Mientras las cámaras de los noticieros muestran una topadora derribando un búnker donde se vendía drogas en un barrio humilde de la ciudad, los vecinos saben que no pasará mucho tiempo hasta que vuelva a levantarse otro quiosco a pocas cuadras. Mabel Ríos, la docente que aseguró a El Ciudadano que en sus aulas los chicos “juegan a la transa”, sostiene que las madres no saben qué hacer; en ese marco en Rosario funciona Narcóticos Anónimos, que desde 1995 trabaja en la recuperación de adictos.
Alejandro, vocero de la organización, aseguró que “los grupos de ayuda han ido en aumento; hoy hay 20 en distintos barrios de la ciudad, la semana pasada se abrió uno en Capitán Bermúdez y hace poco que también estamos en Roldán y Funes”. Alejandro, por norma de Narcóticos Anónimos, no acepta fotografiarse ni dar a conocer su apellido.
—¿Qué es y cómo funciona Narcóticos Anónimos?
—NA es una confraternidad internacional que está en 120 países del mundo, desde que comenzó en 1953, en California, Estados Unidos. Llegó a la Argentina en 1987 y en Rosario funciona desde 1995. Es una organización abierta a los adictos y cerrada al resto de la sociedad. Cuando llaman a nuestra línea telefónica (4477423) les brindamos información de los lugares y horarios de cada grupo; no hacemos contención directa, no contamos con profesionales. Es una confraternidad de adictos que se ayudan entre sí. Cuando el adicto llega al grupo se les da una serie de herramientas para formar parte de la confraternidad, que es de ayuda mutua, no es de autoayuda. Nos ayudamos viendo cómo hizo el otro. Es un programa de 24 horas, no es un programa que promete una cura en tres años… La adicción es una enfermedad que no tiene una cura conocida, por eso nuestro lema es “sólo por hoy”. Nuestro objetivo es no consumir en el día; si yo tengo deseos de consumir tengo una cantidad de teléfonos para llamar a un compañero, y soy contenido por otro que ya pasó por esa experiencia. Hay gente en NA que hace 50 años que no consume; igual “es sólo por hoy”. Para nosotros, un día sin consumir es un milagro.
—¿Tienen estadísticas que indiquen un crecimiento en el consumo?
—No llevamos estadísticas por una cuestión de anonimato, sí notamos que hay un crecimiento constante. En 1995 comenzó a funcionar el primer grupo y hoy son 20 en Rosario: la semana pasada comenzó a funcionar uno en Capitán Bermúdez, hay grupos en Roldán y Funes, por ejemplo. Las reuniones son fluctuantes, no hay cifras. Cada zona de Rosario tiene un grupo y unos funcionan lunes, miércoles y viernes y otros, martes, jueves y sábados. No hay registros de asistencias a las reuniones, hay días que llegan cinco compañeros nuevos y por ahí se queda uno o tal vez los cinco. Este año se abrieron cuatro grupos y sí se ve a muchos jóvenes que van de los 15 a 20 años, cuando hace diez años las edades iban de 25 a 35, por ejemplo.
—Si bien no cuentan con profesionales, ¿tienen algún programa?
—Creemos que la adicción es una enfermedad que daña al espíritu, nos daña moralmente y enferma a nuestro entorno; es una enfermedad de pérdida. Por eso llamamos a nuestro tratamiento de recuperación y no de rehabilitación. El programa de NA tiene doce pasos que tienen que ver con la aceptación de que tenemos una enfermedad y que no es un problema de moral o que somos malas personas; tenemos que aprender a convivir con esa enfermedad y poder trabajar los síntomas porque es una enfermedad obsesivo-compulsiva. Consumimos a pesar de que sabemos que nos está haciendo daño y por eso hay que salir de esa obsesión. En su momento yo rechacé NA porque me parecía que no era serio que no hubiera profesionales, y sin embargo hace un año y medio que vine. NA no reniega de esto: si un compañero tiene un problema psiquiátrico no lo ayudamos nosotros, le decimos que asista a un profesional; si otro tiene problemas con la ley, le decimos que vaya a un abogado; ahora, si un amigo quiere dejar de drogarse, el mejor lugar es NA.
—¿Es un programa de abstinencia total?
—Parte del programa de NA es que cuando llega alguien no nos interesa qué hizo, ni qué consumía, ni cuánto dinero tiene, o si consumía mucho o poco, o si es una señora que toma pastillas o un pibe que por problemas de su adicción robó. Es más, en las reuniones no llamamos a las drogas por su nombre, decimos que somos alérgicos porque nos brotamos cuando probamos esas drogas. Es un programa de abstinencia total al consumo de drogas. Dentro de las reuniones las llamamos “sustancias” para no provocar en nadie el deseo de consumir. Nosotros no juzgamos, la única pregunta que hacemos a la persona que llega es qué quiere hacer con su problema y cómo lo podemos ayudar. En una reunión de NA las cuestiones personales no se juzgan, se comparten. No hay firmas de contrato, porque el contrato es con uno mismo, cada 24 horas. Es común escuchar promesas de que el adicto dice que no va a consumir más por su hijo o por su madre, y no funciona así. Es no consumir 24 horas.
—¿Cuentan con algún tipo de ayuda institucional?
—Nosotros no recibimos ayuda de ningún tipo de institución. Fuimos declarados de Interés Municipal, hicimos una campaña donde se pegaron calcos en los colectivos, pero nos autofinanciamos. Es una organización autónoma en toda la palabra solamente los adictos pueden sostenerla por nuestra convicción no hay una cuota, es libre y gratuita. NA funciona a partir de que el adicto asiste diariamente o semanalmente a un grupo, pero nosotros no somos responsables de la recuperación.
—¿Qué opinión tienen respecto de los operativos donde se derriban cocinas de drogas con topadoras?
—No tomamos posición de ninguna polémica pública, es una tradición de NA. Tampoco opinamos sobre cómo funcionan determinadas internaciones. En mi caso, por ejemplo, hice análisis diez años pensando que lo mío era un problema psicológico y no me sirvió. Hay gente que puede llegar a no tener la enfermedad de la adicción y consumir con éxito; eso no lo sabemos.