“Una vez superada la barrera de los subtítulos descubrirán películas maravillosas”, le espetó el director de Parásitos», el surcoreano Bong Joon-ho, al público estadounidense. La película se coló en la premiación de los Oscar, no sólo como nominada a mejor película en lengua extranjera sino también a la categoría principal, con su descarnado relato del capitalismo, de sus consecuencias y del abismo que hay entre sus clases sociales.
En Parásitos hay una familia de clase media venida a menos que se cayó del sistema, a tal punto que la ilustran viviendo en un sótano. Como toda clase media, tiene aspiraciones de escalar y maquinan un plan para levantarse, trabajando para una familia de la alta sociedad surcoreana, aunque en ese camino también tengan que someter a los de su condición. Y por su parte esa familia “rica” que aparenta ser generosa, en el fondo los desprecia, lo que en el filme se traduce en el “olor a pobre” o “a transporte público”. Sólo hace falta la chispa que encienda el conflicto y desate el instinto de quienes son oprimidos.
¿Por qué “pegó” la película? Por su universalidad. Como dijo su director: “Todos vivimos en el mismo país llamado capitalismo”. Podríamos hablar de las dos caras de Seúl, pero son las dos caras (o las múltiples caras) de cualquier ciudad. Este verano nos dio sobradas muestras en Argentina. Divas de la televisión mandaron a los pobres a trabajar en un gallinero en el campo; Empresarios tiraron corderos desde helicópteros para divertirse; entre otros ejemplos. La tensión, a veces mortal, llegó al más reciente caso de la patota de rugbiers que asesinó a un joven en Villa Gesell.
No es la primera
Parásitos es la novena película de Bong Joon-ho. Primero apostó al terror y en las últimas volcó tensiones sociales. La penúltima fue Okja, un relato de una competencia internacional por ver quien criaba el cerdo genético más grande y rico para resolver el problema mundial del hambre. Detrás de esa idea el sur coreano denunció la maquinaria de la industria alimenticia y la tensión con quienes practican e impulsan formas más amables con el medio ambiente para conseguir comida.
Antes que Okja Bong Joon-ho había desembarcado en la industria cinematográfica estadounidense con Snowpiercer, una película sobre un futuro postapocalíptico donde lo que queda de la humanidad vive dentro de un tren que da vueltas al mundo, ya congelado por la crisis ambiental. Similar a Los juegos del hambre, el tren está dividido por clases sociales que entran en tensión, como en Parásitos.
El cine de Bong Joon-ho impacta porque tiene giros y un humor negro que no abundan en el cine norteamericano, por lo menos en el mainstream, aquel que llega a estas partes del mundo. Parásitos ya viene en su camino cosechando premios (Globo de Oro, Sindicato de Actores de Estados Unidos), por lo que un triunfo en los Oscar es factible y hasta necesario.