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Papita Flamini, un apasionado y el hincha número 1 del básquet rosarino

Alberto “Papita” Flamini es el hincha número uno del básquet rosarino. Su presencia no pasará desapercibida en ningún estadio, sobre todo cuando el rival no es de la ciudad. Apasionado, verborrágico, ampuloso en sus movimientos, no duda en darle sus opiniones a los jueces si lo considera necesario

Apasionado, eléctrico, de movimientos ampulosos y verborragia a flor de piel, Alberto Papita Flamini es uno de esos personajes que superan la barrera de los clubes, que pasan a pertenecer en este caso al básquet o incluso a la ciudad, ya que es un habitué de la peatonal, siempre charlando de su pasión.

Cuenta la historia nunca escrita del básquet rosarino que tras enamorarse de la anaranjada en la vieja cancha de Newell’s (esa que estaba en el centro y no en el Parque), nunca más pudo despegarse de esa pasión en una ciudad que lo empujaba hacia el fútbol.

“Empecé de muy chico a seguir al básquet, me gustaba, me apasionaba y vi a ese equipo de Newell’s que salió campeón durante más de una década”, cuenta Papita, quien ganó el apodo porque cuando era chico ése era su alimento predilecto. Tiene un especial aprecio por la camiseta leprosa, la que vistió, con la que jugó en primera desde los 15 y con la que supo ser campeón en más de una ocasión.

“Si me preguntan de qué cuadro, soy digo de Newell’s, de Teléfonos y de Calzada, porque son los clubes en los que jugué. Pero acompaño a todos los equipos rosarinos que juegan en las categorías superiores, los provinciales, la Liga Federal, la Liga Argentina. No me pierdo los partidos de Provincial, pero también voy a ir a Temperley, América, Atalaya, Sionista, Náutico y Sportsmen. Hay buen nivel y eso me gusta, me divierte, es lo que me apasionado”, explica Alberto, quien entre las tantas historias que cuentan sobre él, reconoce que abandonó su puesto de trabajo para ir a jugar, pero que le perdonaron el desliz: “Teníamos un partido que fue televisado, y yo tenía que trabajar, pero me fui a jugar igual porque no llegaba mi relevo. Cuando volví me habían visto, pero los jefes me querían y no me echaron”.

 

Su pase a Teléfonos fue justamente a cambio de un trabajo. “Yo tengo 85 años. En esos tiempos el básquet no era profesional, no se pagaba por jugar, entonces el club que te quería te ofrecía un trabajo y uno cambiaba de club sólo para asegurarse ese trabajo”, repasa Papita, admirador del campeón mundial Hugo Del Vecchio y figura de aquel Newell’s multicampeón que el creció viendo, además de ser campeón mundial con Argentina en 1950.

A fines de 2023 realizó una multitudinaria cena en la que homenajeó a muchas personalidades del básquet de la ciudad, pero en la que los presentes coincidieron en que el verdadero homenajeado debería ser él.

Entre sus recuerdos top que repasa a gran velocidad está el día que jugó el preliminar de la presentación de los Harlem Globetrotters en la cancha de fútbol de Newell’s, o cada viaje con su querida lepra, ya sea por básquet o fútbol. Al Rojinegro le reclama ante quien quiera oír algún reconocimiento a todas las glorias del básquet.

Flamini es un agradecido de El Ciudadano, con el que siguió la actividad del básquet con la edición papel desde aquellas participaciones de Newell’s en el TNA, porque su vínculo con internet es casi nulo y tampoco con las redes sociales, aunque extraña las viejas transmisiones de radio.

Pero a pesar de no llegar a meterse en el mundo del streaming, su recorrido de cada mañana por la ciudad hace que se entere de boca a boca quién juega, dónde y a qué hora. Y obvio de dar opiniones sobre el deporte que ama.

Cada vez que el árbitro pite en contra de algún equipo rosarino, la historia se repetirá, con Papita enloquecido detrás del aro para encabezar la protesta abriendo sus brazos. Ellos también lo perdonarán. Saben que está loco por el básquet.

 

 

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