Meterse con los clásicos no es un desafío menor ni mucho menos un camino allanado cuando los que lo hacen son artistas que descollan cada uno en su especificidad profesional. Ese reto decidieron enfrentar el armoniquista rosarino Franco Luciani y el pianista porteño residente en España Federico Lechner, junto a su grupo, que completan Pablo Motta en contrabajo y Diego Alejandro en batería. Y lo hicieron nada menos que con Carlos Gardel para engendrar, como resultado, Gardelería, un disco con once himnos arreglados para trío de jazz y armónica que, esta noche, darán a conocer en Rosario en el marco de una gira nacional. El grupo se presentará, desde las 21.30, en el Salón Auditorio de la Plataforma Lavardén (Sarmiento y Mendoza).
“Tanto Franco como yo adoramos la música de Gardel y le tenemos muchísimo cariño, y a la vez creemos que a él no le hubiera importado escuchar lo que hicimos con sus temas”, destacó Federico Lechner en diálogo con El Ciudadano.
Gardelería incluye once composiciones de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera a partir de las cuales Lechner y Luciani dibujan un singular camino, dando a los clásicos un nuevo enfoque y trabajando lo sonoro y armónico con influencias que son parte de sus ADN musicales.
Así suenan “Caminito soleado”, “El día que me quieras”, “Lejana tierra mía”, “Amores de estudiante”, “Por una cabeza” y “Volver”, entre otros temas que los músicos ponen sobre la mesa para invitar a recorrer y redescubrir a Gardel con espontaneidad, infinitos latidos y nuevos colores.
—¿Cuáles fueron las motivaciones que los llevaron a encarar este trabajo sobre una parte de la obra de Carlos Gardel?
—En lo personal, vengo trabajando la mezcla de tango y jazz desde hace unos quince años, y cuando nos juntamos con Franco, descubrimos que los dos compartíamos esa misma inquietud por hacer una especie de jazz de raíces argentinas. Hace un par de años tuve la idea de hacer un disco con música de Gardel porque también creo que la figura de “Gardel compositor y creador”, que para mí es una de las piedras angulares de la música argentina, muchas veces queda eclipsada por su figura como cantor.
—En el caso de un creador tan prolífico como Gardel, ¿cómo llegaron a seleccionar estos once temas?, ¿qué quisieron transmitir con estas canciones?
—Lo que siempre estoy pensando es en la improvisación. En el fondo, como músico de jazz que soy, para mí, cualquier tipo de tema es una excusa para improvisar sobre eso. Traté de ver qué me inspiraba de esas canciones para luego hacer la improvisación que podía ser una progresión armónica, un motivo melódico como en el caso de “Por una cabeza”, donde sale algo más expresionista, más free; desde un riff (frase que se repite muchas veces) como hacemos en “Esos ojos raros”. Obviamente, lo primero que tuvo que pasar para estar en el disco fue que el tema nos guste.
—¿Con qué metas fueron elaborando los arreglos para hacer nuevas versiones de temas tan conocidos?
—Desde mi perspectiva de músico de jazz vivo manipulando música de otros que admiro, y creo que uno puede ser, a la vez, cariñoso, muy libre e irreverente: tanto Franco como yo adoramos la música de Gardel y le tenemos muchísimo cariño, y creemos que a él no le hubiera importado escuchar lo que hicimos con sus temas porque él, justamente, era un tipo muy abierto, que no sólo escribió y cantó tango sino también cosas de folclore, canciones francesas, y le gustaba mucho el jazz. En cuanto a las versiones, las canciones, realmente no están muy arregladas en el sentido de que no están demasiado escritos los arreglos; todo se basa en conceptualizaciones o ideas. Luego sí, hay modificaciones a nivel rítmico como puede ser en “Amores de estudiante”. En otros temas, hay pequeñas armonizaciones pero no demasiada pluma. Hay muchas ideas y un buen trabajo grupal en tanto comunicación, improvisación y acompañamiento, que es lo más lindo del jazz.
—¿Existió un trabajo en pos de que las canciones no suenen exactamente igual a las originales, o no les preocupó ese fin?
—Bueno, en verdad no, porque a veces depende más de quien escucha que de quien toca. Los músicos de jazz vivimos tocando temas que se hicieron un millón de veces e intentamos que cada noche vuelvan a sonar frescos y diferentes. No es lo mismo que en otros estilos como el rock o el pop, donde se trata de hacer una ejecución más fiel. Nosotros, desde el vamos, sabemos que cada canción será diferente y, de hecho, hasta las versiones en concierto de los mismos temas del disco suenan distintas.
—El vivo implica otra energía. ¿Cuánto de improvisación hay en sus conciertos?
—Creo que la energía del jazz y de muchas músicas está más en el directo que en el disco. Sin desmerecer lo que es el álbum, creo que es más intensa la música que hacemos en directo. El 80 por ciento del tiempo que tocamos en vivo es improvisado. Los temas se plantean y sobre eso se improvisa.
—¿Cómo diagramaron la presentación?
—En el concierto haremos algunos temas de Gardelería, dos o tres de nuestro primer disco, Falsos límites, y un par de canciones de (Aníbal) Troilo que queremos mostrar en Rosario antes de hacer en Buenos Aires como parte de un pequeño homenaje a su persona.