Ezequiel Guerrico (*)
Es el 23 de marzo de 1975. Es otoño en Villa Constitución y en todo el país. Las plantas de Acindar, Marathon y Metcom son ocupadas por sus trabajadores, aquellos que no cayeron presos tres días antes, cuando la ciudad fue sitiada por la represión legal e ilegal bajo el gobierno de Isabel Martínez de Perón. Según el decreto firmado por el ministro del Interior, Alberto Rocamora, allí se cocinaba “un complot subversivo” para destituir a la presidenta. Durante la ocupación, el ejecutivo de Acindar Roberto Pellegrini, que ocupaba la oficina de recursos humanos, pide una reunión con los trabajadores con el objetivo de conocer cómo estaba el ambiente entre ellos. Allí ensaya un cínico mea culpa y admite: “Hay gente injustamente detenida”, en referencia al encarcelamiento de más de 300 activistas obreros de la Lista Marrón y a la llegada de 4 mil efectivos de distintas fuerzas del Estado, además de la Triple A y otros grupos paraestatales. Frente a esto, los obreros le piden sacar una solicitada en los diarios con dicha declaración, en un intento de frenar la represión, los secuestros y el estado de sitio que se vivía en la ciudad industrial. La respuesta del ejecutivo fue una carcajada.
Este alfil de la patronal era la mano derecha de Pedro “Caballo” Aznares, un oscuro personaje que revestía de jefe de personal de Acindar, cuando no hacía de cursillista de la Iglesia Católica de la rama pre-conciliar; amigo íntimo del párroco local Samuel Martino, recordado por festejar con campanadas la llegada de la represión a Villa. Años antes de estos hechos, y en esta misma ciudad, Aznares recibió –no pocas veces– en sus retiros espirituales a figuras de la talla de José Alfredo Martínez de Hoz y Juan Carlos Onganía.
El Caballo debía presentarse este lunes 25 de marzo de 2019 en los Tribunales Federales de Rosario a la indagatoria por su participación en el genocidio en Villa Constitución durante el año 1975. Sin embargo, adujo por su vejez no poder trasladarse a ese encuentro con la Justicia.
Así nos lo contó el metalúrgico Victorio Paulón en una entrevista que realizamos en las puertas de los Tribunales, en virtud de un documental que narra la historia de Los Villazos: «Aznares confeccionaba las listas de los compañeros que fueron secuestrados, perseguidos o encarcelados. Y Pellegrini era su mano derecha”.
La patronal de Acindar, por aquellos años todavía en manos de la familia Acevedo, estaba al frente de una de las empresas que comandaron el golpe militar de 1976. Tal fue su participación en el genocidio, que adentro de sus propias instalaciones funcionó un centro clandestino de detención. Se improvisó en unos albergues para trabajadores solteros, que también hacían las veces de espacio para pernocte de los empleados jerárquicos de la empresa que no residían en Villa.
En distintas entrevistas, las hijas y los hijos de aquellos obreros nos confiaron que apenas algunos años antes, en esas mismas instalaciones, la empresa festejaba el Día del Niño repartiendo juguetes. Esos niños y esas niñas recibían muñecas, pelotas de fútbol, globos de colores, tal vez de la mano de sus padres o madres, sin saber que en ese mismo lugar serian torturados y asesinados cientos de trabajadores.
Pasaron 44 años de silencios cómplices de la Justicia y el poder político. Pasaron 44 años y nunca pudieron demostrar el “complot subversivo”. Pasaron 44 años y la gran deuda de la democracia ha sido el encarcelamiento de la pata civil de la dictadura, en especial de aquellos que comandaron el golpe brindando dinero, logística, y entregando a los obreros díscolos, obreros a los que el radical Ricardo Balbín denominó “guerrilla fabril”.
Una foto por la memoria
Este lunes 25 de marzo, a 24 horas de haberse conmemorado un nuevo aniversario del golpe genocida cívico eclesiástico y militar, en un subsuelo de los Tribunales Federales de Rosario, Roberto Pellegrini tuvo que dar la cara, no sin antes increpar al equipo de documentalistas que estábamos allí. Vaya paradoja que una foto moleste tanto, más aún cuando el acusado, en sus años de “combate” contra los obreros antiburocráticos y clasistas, llamó al personal a una sesión de fotos para renovar las credenciales de planta. “La credencial nueva nunca llegó; pero cuando fue la Policía Militar a buscarme a mi casa tenían esa foto en mi legajo”, recordó José Musio, obrero de Acindar.
Hoy queremos que llegue la foto de este personaje que se mantuvo en la impunidad y en libertad durante tantos años. Y que aquellos que luchamos por la memoria, la verdad y la justicia abracemos y acompañemos a estos trabajadores, a las mujeres que lucharon codo a codo y al pueblo villense; exigiendo justicia pero también reconociendo esas grandes gestas que se denominaron Los Villazos. Y que frente a los ataques del gobierno actual, que tal como Acindar tiene en su ADN la participación en el terrorismo de Estado, las y los trabajadores, la juventud y el pueblo pobre retomen las experiencias de lucha de Villa Constitución en los años 70.
(*) Realizador audiovisual. Forma parte del equipo de documentalistas que integra también la fotógrafa Cecilia Sarmiento que trabaja sobre la historia de la UOM de Villa Constitución, el Villazo y la represión que se descargó a 50 kilómetros de Rosario a partir del 20 de marzo del 1975. Estos hechos comenzaron a juzgarse este lunes 25, en un proceso que está previsto hasta el próximo martes 16 de abril