Los finales de ciclo siempre están a la vista. No hay forma de ocultarlos. Y si no se reacciona a tiempo, si se mira hacia otro lado, las consecuencias pueden ser fatales. Newell’s este domingo jugó un partido bochornoso y quedó eliminado de la Copa Argentina por Villa Mitre de Bahía Blanca, un equipo casi amateur, que por momentos le pintó la cara. Inexorable final de ciclo para Héctor Bidoglio, aunque no sea el único culpable.
La Lepra llegó a Santa Fe en crisis, pero tenía el rival ideal para al menos conseguir algo de oxígeno, dentro y fuera de la cancha. Pasó todo lo contrario. Perdió con un rival del Federal A, que por momentos lo humilló, lo paseó, le hizo mostrar las miserias futbolísticas de un equipo con escasa jerarquía y sin rumbo.
Para Villa Mitre fue una final. Jugó con el corazón y con inteligencia. Newell’s, en cambio, no sintió el partido. Le dio lo mismo, no entendió lo que había en juego. Y no tuvo capacidad para afrontar el compromiso. Falló Bidoglio, también los jugadores. No importa demasiado quién tuvo más culpa. El resultado fue un bochorno.
Los pibes sufren horrorres. Les pesa el momento. Callegari comete todo tipo de errores, Nadalin y Ferroni juegan apurados, Rivero parece aletargado. A todos les cuesta. Fallan también los grandes, los que deberían dar la cara dentro de la cancha. Fontanini, Figueroa, ni Maxi pudo solucionar el despelote. Ni hablar de Insaurralde, que lejos de ser un refuerzo, con cada participación provoca mayor enfado en el hincha. Y expone un mercado de pases fallido.
No hay reacción. Ni siquiera el descuento rápido del complemento le puso ánimo a un equipo sin alma ni ideas. Dio lo mismo, aunque Formica pudo empatarlo y prolongar una situación insostenible.
Newell’s tocó fondo. En realidad Villa Mitre lo puso en el borde del abismo. El precipicio está a la vista. Y si no hay reacción, si no se entiende la gravedad del problema, el final será con la condena del descenso.