El 6 de agosto de 2013, la explosión del edificio de calle Salta 2141 se cobró la vida de veintidós personas. La cotidianidad de la ciudad y su gente cambió para siempre. Entre la tragedia y el dolor floreció, es cierto, la solidaridad; también la búsqueda incansable de los familiares que clamaron por justicia muchas veces ignorados y desoídos con la distancia sorda de una justicia lenta que lejos está de ser imparcial. De aquella tragedia pasaron cinco años. La memoria no se detuvo y cada quien guardará su propio recuerdo de aquellos días de exasperante angustia y desamparo, y seguirá transitando su dolor al caminar por lo que quedó de ese escenario urbano devastado que hoy sólo expone un mural de ladrillos.
A comienzos de este año el gobernador Miguel Lifschitz firmó un convenio para el llamado a Concurso Nacional del Anteproyecto Salta 2141: Espacio Cultural y Educativo de la Memoria y la Música que permitirá la construcción de un sitio de memoria y recuerdo del trágico suceso haciendo del hecho una cuestión de Estado.
“¿Cómo se sostiene la memoria de la explosión de Calle Salta?”, se preguntó la ministra de Innovación y Cultura, María de los Ángeles Chiqui González, en diálogo con El Ciudadano. Lo expresó en el marco de la grabación del videoclip de la canción “Libros abiertos” que formará parte de un documental que por estos días dirige el realizador local Héctor Nene Molina y que produce el propio gobierno provincial en memoria de las víctimas de aquella tragedia.
Un único árbol se mantuvo en pie tras la explosión. Se trata de un jacarandá que este año volvió a florecer. Como una especie de metáfora, el documental plantea ese impulso para proyectar un futuro que indague en la reconstrucción de esa memoria o tal como indicó la propia ministra, “para que la memoria quede también en imágenes, para que la ciudadanía pueda hablar de lo que le pasó”.
Con producción del Gobierno de Santa Fe y guión del propio Molina, el trabajo mostrará la reconstrucción del nuevo edificio que albergará, entre otras cosas, al Instituto Superior del Profesorado de Música Carlos Guastavino y una biblioteca. Para la ministra González es fundamental que en ese lugar no quede un agujero o un negocio inmobiliario. Lo dice y lo repite a cada momento. “La primera cuestión que nos ponemos en frente es el respeto por los familiares. Ese ámbito donde se enterró tanto amor no podía ser un nuevo negocio inmobiliario porque la memoria es pública y privada, aunque los muertos son privados, son de cada uno”. Y destacó: “Es obligación del Estado mantener la memoria sino qué serían los derechos humanos”.
El memorial vinculará a la juventud, la educación y la música como una de las expresiones del arte más sublime. “Será muy hermoso en el mejor sentido: en lo reparador y en que quedará algo público para siempre. Para recordar, para hacerlo propio, para usar su enorme parque y estudiar música, para enamorarse, jugar, vivir; para que niños y jóvenes puedan dedicarse a la música que, nos parece, sería algo que les gustaría a muchos de los que se fueron”, comentó González para quien el documental sobre todo este proceso es “otra vertiente” que tendrá reportajes, recuerdos y un videoclip donde los bomberos, bailarines y músicos se mezclarán, y bailarán en medio del agua como una especie de desafío de «vamos a seguir vivos»”.
El videoclip al que hizo referencia la ministra y que formará parte de la película, se filmó el martes último en el Galpón 17 frente al Parque Nacional a la Bandera. Se trata de la canción “Libros abiertos” de Alejandro Bluhn y Carlo Seminara. De la grabación participaron más de ciento cincuenta personas entre cantantes, músicos, un coro, integrantes de los ballets Sipan, Toda la Danza y el grupo de la coreógrafa Mariana Salas, además del conjunto de percusión La Pegada. También participó personal de Bomberos, emergencia y perros rescatistas.
González contó que la película tendrá momentos duros y de dolor, “porque tiene que tenerlos pero transmitirá, en acción, que no es lo mismo que en palabras, el resurgimiento de un sitio de memoria que no nació de la dictadura sino de una responsabilidad de otros irresponsables que dejaron que explotara un edificio con toda la gente adentro”.
De agua, luz y música
En un parate del rodaje del martes, Héctor Molina dialogó con El Ciudadano. Allí contó que cuando comenzó a trabajar el proyecto, tres consignas “rebotaron” en su cabeza todo el tiempo: “El agua, la luz, y la música”. El realizador rosarino dijo que, a poco de empezar las entrevistas con los amigos, familiares de las víctimas y sobrevivientes, existió ése disparador que sobresalía más allá del dolor, la vocación y el pedido de justicia.
“El agua tenía un significado de búsqueda de la vida”, dijo. Y contó que cuando la madre de una de las víctimas le contó que el mejor amigo de su hijo Santiago Laguia era su perro, decidió sumarlos al film. “A algunos les parecerá una frivolidad o un disparate pero hoy (en el rodaje), cuando vi bajar a esos perros que son los que encontraron a las víctimas, me di cuenta que tienen tanto protagonismo como los bailarines y los músicos”, reflexionó, y se entusiasmó con una de las escenas que rodarían ese día en las primeras horas de la noche. “Será un quilombo bello entre perros, artistas y los bomberos y rescatistas tirando agua. Siento que estarán bendiciendo todo esto. Ojalá que podamos acercarnos a la evocación y al homenaje que tiene que ver con las bendiciones”, expresó.
Con relación al tono que marcará la película, Molina contó que será “una indagación de sacar a la luz la historia, los sucesos de cómo ocurrieron dándole mucha importancia a la mirada de los protagonistas que en este caso son los familiares y los sobrevivientes”.
Con la grabación del videoclip de “Libros abiertos”, el documental será intervenido por lo musical: “Lo hice no con el afán de buscar exploraciones inéditas sino que me pareció una muy buena conjugación. Tomarán parte ballets de géneros distintos, músicos y tambores para proponer un tono de celebración. No es un momento de joda y distención, es una celebración con belleza y con emoción”.
No es la primera vez que el director de Ilusión en movimiento y Noche de ronda aborda un tema de tal profundidad, dificultad y dureza. “El cine me permitió acercarme mucho al tema de la emoción y el dolor humano”, declaró antes de volver al rodaje al tiempo que tomó como ejemplo su primer film que realizó junto a Gustavo Postiglone: “Teníamos veinte años y estábamos en plena dictadura cuando hicimos Cabecita negra, una exploración sobre los niños desamparados. Así arrancó nuestra vida y aquello nos atravesó emocional y profesionalmente. Entendimos para qué puede llegar a servir mirar por la cámara. El cine tiene que servir para llegar, aunque sea con un mínimo de emoción y profundos conceptos, a profundizar en nuestra historia pasada y cotidiana”.