Otra vez un empate sobre el final. Otra vez bronca. Newell’s no supo aprovechar un regalo que le dio el partido, se confió en su poderío defensivo y Platense igualó con un golazo. Castigo para la Lepra, que sigue líder del torneo pero dejó escapar dos puntos por mezquino o por pensar que es invulnerable, y está claro que eso no siempre sucede.
En el fútbol no es una ciencia exacta, lejos está de serlo. Estudiar al rival, preparar la táctica más efectiva, poner en cancha la mejor alineación de acuerdo a las características del partido. Todas estas variables son válidas. Pero existen los imponderables, esos que no se pueden prever. Y en Vicente López enseguida se observó que había un protagonista que ninguno de los dos equipos había tenido en cuenta: el estado del campo de juego.
Mojado como si hubiera llovido toda la noche, no empantanado, por el contrario, rápido, como para que el pique de la pelota volara como un F1. Y en ese contexto, Platense pareció adaptarse más rápido. Lo que hizo pensar que no se trataba de una casualidad sino de una idea de De Felippe, mojar la cancha demás para incomodar al rival.
A Newell’s le costó hacer pie. Y no sólo por jugar con tapones bajos. El local apretó la salida, no lo dejó acomodarse, mucho menos pensar. Y por un rato lo arrinconó contra el área de Macagno. No fue un rato, pasaron 20 minutos de asfixia y resbalones. Ahí aparecieron Lema, Velázquez y Ditta para poner un freno y desbaratar los intentos apurados del rival.
Newell’s, de a poco, se fue acostumbrando al campo de juego. Sforza se plantó más adelante y fue aduana de cada ataque. Cuidó la pelota, entendiendo que el vértigo que siempre impone la Lepra para jugar en este contexto de cancha rápida era contraproducente. Posesión y prolijidad para pasar la pelota, aunque muchas veces fuera hacia atrás, como no le gusta a Sanguinetti.
Platense desenchufado por Newell’s se perdió. Y la Lepra se fue haciendo amigo del partido, aunque sin meterse al área rival.
Pero este Newell’s está iluminado. A veces es mérito propio, otras veces aprovecha los focos de otros. Y ahí apareció un imponderable. Pignani cedió el balón hacia su arquero, sin riesgos. Sordo corrió para obligar a un despeje, aunque más por envión que por convicción. Y cuando todos esperaban el despeje de Ledesma, un mal pique y una postura confiada del arquero provocó una fatalidad. Gol en contra, sí, increíble, inesperado, pero válido. Sin patear al arco Newell’s se fue al vestuario ganador.
La Lepra no supo aprovechar el momento anímico que le regaló el partido. Retrocedió demasiado, como contra Patronato. Y se refugió en la seguridad de su defensa, que falla poco, pero últimamente trabaja demasiado. Y se expone.
Los cambios otra vez no funcionaron. Y ahí es donde quedó claro que las ausencias deterioraron las alternativas que podía disponer Sanguinetti. Reasco entró livianito, aunque tuvo el 2-0 y se lo tapó Ledesma. Y poner a Mansilla para terminar con cuatro zagueros pareció demasiado mezquino. Y el partido castigó a Sanguinetti por esa actitud.
Un zapatazo de Villalba perforó el ángulo y la victoria que estaba a pocos minutos de consumarse se esfumó. Y la bronca fue inevitable. Newell’s tenía todo para ganar, pero otra vez pecó de confianza. Y lo pagó caro. Aunque siga arriba de todos en la tabla.