Hacia fines del siglo XIX, la ciudad de Rosario, vivió un naciente desarrollo, que fue acompañado por el accionar de diferentes grupos burgueses que proyectaron en ella sus más ambiciosos sueños. Muchos eran inmigrantes, que pudieron construir sus fortunas sobre la base de las actividades que la urbe le proporcionaba, desde el comercio, la construcción, la industria, hasta la posibilidad de ocupar, con el favor de sus fieles colegas, destacados lugares en el espacio público. Estos activos comerciantes se convirtieron en importantes agentes dinamizadores de las actividades económicas constituyendo la base de una burguesía que se instituirá con el correr de los años como protagonista en la ciudad de Rosario.
De Barcelona a Rosario
Juan Canals como persona era el reverso de lo místico, porque sus propósitos eran ver, contratar y acometer, en efecto sólo le bastaba imaginarse un proyecto que enseguida comenzaba su lucha febril por hacerlo realidad. Nacido en Barcelona, España, en 1849, a los veintiún años decidió partir hacia América en busca de nuevos rumbos hacia un futuro mejor. Se estableció en nuestra ciudad, creyendo ver en la reciente urbe, un campo virgen para sus ansias de expansión. Juan Canals supo ganarse una cuantiosa fortuna vinculado al comercio mayorista, gracias a su fuerte espíritu emprendedor, y a su íntima relación con el Presidente de la Nación, Miguel Juárez Celman, el gobernador por Santa Fe, José Gálvez, dueños del poder allá por 1890, quienes le facilitarían el acceso a créditos del Banco Provincial, cumpliéndose aquello que dicen los entendidos en política “la gente cercana al poder no necesita robar, porque los negocios y las inversiones, le son fácilmente facilitados”. La intendencia de Rosario la ejercía Pedro T. de Larrechea. A fines de 1888, Eduardo Wilde en ejercicio del ministerio del Interior de la Nación acordó con el empresario catalán, dar término a la primera sección del puerto de Rosario, encargándosele más tarde, la segunda hasta el arroyo Saladillo, con derecho a explotarlo durante 40 años. Nada se omitió en el contrato, habría 4 kilómetros de murallón, edificio para subprefectura, almacenes, depósito de inflamables, estación ferroviaria, aduana, hotel con capacidad para dos mil inmigrantes, pavimentación de las calles de acceso y terraplén de 150 hectáreas a ganarse al río. Juan Canals organizó la Sociedad Anónima del Puerto de Rosario, siendo nada menos que principal accionista de dicha sociedad Eloy Palacios, director del Banco Provincial, por lo tanto aquel obtuvo los créditos de la institución prometiendo invertir no menos de 12 millones, mientras los planos quedarían listos en enero de 1890. Dicho contrato quedó suscrito 48 horas antes de estallar en Buenos Aires, la revolución de julio, que disiparía como humo tan vastas concepciones. El Poder Ejecutivo Nacional le rescindió el convenio en 1892.
El Palacio de Tribunales
Juan Canals paralelamente en tiempo de tratativas por el puerto, en 1888 había comenzado a construir el Palacio de Justicia que actualmente subsiste frente a la plaza San Martín albergando la Facultad de Derecho y la Escuela ex Normal Nº 2, aunque esta última fue obra de Augusto Plou, un destacado profesional de ascendencia francesa, tendría a su cargo, en 1905, el proyecto de la Escuela Gobernador Freyre, luego Escuela mencionada. Por primera vez alojaba Rosario un Tribunal de Segunda Instancia dejándose de llevar a Santa Fe los recursos en asuntos de mayor cuantía. El empresario lo habilitó aún no terminadas las obras en 1892, arrendando oficinas a profesionales del Derecho, pues por entonces los jueces tenían su despacho en la Jefatura Política. Como constructor, se destacó por ser uno de los pioneros en el adoquinar y en la pavimentación de la ciudad de Rosario, para ello estableció estrechas negociaciones con la municipalidad. Mientras se construía el futuro Palacio de Justicia, Juan Canals proyectó y construyó su residencia familiar en la actual calle Rioja 2051. El edificio fue terminado en 1888.
En aquellos años, el inmueble tenía un importante tapialado en todo su entorno y las calles de tierra. Era una soberbia villa por entonces de carácter suburbano en un gran parque con agregado de una verja perimetral. El Palacio Canals tiene un volumen cerrado inscripto en un rectángulo platónico –que son dos cuadrados apareados cuyos ejes definen las entradas laterales y en cuyo cruce se eleva el mirador. En el ingreso de frente una galería profunda con columnas jónicas sustenta una terraza balcón. En 1893 se instala frente a la residencia particular de Juan Canals, en Rioja 2070 una empresa escultórica con estudio y local de exposición, perteneciente al reconocido artista Lucio Fontana y el taller en Balcarce 865 donde empleaba a numerosos operarios. En el año 1902, comienza a funcionar la Oficina Química Municipal, para luego convertirse en el denominado Palacio de la Higiene. En esa época también se ubicaba la perrera, los carros y caballos de los recolectores de residuos, y el personal y los distintos instrumentos de las cuadrillas de barrenderos. Es notorio, como, desde calle San Juan al sur, las casas iban raleándose y la ciudad se perdía en extensos descampados. Luego, pasará a llamarse Asistencia Pública. Al tiempo, fue cedido a la provincia. De esta manera, se convirtió en el primer edificio público en albergar dependencias de salud pública. En 1903 fue cedida la propiedad a la municipalidad durante la intendencia del Dr. Luis Lamas.
Siendo Juan Canals hombre de gran fortuna, falleció sin recursos en Capital Federal el 3 de enero de 1901. Una nota periodística agregada a la noticia de su desaparición rezaba: “El valor moral y la indulgencia fueron sus dos características mayores, en la adversidad y cuando la suerte le sonrió, Canals fue generoso y útil, factor de beneficios colectivos y de progresos humanos”.
Cuando el crecimiento trajo pestes
La enorme expansión demográfica y edilicia de la ciudad llevó además a la creación de los barrios obreros y trajo aparejada como en tantas ciudades que, como ésta, sufrieron procesos de modernización brusca, problemas sanitarios directamente relacionados con el hacinamiento de los trabajadores, la falta de obras de infraestructura como agua corriente y un sistema de eliminación eficaz de aguas servidas. Fueron también el blanco fuerte de las epidemias que se cobraron numerosas víctimas, como en el caso del cólera en 1867-68, 1886-87 y 1894-95, o la peste bubónica en 1900, ante las cuales las autoridades nacionales crearon cordones sanitarios. Las medidas higiénicas apuntaron a los barrios obreros; hubo desalojos, baños compulsivos, destrucción de ranchos y casillas. Esos barrios fueron vistos como peligrosos para la ciudad, porque el puerto podía perder su atractivo; sus problemas parecían ir inexorablemente de la mano del progreso y como su propia contracara. A partir de las epidemias se impulsaron obras como cloacas, aguas corrientes y la creación de la Oficina de Higiene en 1887, que se transformó en 1890 en Asistencia Pública, rodeada de un espacio verde que contiene a centenarias palmeras, magnolias y robles con dos plazas en honor al Dr. Julio Maiztegui y a la Dra. Alicia Moureau de Justo, muy cercano de la legendaria Maternidad Martin, edificio inaugurado el 8 de julio de 1939 y donado a la Municipalidad de Rosario por la Sra. Ángela Joostens de Martin.