Casi como un escape, la obesidad es, según expertos, la compañera de la baja estima, del miedo a crecer, del miedo de aprender a defenderse y del miedo de animarse a sentirse bien. Los adictos a la comida, cuando se dan cuenta de su problema, buscan soluciones mágicas que le devuelvan el cuerpo que alguna vez tuvieron –o con el que alguna vez soñaron– sin pensar en las consecuencias que esto tiene en su salud física y psicológica, que pueden ser más que graves. Y peor, cuando esas “recetas mágicas” se esfuman con el correr de las agujas de la balanza. Ante ello, existen grupos de autoayuda que son pioneros en la educación para una alimentación saludable: la ONG Volver a Empezar lucha contra el flagelo de la obesidad desde 1998. Bajo la consigna de no hablar de “voluntad” sino de “entusiasmo”, usar “zapatillas” en vez de “pastillas” y no hacer dieta sino aprender a alimentarse, el grupo viene reuniendo a cientos de personas entre niños, jóvenes y adultos que ganan calidad de vida, salud y, por si fuera poco, también confianza en sí mismos.
Osvaldo Aronna, fundador y representante de Volver a Empezar, y Liliana Martini, coordinadora, compartieron con El Ciudadano algunas de las vivencias en los encuentros de cada semana. A su vez, confirmaron que el grupo, además de tener una reunión semanal en seis escuelas de Rosario, también tiene reuniones en Pérez, San Lorenzo y Zavalla (ver aparte).
“El grupo se creó en 1998, cuando unos pocos que veníamos padeciendo problemas de obesidad resolvimos juntarnos semanalmente para compartir experiencias y ayudarnos mutuamente a no seguir comiendo descontroladamente”, recordó Aronna. A su vez, el grupo fue creciendo, dado que el por entonces responsable de un dispensario de salud, que luego fue secretario del Área 8 de Rosario, el médico Miguel Ángel Rabia, le fue derivando a personas con problemas de obesidad agravados con diabetes, problemas en los huesos, hipertensión y otros padecimientos. “Así que nos derivó a médicos de distintos hospitales que hoy trabajan en Volver a Empezar”, relata Aronna. “Con la llegada de estas personas derivadas nos dimos cuenta de que la obesidad no era sólo un problema físico, sino también a nivel salud. Que era, realmente, un tema muy serio”, agregó.
¿Dieta o no dieta?
Aronna recordó que en las primeras reuniones del grupo de autoayuda buscaban hacer una dieta que excluyera las pastas y el pan, por sobre todas las cosas. “Pero nos dimos cuenta de que no se trataba de eso, sino de saber alimentarnos, de no comer sólo por impulso, un flagelo que veníamos enfrentando a diario”, admitió. De hecho, existen algunos consejos sobre cómo encarar una reeducación –o educación a secas– sobre la alimentación en el sitio web de la entidad: www.volveaempezar.com.ar.
“Hoy la gente busca soluciones mágicas y por eso baja cada tanto la asistencia a los grupos. Siempre digo que el ahogado no elige de dónde agarrarse para salvarse: da manotazos y se toma de lo que puede. Pero para alimentarse hay que saber qué se come y qué hace mal”, explica Aronna.
El equipo de coordinadores de Volver a Empezar está integrado por quienes han pasado por las reuniones. La mayoría de ellos ya tiene experiencia en haber luchado contra la obesidad en carne propia y por buscar una mejor calidad de vida, entonces saben y entienden de lo que hablan. A su vez, el equipo médico que asiste a los controles de los integrantes de las reuniones forma parte de efectores públicos como el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez, el hospital Provincial, y el Centenario. Incluso, el padrinazgo de Rabia les hizo posible también un convenio con el Ministerio de Salud de Santa Fe.
“Esto de la dieta no va. Tenemos una filosofía de un plan alimentario saludable, no sólo para obesos sino también para concientizar a la familia, porque la obesidad viene atacando de una manera muy fuerte, a pasos agigantados, a adultos y a niños, lo que es un dato preocupante”, advirtió Aronna. El fundador de Volver a Empezar se mostró en alerta por el auge de la obesidad en niños debido a la mala alimentación con comida chatarra y al poco ejercicio que realizan. “Hoy los padres tienen miedo de que los chicos estén en la calle y los dejan con la computadora o la tele en su casa. Nosotros de niños jugábamos a la pelota en la calle todo el día y andábamos de acá para allá. Eso influye mucho en la calidad de vida de estos chicos, y en su salud”.
¿Cuándo hablar de calorías?
Según el relato de Osvaldo Aronna, en los grupos hay un joven que se destaca por sus logros: tiene 31 años y bajó 171 kilos con el sistema de alimentación saludable. “Este chico pesaba 276 kilos y no hubo operaciones ni se le dio pastilla alguna, se fue educando de a poco sobre cómo alimentarse, qué cosas podía ir excluyendo de sus comidas diarias y ejercitándose”. Ante esta realidad, Aronna no quiso dejar escapar una advertencia: “Nuestro mensaje era y es no exigirle a nadie que llega a hacer tal cosa por obligación, sino que vayan haciendo su plan como puedan”. Por ejemplo, venimos de fiestas en familia, reuniones claves, no le podemos impedir a una persona que coma un trozo de pan dulce porque tiene tantas calorías: eso es inexplicable y es reprimir al paciente. Una actitud así no conduce a nada”.
Es más, hace poco, Aronna se enfrentó con una nutricionista en un set de televisión: “La mujer dijo que la gente debe tener cuidado con las almendras porque tienen muchas calorías. ¡Por favor! No podemos decirle a un obeso que se ponga a pensar en las calorías de una almendra en plena Navidad”, se plantó.
“Acá no hay que controlarse, hay que ser moderado. Si uno se entusiasma con el grupo, si se anima cada semana a dar un poquito más de sí, los resultados se van a ver”, completó.
Además, Aronna remarcó que durante los encuentros no se habla de dietas “ni de miedos, ni de vergüenza, porque el que falta a una reunión es porque no hizo las cosas bien durante la semana”, dice. Y remarca: “Ese faltazo no asegura –sino todo lo contrario– que haga las cosas bien la semana siguiente. Por eso les decimos a los que se anotaron que vayan igual, que si bajó muy poquito o nada, vayan y tomen fuerzas para poder retomar el plan con entusiasmo”.
Por su parte, Liliana Martini, coordinadora “y ex obesa”, como se define, destacó que en las reuniones se toman los tiempos de cada paciente: “Si viene una persona que come tres kilos de pan por día y un kilo y medio de facturas y tres gaseosas en el desayuno, no le podemos decir que de un día al otro se cosa la boca y que coma tres galletitas de cereal. Se puede hablar de calorías cuando apenas se tienen un par de kilos extra, suprimiendo la crema de leche por algo más liviano, o reemplazando un alfajor por una barrita de cereal. Pero con la obesidad no se juega y es una adicción, es algo crítico”, subraya.
En la misma línea, Aronna advirtió: “Necesitamos más zapatillas y menos pastillas. Y muchos, tarde o temprano, vuelven al grupo porque se van buscando el milagro y vuelven cuando se dan cuenta de que bajaron de peso (sólo una parte de lo que esperaban) muriéndose de hambre, con mucho sacrificio. Pero todo tiene un límite: cuando se cansan, o llegan al peso esperado, largan todo y vuelven a comer lo que comían antes. Y por ende vuelven a subir, inclusive más de lo que tenían antes de comenzar una de esas dietas inútiles”.