Martín Palermo, máximo goleador de la historia de Boca con 235 tantos, jugará hoy su último partido en La Bombonera antes de su retiro, cuando el equipo de La Ribera reciba a Banfield.
Palermo, quien además es el quinto artillero en la historia del fútbol argentino junto con José Sanfilippo vivirá una tarde que estará cargada de emociones y homenajes a su trayectoria, los cuales empezarán con una caravana que hará un grupo de simpatizantes.
La misma acompañará al delantero de Boca desde el hotel donde el plantel «Xeneize» se concentra hasta el estadio donde enfrentará al «Taladro», cotejo en el cual el jugador vestirá una camiseta especial con el «9» en dorado.
La expectativa por ver el último partido de Palermo fue tal que en la reventa las populares alcanzaron valores cercanos a los 700 pesos y hoy La Bombonera lucirá repleta para rendirle homenaje a uno de sus últimos ídolos.
El atacante, de 37 años, vivirá un día especial porque, si bien se estima que jugará en la fecha final ante Gimnasia y Esgrima La Plata, hoy será el adiós de la actividad futbolística ante su público.
Por esa razón, cuando finalice el encuentro la Comisión Directiva de Boca encabezada Jorge Amor Ameal, presidente de la institución, ofrecerá una fiesta de despedida de La Bombonera al ídolo «xeneize».
Martín Palermo es el máximo goleador de la historia de Boca e integra la selecta lista de los 10 máximos anotadores desde 1931, año en que se inició el profesionalismo, hasta la fecha en el fútbol argentino.
En caso de que marque un tanto frente a Banfield, el futbolista quedará como único quinto goleador ya que superará a José Sanfilippo, con el que hoy comparte la posición mientras que si convierte dos o más tantos, podría igualar o desplazar del cuarto lugar a Manuel Pellegrina.
Palermo logró lo que pocos: resurgir mil veces de sus cenizas y trascender la identificación puntual con los colores. Superar la adversidad no sólo de las lesiones, sino también de situaciones puntuales de juego (tres penales errados en un partido, por caso) y hasta de sus limitaciones técnicas para imponerse. «El optimista del gol», lo calificó, notable, Carlos Bianchi.
Si a fuerza de cantidad se convirtió en record y en fábula, dos goles puntuales le permitieron vencer la resistencia de los ajenos. Ambos con la camiseta del seleccionado argentino de fútbol y con la conducción técnica del mito mayor, Diego Maradona.
El primero, agónico, a Perú, bajo la lluvia, en el Monumental y por las Eliminatorias; el segundo, a Grecia, último partido de la primera fase del Mundial Sudáfrica 2010, mientras el mundo esperaba el tanto de un ansioso Lionel Messi.
La emoción, por desbordante en ambos casos, terminó por barrer cualquier retazo de las objeciones estéticas de las que el «Loco», el «Titán», siempre fue blanco fácil.
Para los hinchas de Boca, los recuerdos son más: el gol a River por la Copa Libertadores 2000, luego de una grave lesión; el gol a Colón de Santa Fe con los ligamentos rotos (su gol 100 en torneos locales); el gol a Vélez de cabeza desde la media cancha.
O los dos goles al poderoso Real Madrid que le dio a Boca la Copa Intercontinental a fines de 2000.
La historia de Palermo y Boca comenzó oficialmente en septiembre de 1997, su debut con la camiseta azul y oro: fue ante Cruzeiro de Belo Horizonte, en la Bombonera y por la Supercopa, triunfo 1 a 0 con gol del colombiano Jorge «Patrón» Bermúdez (también jugaba por primera vez) con la conducción técnica de Héctor Veira.
Su primer gol en Boca, en tanto, fue el 30 de septiembre de 1997 por el Apertura de ese año ante Independiente. El arquero era otro colombiano, Faryd Mondragón. Martín estableció el empate 1-1 y luego fue triunfo de los del «Bambino» Veira, 2-1 como locales, en un equipo que se presentó esa vez con camiseta blanca alternativa.
El romance tenía sin embargo una prehistoria, la que Palermo protagonizó con la camiseta de Estudiantes de La Plata desde el 5 de julio de 1992, su debut contra San Lorenzo.
Casi un año debió pasar para que el «Titán» anotara su primer gol, el 23 de mayo de 1993 al arquero Francisco Guillén, de San Martín de Tucumán; desde allí, Palermo edificó una carrera notable a fuerza de goles, muchos de ellos, por cierto y aquí el germen del romance con Boca, nada menos que a River.
Luego de Boca se fue a Villarreal; luego al Betis (ambos de España) y luego volvió a Boca. Sus intermitencias con la Selección, cuyo episodio saliente habían sido los tres penales errados ante Colombia en la Copa América Paraguay 99 (el equipo de Marcelo Bielsa), se terminaron con la llegada de Maradona como DT.
«Palermo y diez más», dijo entonces Maradona. Y esos diez más, al final de la parábola, serán hoy millones.