El despertador suena a las 6. Y ella, como cada mañana, se levanta como un resorte para enfrentar un día larguísimo que terminará recién a las 22.30. No le importa que al lado de la cama estén dos medallas olímpicas y un sinfín de otros premios que reflejan que es una atleta de elite mundial. Ni tampoco que hace apenas horas acaba de llegar de Ekaterimburgo, la ciudad rusa donde ganó una nueva medalla de oro ante las mejores del mundo en su categoría (48 kg). La semana comienza y hay que enfrentar las responsabilidades, aunque sea la gran Paula Pareto. A las 7 tiene que estar en el Hospital de San Isidro, donde está en su tercer y último año de residencia como traumatóloga. A las 17, la Peque saldrá del trabajo y se meterá en su (“acotada”) rutina de entrenamiento. Una hora y media de gym, y luego dos y media de judo. Pero esto no es nada. El martes entra de guardia: 24 horas seguidas y al otro día, las mismas obligaciones, sin descansos. Ni privilegios. Ni se los dan ni los quiere, por su forma de ser. Así y todo, incluso contra sus expectativas, va y gana torneos. O logra medallas. En el más alto nivel. En los últimos 12 meses son seis podios en siete torneos. Y, lo más impactante, ya son 11 años en la elite del judo mundial para Paulita…
“¿Cómo hago? No sé (se ríe). A mí también me sorprenden los resultados, más en estos años de mucho trabajo. Yo siempre parto de la base que nada es imposible y doy todo cada día, en cada competencia. Lo ideal, en mi caso, sería otra cosa. Pero el ideal no existe… Mi actualidad no me permite entrenar a mi 100%, como sí lo hacen mis rivales. A la chica española que vencí en la final venía de ganar el torneo de la semana anterior y yo no luchaba desde octubre, pero tengo mis cosas como para contrarrestar esa diferencia”, explica Pareto con la sencillez y humildad de siempre. ”La receta, entonces, pasa por aprovechar al máximo cada esfuerzo diario. Tal vez eso me diferencie de las rivales”, agrega la doc mientras hace un parate en su ajetreado día. Lo que no habla es de su oficio e inteligencia que le permiten luchar de igual a igual (y ganarles) a figuras con 10 años menos.
Pareto, en Argentina, es muy reconocida, pero afuera, sobre todo en países de mucha tradición en judo, es una referente absoluta. De hecho, el torneo de Rusia se promocionó con un afiche que la tenía como una de las estrellas. “Ya me ha pasado antes aunque no deja de sorprenderme y darme mucho orgullo”, admite. Ese altísimo status internacional, parece, no tiene esa correlación a nivel nacional, porque su deporte no es tan popular, aunque ella está cómoda así, sin que las luces del estrellato se posen en ella. Por eso se ríe cuando se le dice que, al menos, ya está en el mismo rango que Gabriel Sabatini y Lucha Aymar en el debate sobre la mejor deportista (mujer) de la historia. “No estoy ni cerca de ellas y esa comparación ni se me cruza por la cabeza. Ellas son grandes deportistas argentinas a quienes admiro profundamente. No sé realmente cuál es el parámetro que toman para igualarme, pero yo siento que no se puede comparar a deportistas de diferentes deportes”, razona con mucha lógica.
Es verdad, es difícil o imposible, aunque su caso es potente, con dos medallas olímpicas (oro en 2016 y bronce en 2008), tres podios mundiales (oro en 2015, plata en 2014 y bronce en 2018) y 31 preseas en torneos oficiales de la Federación Internacional de Judo (14 doradas, 7 plateadas y 10 de bronce). Pero, claro, a los 33 años, la Peque va por más, sin poner fecha de vencimiento. Podría ser Tokio 2020, aunque con ella nunca se sabe. “La clasificación olímpica está en marcha y se toman dos años. En el primero voy muy bien. Ojalá pueda estar. Es demasiado pronto para pensar en otra medalla, adelantarse no sirve de nada. Yo voy a seguir con mi mentalidad de siempre, buscando ir por todo”, se sincera.
Si lo que realiza en el tatami parece mucho, impacta más lo que hace afuera. Porque si bien sus días parecerían durar más que 24 horas se las arregla para participar activamente de un programa social al que pertenece hace siete años, la Huella Weber. “Es mi debilidad. Me encanta estar y trato de hacerme tiempo. Siempre. Porque comparto con amigos olímpicos (Chiaraviglio, Crismanich, Toledo, Dahlgren, Molinari, entre otros) a los que respeto mucho y, además, porque me encanta ayudar con una empresa que me da todo para hacerlo con compromiso. Con Weber Saint Gobain colaboramos mucho en la infraestructura de un comedor en General Pacheco (alimenta a 200 chicos en situaciones de extrema vulnerabilidad) y ahora tengo otros lugares en carpeta para avanzar, sobre todo en aquel que más lo necesite. Esa también es mi prioridad hoy”, explica la Peque, quien parece tener tiempo para todo. “Es cuestión de interés y organización”, dice. Habría que sumarle humildad, compromiso y dedicación.