Mario Eduardo Ibarra era el padre del policía Ezequiel Ibarra, asesinado en la noche de este lunes. También revistió en la fuerza de seguridad, pero estaba retirado y se había puesto a conductor un remís: como su hijo, fue asesinado. Ocurrió en 2014 en Ludueña, en un hecho que oficialmente fue calificado como un robo. Mario iba en su Peugeot 405 por calle Junín, entre Matienzo y Felipe Moré, tratando de evitar la encerrona del tren y con una pasajera que había tomado el viaje en el Casino. Fue entonces que, según la crónica del momento, dos personas se le subieron al vehículo para robarle. La hipótesis fue que intentó evitar el asalto y que hubo un intercambio de disparos en el que se llevó la peor parte.
A Mario le decían El Negro, tenía 49 años y dos hijos, ambos policías. Conocía la zona en la que lo mataron porque sus hijos supieron revistar en la comisaría de Ludueña.
Según vecinos del barrio, Mario Eduardo Ibarra trabajaba como remisero en la cooperativa Asociación Mutual de Choferes de Remises, Transportes Públicos, Privados y Afines del Área Metropolitana del Gran Rosario. Era policía retirado y vivía a pocas cuadras del lugar donde fue asesinado.
De acuerdo con lo que indicaron a El Ciudadano voceros de la investigación, Mario tomó un viaje en el casino City Center. La pasajera, que reside en barrio Industrial (al este de Ludueña), quería llegar rápido a su casa, por lo que el chofer decidió ir por Circunvalación, luego por calle Eva Perón (ex Córdoba), avenida Provincias Unidas y después Junín en dirección oeste–este, ya que consideraba a esta última arteria como la más segura para transitar.
Cuando el Peugeot 405 llegó a la altura del 2200 de Junín, el remisero vio que, casi 100 metros adelante, se bajaban las barreras de las vías del tren, por lo que decidió parar antes de llegar a la esquina de Felipe Moré, como medida de precaución ya que si veía venir a personas sospechosas podía tomar esa calle y escapar.
La precaución no fue suficiente. Mientras chofer y pasajera esperaban que terminara de pasar el tren, dos personas aparecieron empuñando armas de fuego y se colocaron junto a las ventanillas delanteras del remís, uno de cada lado. Uno de ellos abrió la puerta del coche, y Mario reaccionó, según el relato de un vocero del caso.
Las mismas fuentes señalaron que el policía retirado sacó su vieja arma reglamentaria, que tenía guardada junto a su asiento, e intentó disparar sobre los ladrones. Pero el asaltante que se encontraba a su lado le ganó de mano y gatilló su arma. Fueron al menos dos disparos, según los peritajes de la pistola calibre 45 usada. Murió en el acto.