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Tras el partido entre Boca y Banfield, el club de la Ribera preparó una emotiva despedida a Martín Palermo, que incluyó fuegos artificiales, videos con mensajes de otros ídolos y hasta un insólito regalo para el goleador: el arco que da a Casa Amarilla.
La ceremonia fue conducida por Mario Pergolini, reconocido hincha de Boca, y fue seguida por toda la parcialidad e incluso por algunos hinchas de Banfield que se quedaron tras el encuentro.
En tanto, Diego Maradona observaba desde su palco el homenaje al artillero, a quien convocó para disputar el Mundial de Sudáfrica.
Para el festejo, los organizadores montaron un estrado en el círculo central, donde Palermo siguió las acciones, mientras que sus compañeros tomaron lugar en un «corralito».
En tanto, cerca de los bancos de suplentes se ubicó un grupo de personas con letras gigantes, de color amarillo, formando la frase «No habrá ninguno igual». Tras recibir el saludo de Alfio Basile, quien lo dirigió en sus dos ciclos en Boca, el «Titán» recibió a Ciro Martínez, que con su armónica tocó los acordes del Himno Nacional.
Minutos más tarde, se acercaron los padres, el hermano y los hijos de Palermo, que a esa altura ya no podía contener las lágrimas, al igual que muchos de los hinchas.
Luego, Pergolini cedió el micrófono al «Loco», que ante los miles de seguidores que lo aplaudieron cada domingo agradeció «el cariño de tantos años juntos, por las victorias, las tristezas, pero siempre con la posibilidad de llegar al gol y arrancarles una sonrisa».
Otro momento especial se vivió cuando en la pantalla de la Bombonera se reprodujo un video homenaje con goles y otro con testimonios de Guillermo Barros Schelotto, Sebastián Battaglia y Carlos Bianchi.
El único punto negativo fueron los insultos y silbidos con los que la gente reprobó la aparición en la cinta del actual entrenador del equipo, Julio Falcioni.
Pasados los recuerdos desde la pantalla, Boca le regaló a Palermo algo muy especial: el arco que da a Casa Amarilla, donde el «Loco» gritó gran parte de sus 235 goles.
El arco, que tenía en el travesaño una plaqueta dorada con la leyenda «Martín Palermo», fue levantado por dos grúas y ofrecido al ídolo de cara a la hinchada ubicada en la popular local.
En el cierre, Palermo dio una vuelta olímpica a paso lento, salundo a cada sector entre lágrimas, mientras de fondo se escuchaba el sonido de fuegos artificiales.