Sergio Olguín acaba de presentar «La fragilidad de los cuerpos», novela publicada por Tusquets. El autor presentará su libro este jueves a las 19;30 en el ECU (Espacio Cultural Universitario, San Martín 750), acompañado por el periodista de El Ciudadano, Juan Aguzzi. La presentación se realiza en el marco del lanzamiento de la Feria del Libro 2013 que se llevará a cabo en el mes de agosto próximo, que será anunciada por Silvina Ross, el rector de la UNR Darío Maiorana y la secretaria de cultura de la universidad Marta Varela.
El escritor Sergio Olguín estudió Letras enla UBA, fundó la mítica revista «V de Vian», actualmente es jefe de redacción de la revista «Lamujerdemivida». Lleva publicados libros de cuentos y las novelas «Lanús», «Filo», «El equipo de los sueños», «Springfield»; en 2009 con «Oscura monótona sangre» ganó el V Premio Tusquets de Novela. Dialogamos con Olguín sobre la que empezó siendo una nueva novela y, gracias a un personaje atrapante, pasó a ser el comienzo de una saga.
– ¿Le llevó mucho encontrar un título tan preciso para una novela policial como «La fragilidad de los cuerpos»?
– Tuve que googlearlo porque pensé que tenía que existir, ya que sobre el tema de la fragilidad humana se ha reflexionado mucho. Me sorprendió comprobar que no había ninguna obra que se llamara exactamente así. Y ese título da perfectamente con lo que quería contar, que es la fragilidad del cuerpo humano frente a la máquina, al mejor estilo modernista de comienzos del siglo XX donde la máquina -en este caso un tren- puede destrozar un cuerpo. Y, a la vez, la fragilidad del espíritu, de los sentimientos, que hace que una persona cuando se enamora o desea a alguien puede terminar destrozado, que es el otro tema de la novela.
– ¿Buscó marcar desde el comienzo esa fragilidad con un intrigante suicidio?
– Es un suicidio raro. Lo comete un maquinista de tren que deja una carta donde confiesa que ya no soporta cargar con la culpa de haber matado gente, y sobre todo de haber atropellado a un niño. El hecho dispara una investigación policial. Y la protagonista, la periodista Verónica Rosenthal, siente que hay algo que debe investigar, que detrás de la muerte de ese chico tiene que haber algo más. Y eso es cierto.
– Así transforma a una periodista porteña en una detective de clásica novela negra.
– Verónica es una treintañera que proviene de una familia de prestigiosos abogados. Es una mujer muy apasionada por su oficio periodístico. Y si se parece a los detectives de la novela negra no es sólo por su afán de investigar y su sentido de la ética, sino también porque es una fumadora empedernida, le encanta tomar whisky, no tiene problemas de vivir una vida sexual libre, se comporta de manera totalmente desprejuiciada. Y ahora está obsesionada por conseguir lo que quiere, llegar a la verdad de su investigación. Tomé ese modelo de la novela negra estadounidense y lo traspolé a una mujer argentina, y me di cuenta de que ella perfectamente podía existir en más de una redacción periodística.
– ¿Buscó intensificar la verosimilitud dando constantemente detalles de la realidad?
– Busqué visualizar lo real desde un lugar totalmente ficticio. Como no se trata de una crónica periodística, quise que el lector se sintiera transportado a una realidad, que dudara si los hechos narrados no pertenecen a algo que verdaderamente ha ocurrido, que se preguntara si esos juegos macabros entre chicos en las vías de los trenes ocurren realmente, si detrás de ellos hay una mafia. Me seduce la idea de que la realidad se convierta en ficción, y que la ficción se vuelva realidad.
– ¿Cómo se le ocurrió el tema de la novela?
– El origen está en un cuento que escribí hace unos diez años para una antología de relatos sobre trenes. Yo había visto unos informes en televisión, en el programa que hacía Fabián Polosecki, donde se hablaba de maquinistas que habían atropellado gente, de los que se suicidan arrojándose al paso de un tren, y cómo los maquinistas quedaban mal de la cabeza por eso. Me pareció un buen tema para un cuento. Después me siguió interesando la relación de los protagonistas, un maquinista y una periodista. Quería desarrollar esa relación que empezaba siendo de amantes y se iba convirtiendo en una intensa relación sadomasoquista. Con esa intención comencé a escribir la novela. Pero a medida que escribía eso me iba aburriendo, iba pasando a ser una relación típica de él casado, ella soltera y los reclamos habituales. Me empezó a interesar más la investigación periodística, y la novela erótica dio paso al policial clásico. Verónica entonces toma independencia de Lucio y pasa a ser la protagonista de la historia.
– ¿Por qué se da tanto actualmente la novela policial en nuestra literatura?
– En este momento está muy de moda, pero es una moda con continuidad. Es el género que mejor ha funcionado en la narrativa argentina. Nuestro país es bastante resistente a la literatura de género, a diferencia de la literatura estadounidense donde el relato de género tiene un desarrollo muy grande. Acá salvo el género fantástico, que estuvo bendecido por Borges, no ha habido otros géneros que se hayan destacado, injustamente. El policial es otro género bendecido por Borges y Bioy Casares, lo que le ha dado cierto lugar dentro de la literatura culta. Ha habido, a la vez, una tradición del policial popular en revistas. En los últimos años eso ha explotado con la literatura joven, con autores que no le han temido a la literatura de género, y sobre todo al policial. Si hay un género que define a la literatura argentina es el policial, acaso porque en algún punto ha reemplazado a la novela política. Cuando uno quiere hablar de temas políticos utiliza el policial, por algo será. Está muy vinculada una cosa con otra. Además es un género donde aún se pueden hacer muchas cosas. Enla Argentinahay cierta resistencia al realismo tradicional, siempre ha sido visto como un género menor a pesar de que es el más importante. De Roberto Arlt para acá, escritores como Enrique Medina o Jorge Asís siempre han sido relegados por la crítica. Si se piensa en escritores que se destacan para la crítica académica en los años 70 no son Asís y Medina, ni Soriano y Fontanarrosa en los 80, el modelo de escritor de referencia que se toma, por más que fueran los más importantes. Hay una especie de consideración crítica como si fueran autores menores. Eso se traslada al realismo en general, y el policial es entonces, en algún punto, una excusa para poder desarrollar el realismo tradicional desde un lugar más bendecido, si se quiere más ilustre.
– Así su policial se abre a lo erótico, a lo social y a lo político.
– Siempre es interesante poner esa tensión dentro del material narrativo. Cuando escribí «Springfield», una novela juvenil que transcurre en Estados Unidos, recordando que en todas mis novelas anteriores los malos habían sido de la policía bonaerense, me dije: por fin me voy a sacar de encima la bonaerense, y cuando me puse a escribir me di cuenta de que seguía escribiendo sobre los mismos temas y aparecía un policía de la bonaerense becado en una academia de policía de los Estados Unidos, que era el malo de la novela. Pareciera que las obsesiones sobre las que uno escribe, son siempre las mismas.
– ¿Ahora qué está escribiendo?
– Trabajo mucho con la mente primero, antes de ponerme a escribir. Trato de armar la novela en la cabeza. Lo primero que tengo son imágenes. Veo escenas de las novela. Lo que quiero hacer ahora es una saga de novelas con Verónica Rosenthal de protagonista. En este momento estoy tomando apuntes para el segundo volumen de la periodista investigadora. Va a estar de vacaciones en un pueblo del norte argentino y van a ocurrir dos crímenes y ella se va a poner a investigarlos. Tengo ideados algunos personajes, y los que van a reaparecer de los que están en «La fragilidad de los cuerpos». Espero tener terminada una primera versión de la nueva novela para comienzos de otoño del año que viene.
Entrevista de Máximo Soto. Ámbito.com