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Otra vez la mano en la trampa: receta neoliberal y endeudamiento

Como ocurrió con José Alfredo Martínez de Hoz y la dictadura militar de 1976-1983, y luego con Domingo Cavallo y Carlos Menem en los años 90, Mauricio Macri y el mejor gabinete de los últimos 50 años dejaron al país atado al FMI y comprometido con plazos y cifras impagables

Osvaldo Pellin (*)

Se suele decir que la Argentina tropieza habitualmente dos veces con la misma piedra, refiriéndose sobre todo al endeudamiento.

Hay una asociación entre la adopción de políticas neoliberales y el hecho de subestimar el endeudamiento con el que casi siempre se acompaña esas políticas, hasta contraer deudas impagables.

Así ocurrió con José Alfredo Martínez de Hoz y la dictadura militar 1976-1983, luego con Domingo Cavallo y Carlos Menem en los años 90 y últimamente con Mauricio Macri y el mejor gabinete de los últimos 50 años, del que pueden mencionarse a varios de sus economistas, como Alfonso Prat Gay, Carlos Melconian, Nicolás Dujovne y compañía.

El síndrome que lleva al default está integrado por agotamiento de reservas del Banco Central, corte del crédito internacional, desempleo, recesión, inflación cercana a la hiperinflación y quebrantos múltiples de las pequeñas y medianas empresas, crisis estructural del sector externo y fuga de capitales.

Un calco de lo enumerado será el paquete que herede Alberto Fernández para el período 2019-2023.

Cabe preguntarse cómo es que los electores no han aprendido la trampa que encierra esa receta. Estuvo escrita en el Consenso de Washington y siempre fue exigida sin variantes desde los años 80 hasta nuestros días en los acuerdos stand-by firmados con el Fondo Monetario Internacional.

La receta del ajuste recesivo es a costa de las carencias que origina en el mercado interno para que queden saldos en la balanza comercial, a fin de pagar la deuda. La ecuación puede terminar, como ya ha pasado, en una rebelión popular, en la renuncia de las autoridades o en un default del país por no poder juntar los recursos que le permitan cancelar sus obligaciones ante los acreedores.

Néstor Kirchner, aprovechando la alta cotización del mercado de oleaginosas en la década del 2000, supo guardar y renegociar la deuda. Esa política fue continuada luego por Cristina Fernández. Así se logró acordar con el 93% de los acreedores, pagarle al Club de París y cancelar lo que se le debía al FMI. Algo insólito en nuestra historia, no debidamente valorado por quienes lo sucedieron.

Por lo contrario, se decía entonces tanto por izquierda como por derecha que para qué pagar, si era mejor seguir endeudándose, ya que las tasas de interés eran bajas en el mercado de capitales. Por un lado se preguntaban por qué pagar al contado y por otro, en cuanto fueron gobierno, les pagaron al contado y por demás a los fondos buitre. Contradicciones flagrantes que la prensa supo disimular.

Volviendo a la vieja piedra con la que se tropieza, siempre presente en el camino de los funcionarios neoliberales del actual gobierno desde Prat Gay en adelante, se contrajo una deuda cuantiosa que hoy ata las manos al nuevo gobierno, como a comienzos de la etapa democrática lo hizo con el gobierno de Raúl Alfonsín. El pago de los intereses obligará a contraer nuevos empréstitos, si es que se consigue liquidez en el mercado financiero para un país que por lo menos está en estado de insolvencia. O en su defecto reprogramar los vencimientos. O lo peor: ajustar contra la voluntad política del gobierno popular. Mientras dure nuestra insolvencia, habrá presiones para someterse a lo que impongan las instituciones financieras internacionales manejadas desde la metrópoli imperial.

¿Quiénes fueron los responsables? Alguna vez fueron Cavallo y los gobiernos militares, y luego con Fernando de la Rúa. Ahora, sin dudarlo, Macri y los antiguos funcionarios del Deutsche Bank y otras entidades bancarias encaramados en el gobierno, endeudando impunemente y en cuanto las papas quemaban yéndose a sus casas blindadas por el silencio mediático y la desinformación.

Cabe preguntarse cuánto tiempo insumirá controlar la presión de la deuda, o cómo y en base a cuáles recursos la Argentina podrá acrecentar sus exportaciones.

¿Acaso Vaca Muerta, como antes fue la soja, será la llave para mejorar nuestra balanza comercial? Acá la cuestión es que hablamos de recursos no renovables y altamente contaminantes, lo cual podría suponer conflictos políticos. No obstante, no se la puede dejar de tomar en cuenta como una alternativa para el alivio de las cuentas públicas.

Así estamos hoy: a punto de caernos. Esta gente soberbia e irresponsable mira desde afuera cómo la sociedad argentina volverá a hacer el sacrificio de pagar, postergando una vez más la satisfacción de sus múltiples carencias, mientras ellos, quizás negando su nacionalidad, hablando en spanglish, pasearán por el mundo dictando conferencias sobre el por qué, una vez más, ocurrió el fracaso de la experiencia neoliberal en la Argentina.

 

(*) Médico. Ex diputado nacional por el Movimiento Popular Neuquino, afiliado después al Partido Socialista y colaborador de Guillermo Estévez Boero. De vaconfirma.com.ar

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