El poder terapéutico de la huerta mejora la calidad de vida y las capacidades cognitivas de los adultos mayores, según lo pusieron de relieve expertos en gerontología.
De acuerdo a lo informado, la huerta orgánica para adultos mayores implementada este año en el Centro Hirsch de San Miguel da sus primeros frutos ya que se convirtió en una actividad placentera para los mayores, flores y cosechas de alimentos, y una mejora de la calidad de vida que, por muy diversos motivos, impacta directamente en la salud.
“Ayuda mucho pensar en la naturaleza. Siempre me gustó y lo hago con cariño. Estoy siempre acá, riego todos los días; me cansa, pero me da tanta alegría…disfruto ver que las plantas te responden. Es como un animalito cuando lo cuidás, cuando te ocupás y te responde: con las plantas es lo mismo”, explicó Teresa Kersembaum, de 93 años.
Para los adultos mayores, que suelen sufrir de forma particular esta aceleración que la rutina imprime a su alrededor, el sólo hecho de bajar el ritmo sin dejar de estar activos, de tener una tarea que les permita ir contemplando día a día el fruto de su paciente esfuerzo, ya puede resultar de por sí terapéutico.
La idea con que se implementó el Taller de Huerta Orgánica en Hirsch –Centro de Excelencia en el Cuidado y la Atención de los Adultos Mayores, ubicado en la localidad de San Miguel, a escasos minutos de la ciudad de Buenos Aires– incluye estos objetivos y aún más.
“Estar en contacto con plantas estimula los lazos con la naturaleza, nos conecta con el medio ambiente, recrea el espíritu. Las actividades de la huerta resultan recreativas, creativas, útiles, y permiten ver frutos del trabajo y los cuidados realizados”, remarcó la licenciada Miriam Cohn, terapista ocupacional de Hirsch.
El innovador y original proyecto se inició en junio de 2011 por iniciativa del área de Servicio Social y Terapia Ocupacional de Hirsch.
El equipo de médicos, psicólogos, terapistas ocupacionales y especialistas en rehabilitación de este centro con más de tres cuartos de siglo de trayectoria lo diseñó como un modo de estimular las funciones cognitivas de los adultos mayores residentes en el lugar.
Bajo determinadas condiciones –sostuvieron los especialistas en base a un cúmulo de conocimientos y experiencias previas–, el trabajo en la huerta ayuda a las personas a desarrollar nuevas habilidades manuales o conservar la que ya se tiene, a fortalecer la ubicación temporal, a estimular la comunicación y las relaciones interpersonales, y a mejorar la autoestima y el protagonismo.
Con el asesoramiento de Alicia Irurtia, estudiante de Agronomía que brinda sus conocimientos técnicos al grupo, muchos de los residentes pusieron manos a la obra.
Comenzaron a identificar semillas, elaborar almácigos, sembrar y trasplantar, reconocer las diferentes especies de plantas y realizar su mantenimiento diario.
La organización del trabajo en la huerta responde a la base de los lineamientos del Centro Hirsch, que es evitar que la tendencia a la inactividad y el impacto de la institucionalización, aún cuando esta se realiza en las mejores condiciones posibles, influyan negativamente en la calidad de vida y en la salud de las personas.
La licenciada Gabriela Puerta, especialista en trabajo social de la institución, explica que para que esta actividad traiga beneficios terapéuticos a la población de adultos mayores debió ser adaptada a sus posibilidades.