Espectáculos

Un año sin Palo

Palo: con el alma partida

Palo Pandolfo fue un artista de trato compañero. Era un laburante de la liberación. Juglar rutero con un corazón que latía al ritmo de las pisadas del pueblo argentino. No hay duda de eso. Era una estrella, pero todos también lo éramos para él


Hace un año moría Palo Pandolfo. Aquella tarde invernal se desplomaba en una vereda del barrio de Caballito y daba inicio a su ausencia. Palo el songwriter con guitarra, Pandolfo el poeta que molesta a la oscuridad con lírica lisérgica de cordón y empedrado porteño. En su último gesto artístico se funde en urbe. Impactado por la noticia la comento con gente que frecuentaba en ese momento. No lo conocen, no le dan importancia y se ríen. ¿Se ríen de la muerte de un artista? ¿Se ríen de mi intención de estar triste por eso? Yo creo que simplemente se ríen de los nervios.

¿Cómo mierda se va a morir Palo, la puta madre?, me repetía en loop. Esa misma noche el imperativo de la muerte me dejó tarado y negro. Agarrotado hasta que una médica de emergencia me hizo comulgar con un ansiolítico en la boca. No estaba pasando por un buen momento y la muerte de Palo llegó para recordármelo. Podía moverme a duras penas entre los recuerdos. La última vez que lo vi no fue escuchándolo interpretar sus canciones. Eran altas horas de la madrugada y él estaba acodado en la barra del Diablito. Estaba contento y charlaba mucho de música. Venía de dar un concierto en el pub Berlín. Hablamos de las grabaciones del disco Oktubre de los redondos, en donde Claudio Fernández el baterista de su vieja banda Don Cornelio y la Zona (la banda que lo colocó en el firmamento del rock argentino) había participado como percusionista invitado. No era la primera noche que conversábamos con Palo. Varios años atrás le habíamos acercado al CEC unos ejemplares de la Revista “El Ángel de Lata” que recibió con mucha alegría. Nos invitó a tomar unas cervezas y picar sandwichitos del catering. Preguntó por el dibujante El Tomi quien había fundado la revista y nos escuchó atentamente sobre los vaivenes de la célebre y hoy finada revista de venta callejera. Palo Pandolfo fue un artista de trato compañero. Era un laburante de la liberación. Juglar rutero con un corazón que latía al ritmo de las pisadas del pueblo argentino. No hay duda de eso. Era una estrella, pero todos también lo éramos para él.

Siervo a destiempo

Pocos meses después de su muerte salió “Siervo”, el que va a ser su último disco. Post mortem, posta. No lo quise escuchar hasta el día de hoy que estoy escribiendo estas palabras. No quise o no pude. Renuncia y negación de fan. Elegí que el rito de despedida se prolongue. Me propuse e impuse una espera. Suelen pasar estas cosas.

“Siervo” es disco con canciones hermosas. Guitarreado en esencia y de una síntesis inesperada, al igual que su partida. Nubarrones que permiten ingresar haces de luz solar. Es música y poesía en solo media hora con un puñado de minutos. Entre las 11 canciones hay una que se llama La Idea que ya es un himno, un potente abrazo partido. Mi preferida es Endemoniado, en donde se escuchan estos versos: “Ando siniestrándome/Cosas que no quiero hacer/Aguas que no quiero beber/Formas diluidas”. Esta canción nos recuerda que Palo también encarnaba una entidad que invocaba las sombras. No nos podemos olvidar que de su garganta también escuchamos Reventando o Bajaremos de sus años de “Patria o Muerte”.

Repaso el disco varias veces más y en una de esas se me pianta un lagrimón (uno solo) y una sonrisa de bonus track. Es como cuando llueve con sol. Se ve que también estoy llorando el alma partida. Que sea hasta tus canciones siempre, don Roberto Andrés Pandolfo. Ahí vas a estar.

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