Elisa Bearzotti
Especial para El Ciudadano
La flexibilización de la cuarentena ya es una realidad a pesar de la lentitud de las autoridades en establecer los permisos para realizar actividades recreativas individuales, que en otros países nunca fueron prohibidas. El reinicio de la actividad comercial, si bien en horarios limitados, imposibilita todo tipo de controles, porque ¿quién me puede impedir hacer mi caminata diaria de una hora con la excusa de reponer el termostato de la caldera que se averió?
En estos días se incrementaron las versiones sobre un posible anuncio oficial por parte del gobernador Omar Perotti, quien podría llegar a autorizar las caminatas recreativas en todo el ámbito de la provincia, con algunas restricciones para las ciudades de Santa Fe y Rosario.
Entonces, más que nunca todo dependerá de nosotros, del énfasis que pongamos en el cuidado de nosotros mismos y de los demás, llevando a la práctica las archiconocidas sugerencias que los sanitaristas han venido transmitiendo hasta ahora: mantener distancias establecidas, usar tapabocas, evitar las reuniones en lugares públicos (y por ahora privados también), higienizar correctamente las manos, olvidarnos del clásico saludo con beso y viralizar el “namasté” juntando las manos como en plegaria, una reverencia que, si bien alejada de nuestra cultura y costumbres, sirve para desear el bien a la persona que tenemos enfrente y resulta menos ridícula que chocar los codos.
Sin embargo, todavía estamos lejos de poder aseverar que “lo peor ya pasó”. Más aún, en nuestro hemisferio quizás lo peor aún esté por venir, y la famosa “inmunidad del rebaño” es una apuesta a muy largo plazo. Por eso, actualmente todas las esperanzas están puestas en el rápido desarrollo de una vacuna.
Con el objetivo de derrotar a la pandemia que ya causó más de 300.000 muertes a nivel mundial, hay en curso más de 100 investigaciones que buscan conseguir una vacuna contra el coronavirus, y siete se encuentran en estado avanzado. Uno de los proyectos más promisorios parece ser el de la Universidad de Oxford, Gran Bretaña, que recientemente se unió al laboratorio Astrazeneca para acelerar los tiempos del gran descubrimiento. Juntos, estiman poder producir 30 millones de dosis en cuatro meses, prometiendo noticias positivas para el mes de septiembre.
También la compañía farmacéutica Janssen, del grupo estadounidense Johnson & Johnson, ha logrado crear un prototipo, que sería probado en septiembre en voluntarios sanos. Su producción ya comenzó y esperan tener los primeros lotes para ser utilizados a fines de enero de 2021, aspirando a conseguir el objetivo de más de mil millones de dosis para ser distribuidas a nivel mundial el año entrante.
La gran incógnita es cómo harán los laboratorios para recuperar los millones de dólares invertidos en el desarrollo del prototipo. Es decir, si la apetecida inmunidad estará al alcance de todos o para conseguirla habrá que pagar nuestro peso en oro.
En ese sentido ya comenzaron a alzarse las voces solicitando que la vacuna sea considerada de “bien público”. Una de ellas es la de la OMS, Organización Mundial de la Salud, que en la asamblea anual, realizada en forma virtual por primera vez en su historia, hizo un llamado apelando a la gratuidad de la vacuna, como así también presentó una propuesta de reorganización interna para estar mejor preparados ante futuras pandemias.
Por su parte, el presidente chino, Xi Jinping, aseguró que una posible vacuna china se convertirá en un “bien público mundial”, prometiendo que su país dedicará 2.000 millones de dólares durante dos años a la lucha global contra el Covid-19. Y el presidente francés Emmanuel Macron también dijo que, si su país descubre una vacuna, “será un bien público mundial al que todos deberían poder tener acceso”.
En ese sentido, esta semana se hizo pública una reunión entre Macrón y los principales responsables de la farmacéutica Sanofi, quienes luego de la reunión retrotrajeron un anuncio previo diciendo que Estados Unidos tendría acceso preferencial a su vacuna contra el Covid-19. Al salir del encuentro los encargados de la empresa Sanofi declararon que la vacuna “debe ser universal”, según un comunicado de la Presidencia francesa.
También el ministro de Salud, Ginés González García, en el mismo contexto, planteó la posición argentina ante un eventual descubrimiento de la vacuna contra el coronavirus. “Es necesario que los Estados puedan impulsar acciones que garanticen el acceso al conocimiento de estos bienes públicos globales, a través de licencias gratuitas o suficientemente accesibles para todas las sociedades del mundo”, destacó el funcionario.
Por otra parte, distintas personalidades, entre ellas el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa; el primer ministro paquistaní, Imran Khan, y el famoso economista Joseph Stiglitz, además de expertos y líderes políticos y de organizaciones de la sociedad civil, han comenzado a firmar solicitadas pidiendo que las futuras vacunas o tratamientos contra el coronavirus sean distribuidas “gratuitamente a todos”. “Cuando se desarrolle una vacuna segura y eficaz, tendrá que fabricarse rápidamente a gran escala y ponerse a disposición de todos, en todos los países. Igual para los tratamientos, diagnósticos y otras tecnologías” contra el nuevo coronavirus, afirman.
En un mundo regido por el “Dios mercado” resulta difícil creer en milagros. Sin embargo, si hay una luz de esperanza brillando en el fondo del túnel, entonces esa luz deberá iluminarnos a todos. Ojalá prime la sensatez y se despliegue ante el mundo la voluble conciencia de sabernos hermanos. De otro modo, las sombras se mantendrán al acecho y, ante el primer descuido, volverán a caer sobre nosotros, para cubrirnos con su manto de oscuridad y terror.
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