“Queremos decirle a la ciudad que es un tiempo de cambiar. Con todo lo que cueste, pero tenemos que transformar esta maldición en bendición”, expresó Eduardo Trasante, pastor evangelista y padre de Jere, una de las víctimas del Triple Crimen de Villa Moreno, y de Jario, víctima fatal de un disparo (ver página 16). La doble tragedia convirtió a Trasante en una voz que producía respetuoso silencio en la tarde de ayer, cuando una creciente columna de varios centenares de manifestantes confluyó en el Monumento con otros grupos y personas sueltas. Era una nueva movilización en reclamo de seguridad y justicia, pero exigiéndolo desde una una marcha de fortaleza y tristeza infinitas. Al menos eso es lo que parecía flotar encima de los carteles que se levantaron con la cara de esos pibes y pibas que siguen cayendo ya casi todos los días. Mélani, Gustavo, Pipo, Gaby, Lucas, Iván, Nicolás, Daniel, Laura, Mía, Leonel y los 22 muertos de la tragedia de calle Salta. Ninguno excluyendo la catástrofe del pasado 6 de agosto llegaba a los 30 años. Pocos habían pasado los veinte y algunos ni siquiera cumplieron los diez.
Pareciera que la lluvia de ayer frenó para que todos puedan tomar el colectivo, agarrar la bici, la moto, el auto o llegar a pie y a tiempo al Monumento a la Bandera. En el mismo lugar se había convocado para la maratón nocturna de Sonder y el contraste fue muy fuerte. El grito quebrado por justicia y seguridad estuvo acompañado por luces de colores, música electrónica y un entusiasta animador que incitaba a los deportistas a moverse. Algunos maratonistas, sin embargo, frenaron y se unieron en los aplausos y la indignación.
El acto fue corto y a megáfono abierto. Hubo un minuto de silencio que no fue acompañado por el entorno deportivo. Nadie, en ningún momento, pidió mano dura. Sí hablaron a todos los vecinos de la ciudad para que se arrimen, participen y se unan. “Seguridad para los que están, justicia para los que no”, fue la consigna. Simple y concisa.
“La intendenta tendrá que inaugurar un cementerio por la ciudad de muertos que hay cada día”, dijo un padre desde el megáfono. Los carteles estuvieron levantados durante todo el acto: “Seguridad, compromiso, prevención”, “Basta de asesinos sueltos”, “Sin justicia no hay vida”.
Una chica sostiene con fuerza un cartel que pide justicia por Lucas Pérez. No puede hablar. “Me quiebro, boluda”, le dice a una amiga que lleva un cartel similar. Le pide a una chica rubia, Paola, que hable. “En Rosario pasan más que maratones. Pasan muchas cosas más. Hay un muerto por día en Rosario. Esto es un problema de todos, no solamente mío, que me mataron a mi cuñado”. Lucas Pérez tenía 28 años, era músico y acababa de llegar de un viaje a Europa por el que había ahorrado toda su vida. En agosto de 2013 estaba de compras en un negocio cuando entraron a robar. “Creemos que salió el dueño del local a los tiros, y un disparo alcanzó a Lucas. Falleció un día después. Volvió y nos lo arrebataron de las manos”.
“Tenemos que sembrar un pensamiento de fe. La fe de cada uno tiene que contribuir a bendecir la ciudad. Los dolores generan mucha amargura, impotencia, bronca. Uno declara y profesa eso que se siente. La Biblia dice que nuestra palabra tiene poder: poder de vida, de muerte, de bendición y de maldición. Creo que el dolor de la ciudad hace que esté cada vez más maldecida, como fruto de lo que se está viviendo. Queremos decirle a Rosario que es un tiempo de cambiar, con todo lo que cueste, pero transformar la maldición en bendición. Lo necesitamos por nuestros hijos, nietos y los que quedan que tienen expectativas de tener un final feliz”, dijo Eduardo Trasante. El pastor está de pie. Le mataron a dos hijos y su mujer murió luego del primer asesinato. Jeremías Trasante, de 17 años, fue una de las víctimas del Triple Crimen de Villa Moreno. “Era un tipo súper alegre y tenía un don especial, de ayudar los pibes”. Jairo Trasante fue asesinado el 2 de febrero de este año. Tenía 17 años. “Era el poeta de la casa”, alcanzó a decir Eduardo. Luego, quebró en llanto.
Cristina se acercó a ayer a reclamar por justicia para su hija y su nieta. “Pido seguridad para los que quedan y justicia para los que no están. Nadie se puede salvar de esto. Esta ciudad está llena de chicos y adolescentes y estoy por ellos”. Hace un año y un mes mataron a Laura (27) y Mía (4). Laura trabajaba en La Fluvial de noche y Cristina se quedaba cuidando a sus dos hijos. El día que la mataron, ella había pedido cambiar el turno para estar con sus hijos. Esa noche entraron a robar a su casa y los ladrones mataron a Laura y Mía a martillazos. “Su hijo mayor se salvó milagrosamente. Mi papá no soportó estas pérdidas y murió. En nueve meses perdí a toda mi familia. Con estas movilizaciones nos ayudamos y contenemos entre todos los familiares. Lamentablemente cada vez se suman más” dijo Cristina.
“Es horrible estar acá. Sacás fuerzas no sabés de dónde para tener a tu hijo pegado en una foto”. Betina es la mamá de Nicolás, de 19 años. A Nicolás lo mataron en barrio Tablada el 31 de agosto de 2013. Había ido a visitar unos amigos. “Se ve que se confundieron o le quisieron robar, porque cuando se da vuelta le pegan tres tiros en la espalda”, dijo Betina frente al grabador. Aclaró que su hijo no tenía antecedentes, como si de esa manera justificara algo. Como si con antecedentes se legitimara la muerte de un chico de 19 años. Nicolás le hacía un cariño tirándole el pelo y haciéndola reír. “Pedimos justicia legal, no salimos a hacer desastre aunque sabemos dónde viven los que mataron a nuestros hijos. Levantamos sólo una bandera: la de los veintinueve muertos que tenemos”, cerró Betina.