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Otro serio incidente puso al límite relación Nación-provincia

El motivo era más que justificado: el personal de ceremonial de Casa Rosada que vino a San Lorenzo sólo contemplaba que hablaran Macri y el intendente Leonardo Raimundo y se negó a incluir a Miguel Lifschitz.

La relación entre Nación y Santa Fe sufrió otra seria crisis hace 8 días en oportunidad de la organización del acto que conmemora el combate de San Lorenzo, al punto que la noche anterior el gobierno provincial había decidido dar de baja el acto y desentenderse de la visita presidencial. El motivo era más que justificado: el personal de ceremonial de Casa Rosada que vino a San Lorenzo sólo contemplaba que hablaran Macri y el intendente Leonardo Raimundo y se negó a incluir a Miguel Lifschitz.

La insólita propuesta dejaba al anfitrión radical en un lugar más que incómodo, pero al gobernador en un lugar imposible.

Al caer la tarde del sábado, las conversaciones entre las responsables de ceremonial de uno y otro gobierno terminaron a los gritos. A esa altura la tradicional carga de caballería que cada 3 de febrero recrean los Granaderos, quedaría como una anécdota al lado de la descarnada batalla entre socialistas y el PRO antes de subir al palco.

Sin acuerdo posible, frustrados los intentos de los aliados sanlorencinos de explicar que era ilógico que el gobernador estuviera de aplaudidor de los discursos de presidente y con las “chicas porteñas” en una posición irreductible, la única opción que quedaba era una intervención al más alto nivel.

Teléfono descompuesto

El sábado a las diez de la noche en la Casa Rosada sólo tenían una versión de las cosas.

“¿Cómo es esto de que el gobernador amenaza con desconvocar al acto y desconocer la presencia del presidente?”, preguntaban cerca del despacho mayor. Cercado por el pronóstico del tiempo que amenazaba con lluvia por un lado, y por el huracán político que se avecinaba por el otro, fue el intendente Raimundo (radical miembro del Frente Progresista pero también de Cambiemos) quien telefónicamente informó lo que estaba ocurriendo. Ofreció subordinar el orden del acto a las necesidades presidenciales en caso de que el problema fuera de tiempos.

Anoticiado el secretario de la Presidencia Fernando De Andreis, entendió de inmediato que no era una opción silenciar al gobernador, pidió unos minutos y resolvió el problema. Se acordó que hablarían los tres, y se ajustaron los tiempos para que Macri pudiera despedirse en 40 minutos (Presidencia había ofrecido hasta 50).

Segundo conflicto en 60 días

Es el segundo cortocircuito en dos meses que llevan de gobierno las administraciones de Miguel Lifschitz y Mauricio Macri, a pesar de que no son ellos quienes se anotan en la línea de fuego. El primer hecho fue la bizarra persecución a los tres fugados de General Alvear, que derivó en denuncias de complots y acusaciones cruzadas.

La intervención e inmediata solución aportada por el secretario general de la Presidencia despeja la idea de que lo ocurrido en San Lorenzo no fue pergeñado al más alto nivel de Casa Rosada. Según las voces que consultó El Ciudadano, la actitud del personal de Ceremonial estaba a medio camino entre el amateurismo y la intransigencia política intencional. Todos opinaron que hubo una mezcla de las dos cosas.

Al igual que en el caso de la triple fuga, el origen de semejantes cortocircuitos tiene aristas insólitas, casi caricaturescas.

El curso de ambos acontecimientos fortalece la hipótesis de socialistas y parte de la UCR de que hay algún sector en la segunda o tercera línea del gobierno nacional (con una pata santafesina) que apuesta a bombardear las relaciones entre la Casa Gris y la Casa Rosada, generando tensiones similares a las que hubo en tiempos de Cristina Fernández de Kirchner en la presidencia.

Lo que subyace es el tironeo por la UCR santafesina, hoy con un pie en el Frente Progresista y otro en Cambiemos, que en el fondo es la disputa por la provincia entre ambas alianzas. Disputa que tendrá su primer capítulo en las legislativas de 2017, con radicales en una y otra lista, y la final en 2019, donde la figura de José Corral, intendente de Santa Fe y presidente del partido a nivel nacional, se plantea como la figura en condiciones de acumular para sumar Santa Fe a la constelación geográfica amarilla. Esa estrategia por ahora choca con una mayoría de la UCR que maneja otros tiempos y no está dispuesta a dinamitar el Frente Progresista, una construcción de 20 años que con sus defectos y virtudes, errores y contradicciones, nacida como oposición y devenida en gobierno, lleva más de dos décadas andando, lo cual constituye una rareza y a la vez proeza de la política argentina. De hecho, la próxima renovación de autoridades reflejará un escenario de tres tercios, muy lejos del monocolor.

Llegó como se fue

Tampoco termina de quedar claro el motivo por el cual el presidente de la Nación arribó hasta el aeropuerto de Fisherton y se volvió sin ir a San Lorenzo, donde lo aguardaban, además del público y las autoridades municipales y provinciales, el ministro de Defensa Julio Martínez y, por primera vez juntos para la foto con Macri, los jefes de las tres fuerzas armadas de la Nación.

La explicación del mal tiempo no convenció a propios ni extraños, siendo que además del helicóptero, que era la primera opción, tenía disponible una comitiva para trasladarlo por tierra a lo largo de los 20 kilómetros de autopista. En segundo lugar es impensable que la presencia de un grupo minúsculo de militantes hostiles al presidente haya disuadido su participación. Y en caso de que algún sector haya temido que después de los tironeos del día anterior el gobernador se despachara con un discurso picante y reclamos, estaría menospreciando la capacidad del presidente para hacer uso de la última palabra que le reserva el protocolo.

Sin Macri al lado, Lifschitz hizo el discurso que tiene que hacer cualquier gobernador de provincia, exponiendo necesidades de obras y proyectos que requiere Santa Fe, pero sin estridencias. Si fuera por eso hizo más ruido el pasaje en el que declaró la guerra a los ñoquis del Estado, referencia que nadie termina de desentrañar si es un palo a Bonfatti, una advertencia a los gremios antes de la paritaria, o un mínimo guiño al discurso del gobierno nacional.

“¿Pero a cuánto estamos del acto? Si ya vine hasta aquí, ¿por qué no voy a ir?”, le escucharon decir al presidente quienes estaban en el momento en que personal de seguridad de Presidencia sostenía que debía pegar la vuelta. Sin dudas Macri quería estar en San Lorenzo porque de hecho interrumpió sus vacaciones para llegar hasta Rosario.

¿Excesivo celo en el cuidado presidencial, o los mismos que el día anterior quisieron impedir que el gobernador hablara habían encontrado en el mal tiempo la excusa perfecta? Las especulaciones están a la orden día.

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