Alejandro y Aníbal se conocieron por internet hace 14 años. Los enamoró un deseo: el de ser padres. Se instalaron en Rosario y trataron de hacerlo por todas las vías posibles. Ahora, el fallo que autorizó una subrogación de vientre en Río Negro les dio una nueva esperanza de hacerlo realidad.
Alejandro vivía en Buenos Aires y Aníbal en Rosario. Durante un tiempo mantuvieron una relación a distancia. En 2010 se aprobó la ley de Matrimonio Igualitario y se mudó a Rosario. El amor echó raíces a orillas del río Paraná. En febrero se casaron y celebraron con una fiesta para toda la familia.
El deseo de tener un hijo se hizo más fuerte. La pareja investigó sobre fertilización asistida y vientre subrogado, una práctica que famosos como el conductor Marley logró, pero en Estados Unidos. Una amiga de Alejandro y Aníbal les donó los óvulos y la madre de un amigo propuso su vientre. Al año dieron con una clínica de fertilización asistida en Estados Unidos y con otra en Buenos Aires. En 2013 la ley obligó a las obras sociales a cubrir los tratamientos de fertilidad e hicieron el trámite. Les reconocieron sólo la fertilización. La gestación, les dijeron, quedaría a cargo de la mujer.
“Queremos ser padres dentro de una familia. Es el objetivo de mi vida. Un sueño que tengo desde antes que estuviera la ley de matrimonio. Queremos extender el cariño que nos tenemos, pero desde casa”, dijo Alejandro a El Ciudadano.
El primer contacto con una clínica de fertilidad lo hicieron vía Skype con Estados Unidos. Era muy caro y no les dejaron enviar el material genético. Cuando la ley entró en vigencia en el país investigaron por dos años las posibilidades para hacerlo en Rosario. La fertilización les permitía fecundar un embrión con el esperma de uno de ellos y el óvulo de una mujer. La maternidad subrogada, en cambio, les posibilitaba que el embrión creciera y se desarrollara en un útero. La condición era que al nacer el bebé fuera entregado y anotado en el Registro Civil como hijo de los solicitantes.
Las dos mujeres que se ofrecieron a ayudarlos están casadas y tienen hijos adultos. Vieron cómo Alejandro y Aníbal cuidaron a los chicos y no dudaron. “Fue un regalo que nunca nos imaginamos recibir. Nos vieron llorar cada vez que veíamos una pareja de padres. Vieron la sensibilidad que tenemos. Somos un matrimonio que hace sentir cómodo a todos los que vienen a casa”, contó Alejandro.
El principal problema que enfrenta la pareja es que la ley no admite que el bebé lleve el apellido de los dos padres. Presentaron un amparo porque la ley no reconoce que, al estar viva la madre, el bebé pueda ser inscripto por los hombres. “Previo al tratamiento, la mamá firmó un consentimiento libre y voluntario donde no se hace cargo del chico. La ley lo entiende como un abandono y no como una colaboración para una pareja que por lógica de la naturaleza no puede gestar ese hijo”, explicó Alejandro y agregó: “El chico tiene derecho a ser inscripto por la pareja con la que está viviendo”.
Alejandro y Aníbal fueron al centro médico del Hospital Centenario, el único centro de salud público que hace tratamientos de fertilización asistida, pero como tenían cobertura de salud les negaron la atención. En la obra social les dijeron que sólo se hacían cargo de la primera parte: la fertilización y que no les entregaban el embrión. Presentaron una acción de amparo y la obra social dijo que no se hace responsable por daños y perjuicios del material genético. La implantación y gestación correría por cuenta de la mujer.
Después del fallo rionegrino. Alejandro y Aníbal esperan que la obra social acepte iniciar el tratamiento de fertilización para retomar las consultas en las clínicas. Si todo sale bien, entregarán el esperma de Alejandro y el óvulo de su amiga para gestar el embrión que otra amiga llevará durante 36 semanas.
“Esto nos unió más y no vamos a bajar los brazos. Queremos que salga a la luz para alentar a otras parejas”, contó Alejandro.
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