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Para tener futuro hay que democratizar el conocimiento

Queremos una Universidad que haga grande a nuestra nación, que se ponga al servicio de la sociedad y que sea parte del motor estratégico para consolidar un verdadero proyecto de país, a largo plazo y con posiciones consolidadas. Donde estudiar no sea un privilegio, sino un derecho.

Estamos encaminados a cumplir 100 años de la reforma universitaria, la cual generó cambios importantes en la vida de la Universidad: el cogobierno, la extensión universitaria, la libertad de cátedra, la posibilidad de asistir libremente al dictado del cursado.

Pero el más significativo fue la posibilidad de los y las estudiantes de poder elegir sus autoridades gremiales y participar democráticamente en el gobierno de la Universidad.

Más tarde, dos decisiones importantes para la Universidad que parecieran arrancadas de la historia del país hicieron el broche de oro de la reforma: la creación de la Universidad Obrera, la actual Universidad Tecnológica Nacional (UTN) y la gratuidad de la educación superior eliminando los aranceles.

La primera piensa en una universidad moldeada a la necesidad del trabajador o trabajadora que requiere profesionalizarse, y la segunda abre las puertas de la Universidad para que los hijos/as de trabajadores/as puedan acceder a una educación universitaria.

Sobre el peronismo se generó un mito: que era más fácil repartir alpargatas que libros.

Con la gratuidad de la universidad, la matricula creció un 400 por ciento, posibilitando que argentinos/as que nunca pensaron en la posibilidad de poder tener un título profesional se reciban.

Por otro lado, las 19 universidades creadas en la década pasada hicieron la Educación Superior un bastión de apertura y excelencia académica.

Claramente el peronismo puede hacer mucho más.

Al cumplirse la reforma universitaria, creemos que debemos empezar a marcar y delinear las líneas de construcción de la academia que queremos.

Queremos una Universidad que debata, que ponga las cartas sobre la mesa y se discutan realmente los verdaderos problemas de la sociedad: la seguridad ciudadana, la desnutrición, la problemática habitacional, la inserción laboral, el respeto de los derechos fundamentales de las personas, la distribución de riquezas, pero especialmente el valor justicia.

Queremos una Universidad que sea plural, que tenga la capacidad de sumar a todos los sectores y a cada uno de los actores que componen la vida universitaria, pero particularmente a las minorías, a los sectores marginados y a los que nunca están en la mesa de decisiones.

Queremos una Universidad que mire hacia fuera, que abandone la comodidad de sus edificios y que salga a responder lo que reclama la sociedad, que no sólo piense sino que se dedique a resolver los problemas nacionales.

Queremos una Universidad donde la inclusión social y excelencia académica sean dos brazos de un mismo cuerpo, donde el trabajador de la economía popular no sólo sea el que lleva el alimento a los comedores universitarios, sino que sea un compañero de cursado.

Queremos una Universidad que cree herramientas para que no sólo el trabajador ingrese sino también que se gradúe. Que construya residencias universitarias, para el que viene del interior y no puede pagar un alquiler, que implemente un programa de jardines maternales para las madres y padres que quieren estudiar, y que respete las franjas horarias, para que los que trabajen pueda finalizar sus estudios.

Queremos una Universidad que tenga una real extensión universitaria, que sea la propia institución la que dé soluciones reales a lo que sucede en el día a día, desde que una persona pueda acceder al servicio de justicia hasta que pueda ser parte de un proyecto tecnológico de avanzada.

Queremos una Universidad que piense futuro, que esté a la altura de las circunstancias, donde la ciencia y la tecnología sean el puntapié inicial para avanzar en la construcción de nuevos derechos, que sean trinchera para frenar los avances del neoliberalismo, y epicentro de los debates y la propia historia.

Queremos una Universidad que haga grande a nuestra nación, que se ponga al servicio de la sociedad y que sea parte del motor estratégico para consolidar un verdadero proyecto de país, a largo plazo y con posiciones consolidadas. Donde estudiar no sea un privilegio, sino un derecho.

Queremos una Universidad que piense en un modelo argentino, donde la industria sea la verdadera matriz económica, donde las economías regionales sean promovidas, donde el campo sea el motor que impulse la economía, donde el sistema financiero tenga como objetivo la estabilidad económica del país y donde la sociedad tenga la posibilidad de vivir con una verdadera justicia social.

La alta deserción universitaria que estamos viviendo no es un hecho aislado, sino que es parte de un proyecto de país liberal y conservador. La deserción no disminuye únicamente con planes, con becas o programas, sino construyendo una Universidad que esté al servicio del pueblo, que se piense como parte esencial de la sociedad y capaz de articular nuevas y mejores mayorías.

Y para esto es necesario democratizar la Universidad, que el conocimiento no sea materia de unos pocos y el saber sea punta de lanza para frenar el avasallamiento de los derechos y las conquistas que logramos argentinos.

(*) Consejero Superior UNR – Movimiento Universitario Evita

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