Pablo Comas es Alucinaria y viceversa. Acaba de dar a conocer Hambre, su tercer disco de larga duración de su carrera y el primero que decide firmar con nombre y apellido para hacerse cargo de todo lo que allí expresa. Contestatario y problematizando con el mundo actual no se queda en críticas solapadas y miradas costumbristas. No, Comas va más allá plasmando un óleo, como el que la ilustradora porteña Sonia Basch realiza para la tapa del álbum, repleto de imágenes que emanan de su interior y se impregnan en una ciudad, un país y un sistema que aplasta libertades, sueños y protagonismos como una religión.
Es justamente esta palabra la que se repite en las canciones. Porque Hambre es un trabajo que sale a romper con ella y con cualquier condicionamiento que limite al individuo para ser libre. “Estoy hablándote a vos y a tu libertad”, canta hacia el final de “Pecho”, segundo tema del disco donde enumera, como un mantra, una serie de consignas emancipadoras: “Dejar morir para poder vivir” y “no quiero estar anestesiado, ni despertarme sin amor”.
En “Balas” expone que “hay balas para el pobre, balas por un sueldo”, en “Relishock” llama a desobedecer “la ridícula razón que es otra religión”. Grita para despertarse de las simulaciones y de la “sobredosis de seguridad”. Y propone ensuciarse porque, canta: “Sucio el corazón pero vivo de verdad” en “Campeona”. Llega “Cicatriz” envuelto en capas de sonido, y políticamente decidido vocaliza: “Enséñame a ver que se siente hambre”. Y, entre otros temas, concluye con “Koralyn”, otra fuerte crítica para despertar: “Mí caballo se perdió, mi país no se quiere enterar. La basura se sacó y hay un chico que no come bien”, canta y dispara: “Koralyn, Rosario no es un buen lugar para quedarte tanto tiempo sin amar”.
Hambre dice a los gritos, es contestatario y no necesariamente le responde a un otro sino que lo hace, también, en clave personal. Es catártico para Comas y responde a lo que se observa en el desarrollo de su carrera discográfica: en La última rotación del sol, su primer disco, se implica en una suerte de pose que mira lo social desde afuera, como un narrador externo; llega luego Días de Fuerza donde cuenta cosas que le ocurrieron en primera persona y donde aparece un atravesamiento subjetivo de las historias; y ahora, con Hambre, la situación directamente lo conmueve, lo hace sufrir y se hace carne.
“El primer disco es un trabajo más adolescente y craneado. Metafísico en el contenido pero más ficcional. Yo tenía veinte años cuando lo grabé. El segundo es más existencialista y mucho más vivencial y ahí deposité todas las ideas que tenía. Y Hambre es un disco plenamente político”, expresó el propio Pablo Comas en un extenso diálogo con El Ciudadano al tiempo que confió que esa característica comprometida de la obra está vinculada al cambio de nombre del proyecto: de Alucinaria a Pablo Comas.
“Alucinaria lo pensé en su momento –continuó el músico– como un nombre que me permitía explorar la fantasía, diluyéndome en el contenido de la obra, sin aparecer, y jugar a poner esa fantasía hacia el frente. Y ahora hago una primera llegada al cuerpo. Y el cuerpo es algo político, es asumir que hay muerte, el cuerpo muere”.
Hambre arranca justamente con “El fantasista”, una historia de perdida que remite a esa fantasía de auto invisibilizarse que ya no está. “Ponerle mi nombre al proyecto, teniendo un nombre que como marca funcionaba muy bien, era hacerse cargo. No podía decir todo lo que digo acá y pretender usar un seudónimo”, se sinceró el músico rosarino.
“Alucinaria”, como título, le permitía a Comas trabajar en ese limbo entre lo consciente e inconsciente. “Yo me sentía muy cómodo y ese era el problema”, explicó el músico que ya en su anterior trabajo se proponía, como necesidad, salir de la zona de confort para decir, como un gesto.
Durante la entrevista el músico reafirmó que lo que él hace no son discos individuales sino obras vinculares donde lo importante parece ser el entramado. Ya en Días de Fuerza, dijo, se viene preparando ese cambio que se materializa aquí: “Lo del precio a pagar, a dónde vas sin poner el cuerpo, la cuestión de quemar lugares, papeles y personajes. Aquel disco que termina con «Sos», un tema donde el narrador está identificando a otro”.
“Cuando quise hacer Hambre –continuó– estaba muy enojado con mi vida y con el país, y empecé a hacer temas que estuvieran a tono con eso. Pero lo que salía era todo muy distinto y no respondía a una estética definida. Y entendí que ese era el concepto del disco. Ese caos, ese ruido, esa falta de diálogo aparente que tienen los temas era parte del ruido”.
Un hilo conductor posible en ese caos al que remite su autor, es el tono en el que se expresan los mensajes. El concepto sociopolítico del disco tiene un mensaje claro y un llamado de atención donde le expresa al mundo: vivamos la vida por fuera de los condicionamientos que nos marca el sistema.
Palabras como desobedecer, religión, libertad, sueños, amar, volar, vivir, cantar y despertar engloban fuertes conceptos que unifican. “«Amar es un lugar político» digo en uno de los temas. Pero yo no lo pienso desde lo colectivo sino al revés. Creo que hay que hacer un trabajo sobre sí para lo colectivo. Creo en el individualismo y que uno tiene voces adentro, personalidades, impulsos, fantasías. Componer sobre eso, recomponer esa relación con uno mismo es la puerta al otro”.
Lo que Comas expresa es contrario a lo políticamente correcto. Pone en valor la individualidad crítica por sobre la masa entendida como sujetos vaciados de historia e intimidad. “El amor es un lugar político, por eso creo que cuando uno empieza a amarse a sí mismo está más capacitado para amar al otro, para escucharlo, cuidarlo y entender que depende de él. El concepto del disco es hacerse cargo del propio rostro, tratar de usar el más real posible, tenerlo, y creo que esa es la batalla que tenemos todos”, aseguró.
Hambre tiene un sonido propulsivo, que activa las energías de los oyentes. Lo hace tributando al rock de los 60 con texturas de los 80, desde el rock y el pop como géneros centrales pero yendo más allá y explorando un abanico de matices desde el pop punk, el glam barroco y el rock progresivo hasta música litúrgica donde lo instrumental gana terreno como en el caso de “Preludio a la Liga de la Injusticia”, una canción instrumental de poco más de un minuto que da pie a “Cicatriz”.
En un sutil tránsito hacia lo onírico, esos pasajes instrumentales que se oyen proponen un escape del mundo real poniendo en trance, espacio y tiempo. Afloran imágenes en viajes que giran entre el inconsciente y lo consciente haciendo que lo instrumental, las capas y las distorsiones afloren como una narrativa, donde la música cuenta algo con un lenguaje al que las palabras no pueden acceder.
“Hambre es un disco muy melódico, cantable, fácil de escuchar y al mismo tiempo no lo es tanto porque es interrumpido. Lo instrumental lo pensé como interrupción. El disco se desdobla en partes”, definió Comas.
Y sobre cómo será la presentación, cerró: “Al vivo siempre lo pensé como algo distinto al estudio, me gusta que sean registros distintos. El disco es una obra que se autoabastece de sentido para tener que hacer que el vivo sea un testimonio de eso. Lo que hago con el vivo es poner en comunicación los tres discos, sacar las virtudes y hacer que la banda suene como un híbrido entre los tres discos. Antes dijiste que sonaba glam, yo creo que me estoy comunicando con el público desde un lugar más teatral: bailo, grito, pateo, me maquillo, me disfrazo, estoy pariendo un personaje y me gusta”.
Para agendar
Pablo Comas presentará Hambre, el tercer disco de larga duración de su carrera y el primero que decide firmar con nombre y apellido, este jueves, a las 21.30, en el Complejo Cultural Atlas de Mitre 645 donde se encuentran a la venta las entradas.