Por Miguel Passarini.
as coordenadas de una poética comprometida con su voz y con su tiempo; ecos del pasado que resuenan resignificados en un presente profuso, en el que lo diferente y alternativo es, quizás, aquello ya escuchado, y donde prevalece la honestidad escénica por encima de cualquier pretensión estética incómoda o pretenciosa.
Así, la cantante y actriz (el orden no es casualidad) Vanesa Baccelliere presentó el viernes por la noche en la sala Lavardén algunos de los temas que integrarán un disco que en pocos días comenzará a grabar junto con los integrantes del atractivo trío de músicos con el que componen Pampa Jazz, pero también otros que ya forman parte de su repertorio, en una noche con una platea de amigos que conocen de su talento y que disfrutan, junto a otros, de su enorme crecimiento artístico.
Integrado por tres músicos que entienden de zapadas e improvisaciones, Pampa Jazz, es decir Mariano Sayago (contrabajo), Sebastián Mamet (batería) y Mariano Braun (piano), hace honor a su nombre: la “Pampa” se hace presente en la extensión, en el amplio horizonte que se abisma en sus composiciones, mientras que el “jazz” prevalece en la sonoridad de un trío que no le teme a la fusión de musicalidades de orígenes tan diversos como singulares, sobre todo, en la apropiación de aires folclóricos clásicos conjugados con ritmos más contemporáneos, siempre dejando un espacio para la improvisación y haciendo gala de jugados arreglos.
El show del viernes comenzó con un off. Vaccelliere, atenta a correrse de los lugares comunes, arrancó tras bambalinas con una versión de “Dorotea, la cautiva” (inmortalizada por Mercedes Sosa, a quien pareciera homenajear con su repertorio), aunque la presencia femenina en escena la aportó la bailarina Danae Mamet, que, con aires de oriente y como escapada de un cuento de Las mil y una noches, interpuso una visión de una “cautiva” de otras latitudes.
Tras el paso de la incandescente “Soy pan, soy paz, soy más”, de Piero, en una versión reivindicadora, aparecieron “Ponta do areia” (Milton Nascimento) y “La Martiniana”, para desterrar la idea de que nadie puede cantar esa bella canción tradicional mexicana como Lila Downs.
Poco después llego el bloque destinado a los temas nuevos. “Del llano hacia el llano” (Baccelliere), la zamba “Yendo a buscar” (Braun), el candombe “El color de la sombra” (Sayago) y la bella canción “Dejarlo ser” (Baccelliere) contaron con el apoyo de un soporte audiovisual que sirvió como puente a una estética que, seguramente, tendrá su correlato con la búsqueda del nuevo disco.
Un tercer y último bloque sumó a la lista de doce temas renovados y revisitados, versiones de “Cardo o ceniza”, de Chabuca Granda; “Zamba del laurel”, de Armando Tejada Gómez y Cuchi Leguizamon; “Serenata para la tierra de uno”, de María Elena Walsh y “Las golondrinas”, de Jaime Dávalos y Eduardo Falú.
Aunque quizás haya sido el esperado bis el que trajo al escenario uno de los momentos de mayor emoción: aquellos que estuvieron en la inauguración del Museo de la Memoria ya habían podido disfrutar de la recreación superadora de “Razón de vivir”, de Víctor Heredia, que Baccelliere lleva adelante con el trío. Para esa altura, una platea aunque agradecida se retiraba con ganas de más. Habrá que esperar a mayo del año próximo, cuando el escenario de la Lavardén se vuelva a llenar de talento para la presentación oficial del disco.