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Pablo Echarri: “Vamos a tener el mejor presidente que podríamos tener”

El actor y productor presentó “El silencio del cazador”, de Martín Desalvo, y habló de cine, proyectos y política: “No puedo dejar de soñar con lo que se viene”, dijo

Paula Bistagnino / Especial para El Ciudadano

Pablo Echarri llega al Festival de Cine de Mar del Plata y genera un revuelo distinto al del resto de los actores. No es de los habituales en estos eventos, pero es uno de los más populares de su generación y no sólo se nota a su paso, sino que él honra ese lugar con la amabilidad y dedicación con la que va saludando. “Yo soy un agradecido absoluto de todo lo que me pasó, lo que hice, lo que me da el público. Cómo no serlo. Yo venía acá de vacaciones de chiquito, con mis viejos, a estas playas. Y ahora estoy acá presentando una película”, minimiza su actitud. Y sigue haciendo las fotos y los saludos que le piden. Aunque esté corriendo, como ahora, que lo esperan cerca de mil personas en el Auditorium para presentar El silencio del cazador, la nueva película de Martín Desalvo que protagonizó.

La película se rodó en Misiones durante un mes. Y dice que se tiró de cabeza ante la posibilidad de un rodaje en medio de la selva: “Es un lujo para un actor poder estar un mes metido en un rodaje así, porque el lugar te atraviesa y la belleza, el calor, los bichos, todo te invade”. Poder contar a un hombre de la tierra, que tiene ese saber del tipo de su lugar, que a la vez es un tipo algo primitivo, pero que sin duda me enriqueció y que me permitió jugar un papel diferente de los que hago habitualmente”, dice el actor y productor, que para hacer a Ismael, tuvo un entrenamiento no sólo en lo físico para encarnar a un guardaparques sino también vocal, porque tuvo que lograr el acento misionero.

—Uno de los temas es la injusticia social y económica, que además es histórica. ¿Buscás otras historias o temas para interpretar personajes?
—El tema de la justicia me impacta en todo sentido y cuando viene en forma de propuesta de trabajo, poder tocar esa tecla y establecer ese conflicto es una oportunidad. No tengo una línea fija para elegir los trabajos y diría que fue todo más por el lado de lo fortuito en cuanto a lo que viene a mí. Y creo más en cómo juega el deseo intenso de hacer determinadas cosas y también de ir expresándome y ser cada vez más claro con lo que quiero y en especial con lo que no quiero. Y siento que lo que viene a mí es cada más más consecuente con ese deseo y esa claridad.

—¿Cuáles fueron las dificultades de un rodaje en la selva?
—Por suerte no hubo más que un hormiguero, que igual son terroríficas las hormigas misioneras. Pero bueno, digamos que la fauna de la selva da un poco de aprehensión. El gran interrogante era la exigencia física: yo tengo 50 años, pero además tengo dos hernias de disco hace varios años, que me dejó un accidente en moto y se me despertaron antes de ir. Así que tuve mis padecimientos y llegué con el último resto de energía que me quedaba.

—¿Qué es lo que más te atrae de esa “animalidad” que tiene el personaje?
—El sentimiento primario y pasional del personaje es algo que me llama mucho la atención. Porque yo perdí mucho de eso. Con los años soy cada vez más cerebral, más estratega, menos impulsivo. Entonces poder salir de esta cabeza que yo tengo y que no me deja ir adelante impulsado por la pasión o la locura, fue muy placentero. Tengo un poco de nostalgia de eso, aunque estos personajes suelen avanzar hacia la tragedia.

—¿Qué proyectos se vienen como productor?
—En estos cuatro años la pequeña y mediana producción fue difícil. De hecho, le di un impasse y me dediqué a juntar fuerzas para cuando saliera el sol. Así que ahora tengo muchas cosas en la cabeza y sobre el escritorio: algunos proyectos de series de televisión en desarrollo, alguna obra de teatro que queremos coproducir con algún amigo, y más. Pero lo que sé que va a salir es la próxima película de Rodrigo Grande (Al final del túnel), que es sobre esta hipótesis del paso de Adolf Hitler por la Patagonia argentina, pero con un giro muy novedoso que no puedo contar.

—¿Qué esperás del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner?
—Estoy muy esperanzado. Estos años en lo político fueron muy oscuros, uno sigue con su vida e intenta encontrar alegría y belleza en lo más cercano y chiquito cuando el panorama es malo. Y entonces ahora toca volver a creer y me emociono pensando en lo que va a venir. Tengo muy claro que va a ser difícil y largo, porque la ruptura del tejido social fue tan grande en tan poco tiempo que no va a ser fácil. Pero volvemos a la senda.

—Te declaraste kirchnerista. ¿Cómo ves al “albertismo”?
—Es un modelo político diferente al que yo defendí durante 12 años. Tiene un componente diferente pero avanza y apunta a ese modelo de país que yo creo que es la única salida que tenemos para el desarrollo. Creo que vamos a tener el mejor presidente que podríamos tener. Creo que Alberto Fernández es una gran esperanza por sus convicciones profundas, pero sobre todo una gran oportunidad por su forma de ver la política y por su enorme capacidad para consensuar y reunir espacios que estuvieron separados en los últimos años. Yo me siento hoy mucho más cerca de gente con la que en los últimos años de kirchnerismo no estuvimos cerca.

—¿Creés en ese equilibrio entre el kirchnerismo y el albertismo?
—Yo me siento primero kirchnerista. Peronista, pero kirchnerista sobre todo. Y confío en la potencia del kirchnerismo: en esa contundencia y ese caudal de gente y de votos que no va a claudicar en ir a buscar ese país que quiere. Y después hay un progresismo más moderado, más de centro, que es necesario en el mundo tal como está hoy y en la región, porque es lo que puede hacer más sustentable al proyecto. Así que estoy soñando con eso y no puedo dejar de proyectar.

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