento para homenajear a Bayer, su obra y lo que significó sacar del anonimato a esos obreros de la región patagónica, fusilados y enterrados en el silencio y la complicidad. “Bienvenidx, usted está ingresando a la tierra de la Patagonia Rebelde”, decía la inscripción del cartel que acompañaba la obra.
Hace unos días, Dirección de Vialidad Nacional de la provincia fue con una retroexcavadora a destruir y sacar el monumento. El argumento fue que era parte de un plan de seguridad y obras viales, pero el posteo en X de José Luís Espert no pareció transmitir lo mismo. “Bayer se la pasó puteando al prócer de Julio A. Roca, gracias al cual la Patagonia es argentina. Mirá cómo terminó el monumento a Osvaldito, volado de un plumazo de Santa Cruz. Todo vuelve. Éxtasis”, escribió el diputado de La Libertad Avanza.
El repudio obligó las disculpas de Vialidad Nacional y devolvieron el monumento al gobierno provincial. Ahora está a resguardo del Centro Cultural Santa Cruz, quienes planifican su restauración y nuevo emplazamiento. Estos hechos pusieron a Bayer en el centro de la atención y su obra volvió a ser recordada, en medio de un contexto que solo pretende soterrar hechos históricos, silenciar voces disidentes y borrar la memoria.