La reserva natural mendocina de La Payunia fue postulada para ser patrimonio natural de la humanidad, con lo que se sumaría a los cuatro sitios así calificados por la Unesco en la Argentina –el Parque Nacional Los Glaciares, en Santa Cruz; las Cataratas del Iguazú, en Misiones; la península Valdés, en Chubut, y el parque Talampaya-Valle de la Luna, en La Rioja y San Juan–, que además tiene otros tantos que son patrimonio cultural –las Ruinas Jesuíticas, en Misiones; la Cueva de las Manos del río Pinturas, en Santa Cruz, y las estancias y la Manzana Jesuítica, en Córdoba–, uno que es mixto –La Quebrada de Humahuaca– y otro patrimonio intangible –el tango–.
La Payunia contiene el mayor parque volcánico del mundo, con unos 800 conos en 450 mil hectáreas, además de arenales negros, ríos de lava y una laguna salada que es estación de aves migratorias, a 2.200 metros de altura.
En ese extenso desierto de arena y piedras del departamento mendocino de Malargüe, los conos volcánicos afloran hasta el horizonte de sus valles y colinas de origen ferroso, donde predominan el ocre, el rojo y el negro, con el viento como única fuente de sonido.
El lugar no puede ser considerado un Paraíso donde alguien desearía vivir, pero sí se presta para el turismo de aventura, la investigación y el éxtasis ante un paisaje que –siguiendo con las referencias bíblicas– se podría asociar al Génesis, un mundo en nacimiento aún sin presencia humana.
Todo allí es resultado de una intensa actividad volcánica que inundó de lava los amplios y sinuosos valles y de la que quedan cráteres, los farallones basálticos que bordean al río Grande, las Pampas Negras, “bombas” de lava, escoriales y coladas de las erupciones.
Los dos volcanes más altos son el Payún Liso y el Payún Matru, de los que deriva el nombre del lugar, con elevaciones de 3.838 metros y 3.715, respectivamente.
No obstante, la época de las erupciones volcánicas en La Payunia se acabó hace milenios y sus conos están apagados.
El sector incluido en la candidatura a Patrimonio de la Humanidad abarca unos 36 mil kilómetros cuadrados (3.600.000 hectáreas), a más de 500 kilómetros al sur de la capital mendocina, e incluye la laguna de Llancanelo.