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Pablo Perantuono: «Cuando vas a hacer una entrevista esa conversación siempre se inicia antes»

En Nada sucede dos veces, el periodista reúne encuentros y perfiles que realizó a lo largo de 16 años de trabajo, en los cuales revela facetas desconocidos de personajes famosos

Por Emilia Racciatti / Télam

Leonardo Favio, el «Indio» Solari, Camila Sosa Villada, Daniel Hadad y Ofelia Fernández fueron algunos de los interlocutores del periodista y editor Pablo Perantuono a lo largo de 16 años en entrevistas y perfiles que ahora se pueden leer reunidos en «Nada sucede dos veces», un libro en el que hay facetas desconocidas de personajes de la vida política y cultural de nuestro país descubiertas por un cronista curioso y atento a sorprenderse con el testimonio y sus circunstancias.

Autor de la novela «Teoría del derrape» y coautor, junto a Mariano del Mazo, de «Fuimos reyes», Perantuono (Buenos Aires, 1971) se dispone a la entrevista con Télam en una esquina del barrio de Colegiales en la que se imponen e insisten los ruidos de los colectivos y las bocinas. «Esto te va a joder», dice atento al grabador como si en ese rol de entrevistado prevaleciera su oficio de periodista.

«Nada sucede dos veces/ni va a suceder, por eso/ sin experiencia nacemos,/ sin rutina moriremos», dice el poema de Wislawa Szymbrorska que da título al libro, publicado por La Crujía, en el que hay además crónicas personales como las que hablan de horas críticas para la salud de un amigo o del duelo por la muerte de una hermana.

Ante la pregunta por a quiénes quisiera entrevistar o perfilar, el primer nombre que aparece es el de Cristina Fernández de Kirchner. Después de una larga pausa aparecen otros: César Aira, Martha Argerich, Marcelo Bielsa y Lucrecia Martel.

-Télam: ¿Cómo fue reencontrarte con ese material y no caer en la tentación de hacer modificaciones?

-Pablo Perantuono: Volví a leer todo, algunas son bastante recientes, otras las tenía bastante leídas como la del Indio Solari porque hice un libro sobre Los Redondos así que la tenía muy presente. Nunca sabés cómo envejecen pero la idea era respetar que estuvieran así. Por ejemplo, el de (Guillermo) Coppola claramente es de un muchacho haciendo un perfil de otro muchacho en 2008, hoy yo mismo lo haría de otra forma. Pero después, si había otro tipo de detalle era irrelevante.

-T: ¿En la mayoría de los casos hubo más de un encuentro?

-P.P.: La mitad fueron de un encuentro, la otra de más de uno. Cada opción tiene sus virtudes y sus propios defectos. Con Camila (Sosa Villada) fue uno solo durante 2021 en pandemia y fueron dos horas y media. Fue leer su obra, conocerla en profundidad y después ir a charlar con ella y ver con qué me encontraba, ver su intimidad. Con el «Indio» lo mismo pero son 20 años de escuchar sus discos. Con Calamaro también fueron muchos mails de idas y vueltas, varios encuentros.

-T: Justamente hay un perfil de Calamaro muy particular. Es el ejemplo de cómo alguien tan narrado, visitado, a través de un perfil queda plasmado desde otro enfoque.

-P.P.: Sí, doméstico, luminoso, familiar, está en una escena con su hija. Llegué y estaba con Juanjo Domínguez tocando la guitarra. Una locura todo eso, escuché en vivo un show internacional. Eso le dio mucho espesor al perfil. Es un laburo medio artesanal, medio de orfebrería, son personajes ya retratados, visitados, que ya han sido contados hasta el hartazgo y sin embargo uno confía en que por ahí se encuentra con algo distinto, algún detalle o guiño que vos observaste y otro no. Obviamente acá están contados los triunfos, debo tener un montón de perfiles donde fui a buscar algo y fallé, por eso están excluidos.

-T: ¿Tenés alguno que recuerdes claramente como fallido?

-P.P.: Seguramente. Hice un perfil de Vargas Llosa y conspiró algo que fue que tenía 12 minutos de entrevista. En ese momento sos un número más que le va a preguntar las boludeces de siempre. Te arreglás pero creo que salió una nota que no valía la pena. Haciendo autocrítica, hay personajes que traté con más benevolencia que la que hubieran merecido, es el riesgo de que te caiga simpático. Es imposible que si te genera empatía, te genera empatía. Realiza un arte o tiene un saber que es seductor para vos. Pero en algunos me reprocho no haber sido más agudo en vez de haberles dado una pátina de cierto romanticismo. Con el perfil de Enrique Symns, por ejemplo, creo que tiene mucha potencia, es muy ecuánime y tiene muchas voces. Era un personaje muy particular, tenía muchos defectos pero algunos atributos que eran de fierro. Le dije «che tengo gente que habla mal de vos, lo quiero compartir porque lo quiero poner». Él me dijo «yo haría lo mismo». ¿Cuánta gente se banca eso? Los grandes personajes son capaces de cierta grandeza y también de cierta vileza, son capaces de grandes gestos heroicos pero también tienen que cuidar muchas cosas como su capital simbólico, su historia, incluso Hadad mismo es un personaje que creo que trato bien. Te queda cierta duda de si no hay más de ese lado oscuro que vos no retrataste. Es difícil pensar también un tipo que se hace millonario de la nada en el periodismo sin compromisos que excedan o pongan en riesgo cierta ética. Podría haber tenido un tratamiento más profundo. Aun así creo que están los matices esbozados.

-T: ¿Qué fue pasando con las repercusiones de los protagonistas? ¿Te impactan, te importan?

-P.P.: Se mezclan emociones, son textos que tienen una carga de emocionalidad de mi parte, son perfiles con cierta ambición, hay una sensibilidad volcada ahí. Palito (Ortega), por ejemplo, era el ídolo de mi padre y de toda una generación. Hadad apenas salió la nota me escribió un WhatsApp que decía «Gracias por respetar el on the record» pero no me dijo «Gracias, genial la nota». Me estaba diciendo que había sido respetuoso, nada más que eso. Es un tipo que no se olvida de ser periodista además de ser empresario. Creo que entendió que otros podrían haber sido más duros pero también más elogiosos. Esas cosas te reconfortan porque no sé si está bueno que te felicite un tipo con ese peso. Es distinto con Camila (Sosa Villada) que uno la puede sentir una colega. Varían las reacciones de acuerdo al calibre del personaje y de lo que hacen.

-T: Pensando en el «Indio», contás que te impactó una nota de Leila Guerriero sobre Los Redondos como un momento fundante en tu vínculo con el periodismo, está la entrevista que le hacés en Nueva York, después el libro con Mariano Del Mazo. Es una figura que atraviesa toda tu vida profesional.

-P.P.: Si, probablemente hubo una fascinación muy temprana de mi parte por muchas razones, algunas tienen que ver con mi origen: iba a un colegio en el que no se escuchaba música nacional, eso ya me generaba cierto interés por ir a buscarlo. Todo lo que tenia que ver con las manifestaciones populares me generaba lo mismo. Encontré en Los Redondos un lugar de resistencia para todo eso, fue mi lugar de resistencia hacia cierto status quo tanto cultural, social y religioso. Con 17 años empecé a seguir a los Redondos por todos lados. Después empecé a estudiar periodismo, los abandoné, los dejé de ir a ver y me encontré ahí con ese texto de Leila, y volví a sentir toda esa potencia que había dejado de lado. Eso en lo personal. En lo relacionado con el periodismo, me encontré con una música. Fue sorprendente, no estaba todavía la Rolling Stone. Era otra cosa.

-T: Pasó el tiempo, conseguís la entrevista con el «Indio», él se enojó. ¿Cómo fue en ese caso el momento de la repercusión?

-P.P.: No falté a la verdad. Intercambié mails con él esa misma mañana. No lo volví a ver en mi vida, sí cruzamos esporádicos mails. A él le molestó que yo lo pintara como un ciudadano del mundo, con gustos burgueses. Tiene una formación que se quedó anquilosada en cierto lugar que cree que tiene que conservar una imagen medio romántica del rockero que prescinde del lujo. Sin embargo da la entrevista en Nueva York. Le dije «Indio, me diste la entrevista en un cinco estrellas de Nueva York, qué querías que dijera, que estábamos en un PH en Pompeya, es imposible».

-T: A pesar de ese enojo y esa situación, después decidiste escribir el libro.

-P.P.: Dijimos que había algo que no estaba contado y nos pusimos a trabajar en el libro. Las grandes manifestaciones masivas tienen claroscuros, nada es de una sola tonalidad, tiene pliegues. Eso no mancha una historia hermosa que tiene canciones invencibles. Es una maravillosa aventura llena de locura, de pasión, de amor que ha acompañado a dos o tres generaciones de argentinos. ¿Cuánta gente puede decir eso?

-T: El libro fue reeditado, ¿no hubo una nueva conversación con él?

-P.P.: En el medio él saca un libro de conversaciones con Marcelo Figueras y hay un montón de preguntas que están basadas en «Fuimos reyes», él las refutó o las confirmó. Con Mariano entrevistamos a unas 60, 70 personas y para la segunda edición, que es una enriquecida, incorporamos testimonios de gente que no había querido hablar como Daniel Grinbank y dos o tres músicos. Skay (Beillinson) había hablado para la primera edición. El «Indio» siguió sin hablar pero nos mandó unos mails que utilizamos.

-T: ¿Cual dirías que es la clave para una entrevista?

-P.P.: Saber escuchar, parece algo innecesario de aclarar, pero escuchar bien. Lo digo porque en general cuando uno va a enfrentarse a una entrevista con alguien más o menos grosso va con un listado de peguntas y mientras el otro habla, piensa en la próxima pregunta. Y generar confianza es muy importante. Yo nunca llevo apuntes cuando voy a hacer una entrevista. Quizás me preparé mucho tiempo en mi cabeza para hacerla pero esa conversación se inicia antes. Escuchar bien, con paciencia, saber y tender un puente con el entrevistado.

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