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París: frente a una huelga que podría ser la más larga en 40 años

La resistencia de los parisinos a la reforma jubilatoria que busca eliminar una serie de derechos de los trabajadores que terminará por bajar las jubilaciones dejó una ciudad virtualmente parada

Paris se mueve a pie o en bicicleta aunque los más avezados usan monopatines eléctricos pero nadie o casi nadie usa el metro. Desde el pasado 5 de diciembre, la capital de Francia está virtualmente parada porque el 95 por ciento de los subterráneos y de los trenes semiurbanos están de paro. Las líneas de colectivo con servicio reducido están por demás de saturadas y subirse es un verdadero hito para las parisinas y parisinos. Por esta razón, todo el mundo decidió moverse a pie por la ciudad y no se oye protestar por el paro. La huelga de los servicios de transporte y de otros sindicatos franceses que fueron dando su apoyo en sus distintas ramas se está por convertir en la más larga de los últimos 40 años, incluso más que la de 1995 contra el gobierno de Alain Juppé. El motivo del paro es que el conservador presidente Emmanuel Macron impulsa una reforma jubilatoria que busca eliminar una serie de derechos que fueron adquiriendo en los diferentes trabajos las francesas y los franceses y que, según los sindicatos, terminará por bajar las jubilaciones y aumentar la edad jubilatoria para llevarla como mínimo de 62 a 64 años. En este caso, las mujeres serían las más perjudicadas.

Por la vereda

De repente, las veredas están llenas de gente. Algunas avenidas como Clichy o rue D’Amsterdam se transformaron en verdaderos y nutridos corredores humanos que conectan algunos de los distritos del norte con la estación Saint Lázare, un centro comercial importante donde están las principales tiendas parisinas. Esa función es la que deberían cumplir las 14 líneas del metro. Las parisinas dejaron a un lado sus tacos y comenzaron a ponerse zapatillas. Los diarios conservadores con Le Figaro a la cabeza, militan el ajuste de Macron y hablan de las bondades de que la gente use la bicicleta, pero eso no sería así sino todo lo contrario. Para llegar a los lugares que antes demandaba una hora, ahora es necesario hacerlo en por lo menos tres o cuatro. Si no se marcha a pie y se decide hacerlo en automóvil, el tránsito es caótico. Insultos, bocinazos y todo tipode gritos pueden oírse todo el tiempo en todas las calles. Todo el mundo quiere llegar a su trabajo u otro lugar de destino en el menor tiempo posible aunque en muchos lugares las actividades  de esparcimiento y otras parecidas se suspendieron. Algunos empleadores son tolerantes pero otros no tanto y hay que llegar a trabajar como sea.

¿En Europa no pasa?

Al mismo tiempo, en muchos otros lugares están de paro o hay paros rotativos. Es imposible programar una visita a los grandes museos porque no se sabe si estarán abiertos o si cerrarán por el paro. No vale la pena hacer una fila de tres horas para entrar al Louvre, que abrió tres horas más tarde y que no se sabe si cerrará pronto porque algunos de sus empleados se plegarán al paro en cualquier momento. Lo mismo pasa en otros museos o lugares públicos. Las bailarinas del Ópera brindaron un fragmento de <El lago de los cisnes< en la calle para adherir al paro y mostrar otra faceta de la medida de fuerza. Lo cierto es que es un verdadero papelón para el gobierno de Macron, que no logró derrotar a las trabajadoras y trabajadores durante todo este tiempo pese a las embestidas con una gran cantidad de medidas que los perjudican. Un paro así habría levantado duros comentarios de vecinos de Palermo en Buenos Aires o en nuestros céntricos barrios rosarinos. “¡Eso en Europa no pasa!”, se atreverían a cuestionar. Hay que tomarse un instante para imaginarse a esas señoras o señores “bien” tirándose los cabellos o masajeándose el pecho. Sin embargo, en París nadie se sonroja y todo el mundo sigue a pie. El paro continúa y el 5 de enero cumplirá un mes.

Un verdadero demagogo

El pasado sábado 21 de diciembre, Macron anunció que renunciaría a su jubilación especial de presidente. Un verdadero acto de demagogia hecho para la tribuna reaccionaria de Francia y Europa que no logró convencer a casi nadie. El presidente, que no necesitará esa jubilación de privilegio porque desde muy pequeño es el niño mimado de los grandes banqueros y empresarios que le ayudaron a amasar una interesante fortuna, lanzó esa medida publicitaria para convencer a las francesas y franceses de que era bueno ceder derechos. Nadie le creyó y el presidente se mantuvo en su rango más bajo de aceptación desde que llegó al Elíseo.

La verdad es que Francia no está pasando su mejor momento. Hay inflación en euros, poca pero se siente. El costo de vida se volvió alto y no para de crecer. Ya a nadie le da vergüenza ir a supermercados de segundas marcas. Abundan las personas que duermen en las calles –muchos de ellos jóvenes– que desalojaron a los viejos clochards (mendigos) o refugiados de otros países. Los jóvenes no consiguen trabajo estable.

Ahí parece residir la razón por la que nadie se queje por el paro impulsado por las trabajadoras y trabajadores de las empresas de trenes (Rnfc) y metro (Rapt). Tal como expresa la obra teatral On est mal Macron, on est mal (Estamos mal Macron, estamos mal) que se presenta en el Deux anes Theátre Désobéissant, en el exclusivo boulevard Clichy.

Sin tregua

A modo de último llamado desesperado para salvar las ventas navideñas, Macron pidió a los sindicatos una tregua navideña. Sin embargo, la respuesta de los sindicatos fue negativa por más que algunos diarios de la prensa comercial –como L’Obs, por ejemplo– hablaban de que el frente sindical formado por la CGT-cheminots –histórica y dirigida por comunistas– que dirige en primer término a los ferroviarios de la empresa Sncf mantenía una posición más dura que su par de la Unión Nacional de Sindicatos Autónomos (Unas) –reformista y negociadora que dirige al segundo grupo de ferroviarios– que habría aceptado una tregua navideña. Más allá de las expresiones de deseo de los diarios mercantiles, la tregua no se dio y recién el 10 de enero se reencontrarán los empresarios y la parte sindical para ver una salida al paro, o no. El gobierno busca mantener un perfil inquebrantable al resistir poner en la mesa de negociación la reforma jubilatoria. Sin embargo, la cuestión es si Macron resistirá sobrellevar el desastre que impulsó.

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