Es inminente: el gobierno provincial analizaba este jueves, un día después de la reunión con el comité de emergencia de especialistas, disminuir la circulación de personas en ciudades donde la tasa de contagios de coronavirus sigue en ascenso y la red de sistemas de salud, tanto por personal como por infraestructura, ya está presionada con más del 80 por ciento de su capacidad en uso.
Ginés, ministro de Salud: “Estamos llegando a unos números que merecerían unos cambios”
El gobernador Omar Perotti habló de la posibilidad de volver a la llamada fase uno –el “botón rojo” de la metáfora que usó el presidente Alberto Fernández– para las ciudades más afectadas en el sur provincial. Los epidemiólogos cercanos al gobierno recomiendan en cambio la fase dos de aislamiento para Rosario. Estos grados de fase, aunque remiten a disposiciones ya emitidas, no describen sin embargo con exactitud la letra chica del escenario que plantearán en su reedición (o retroceso). Rosario está hoy en fase cuatro, con pocas restricciones de movimiento. La duda es ¿qué actividades (comerciales, religiosas o de esparcimiento) serán impugnadas si se vuelve a fase dos?
Perotti advirtió que “si seguimos con este nivel de casos, volveremos a la fase 1”
Los infectólogos que consulta la Casa Gris coinciden en que una de las claves para evitar que la curva de contagios en el tiempo se siga empinando es reducir, y sensiblemente, el nivel de circulación en los distritos donde hay transmisión comunitaria sostenida del virus. La recomendación de especialistas a la gestión de Perotti es priorizar la disminución de la tasa de contagios por sobre la otra variable que el sistema político mira antes de cada decisión sobre la pandemia: el contexto de crisis económica y baja en ventas que impulsa cada vez más rechazo a las restricciones y empuja a su incumplimiento.
Para la infectóloga Marcela Vera Blanch, una de las asesoras de la Casa Gris, es necesario que el nivel de circulación de personas se reduzca al 25 por ciento.
En caso de retroceder a la llamada fase dos, se volverían a restringir, o bien cerrarían temporalmente, las actividades religiosas, las prácticas deportivas, las llamadas reuniones familiares y afectivas; la asistencia a bares y restaurantes –los locales quedarían habilitados sólo para la modalidad reparto y para llevar–, la visita a cementerios, museos y bibliotecas; la pesca y navegación recreativa. Y se sumaría la suspensión de la enseñanza de disciplinas artísticas y actividades artesanales a cielo abierto.
También, y no menos importante, el gobierno intentaría restringir las ahora denominadas salidas recreativas (caminatas o salidas de casa en «burbuja» de convivencia) y por lo mismo la visita a locales y centros comerciales.
En rigor, definió la infectóloga Blanch, la fase dos es una instancia en la que la movilidad se concentra en trabajadores esenciales y empleados administrativos.
Otro de los asesores del gobierno santafesino, Julio Befani, de amplia experiencia en la gestión pública, coincidió con su colega Blanch en la necesidad de bajar el nivel de circulación de personas en forma drástica. Ambos, y sus pares, lamentaron el progresivo abandono de las recomendaciones sanitarias por parte de un amplio sector social, lo que hizo empeorar todos los indicadores que se analizan para tomar decisiones políticas: el número de casos, la presión sobre los sistemas de salud, la tasa de contagios y el tiempo de duplicación de infecciones. Ninguno está en zona verde a esta altura en el sur provincial.
«En una fase sin restricciones como estábamos, la fase cuatro, puede sostenerse con una duplicación de casos cada 25 días. Al miércoles, llevamos una duplicación cada nueve días. Esto nos lleva a tratar de tomar medidas restrictivas mayores para dar respuesta a la patología», explicó Blanch con números. «La fase tres es cuando uno está con el tiempo de duplicación entre 15 y 25 días. Los números nos dan aproximadamente para estar en fase dos», aseguró la infectóloga: hoy, los contagios se multiplican por dos en menos de 10 días.
Befani, además, recomendó que se dicten restricciones cuyo cumplimiento se pueda monitorear y garantizar. Porque ya pasó, y a medida que crece el cansancio y los perjuicios de las vueltas atrás con las actividades liberadas, es mayor también su transgresión. La peor orden es la que no se cumple.
El infectólogo Julio Befani recomendó reducir drásticamente la circulación en Rosario