Trece empleadas del Servicio Penitenciario de la provincia de Santa Fe fueron pasadas a disponibilidad este miércoles, luego de que a Brenda Pared, detenida en el penal de 27 de Febrero al 7800, se le encontrara en una requisa un smart watch, un reloj inteligente, dispositivo que permite distintos tipos de comunicación. Aunque no se especificó qué modelo tenía en su poder –hay algunos que permiten incluso establecer llamadas– no podía tener enlace con el exterior la novia de Chucky Monedita, detenida como integrante de una narcobanda y vinculada los asesinatos y amenazas de cuatro trabajadores que causaron gran conmoción social en marzo pasado.
El Ministerio de Justicia y Seguridad de la provincia informó a través de un comunicado que a las agentes se les abrió un sumario administrativo desde la secretaría de Asuntos Penales. Al mismo tiempo tomó intervención el Ministerio Público de la Acusación para que se investigue el hecho y forme causa.
Brenda Pared, fue sindicada junto con su pareja, Alejandro “Chucky Monedita” Núñez, como los principales organizadores de la saga de crímenes de cuatro trabajadores e intimidaciones para generar conmoción pública, cometidos entre el 2 y el 9 de marzo pasado. Los fiscales Patricio Saldutti, Franco Carbone y Adrián Spelta imputaron a Núñez de haber instigado la balacera a la comisaría 15° y los crímenes de los dos taxistas, Héctor Figueroa y Diego Celentano. Según la investigación, Chuky Monedita encomendó el plan a Brenda, su pareja, cuando ella tenía prisión domiciliaria en Funes, en una causa por venta de drogas. Pared fue la que se encargó de distribuir armas y organizar los recursos humanos: conocida como “Cote” y después “la Doña”, junto con otras tres personas utilizaban a menores de edad para cometer los ataques homicidas a cambio de pagos que oscilaban entre los 200 mil y 400 mil pesos, según expuso la Fiscalía en la investigación de los crímenes.
El rol asignado a Brenda Pared fue de hacer llegar las órdenes de los ataques armados dispuestas por su pareja Chucky Monedita, quien cumple condena a 15 años por un homicidio y está a la espera de proceso en otros expedientes, tanto en el fuero provincial como en el federal en el pabellón 28 de la Unidad 11 de Piñero.
Chucky Monedita está catalogado como preso de alto perfil, por lo que posee un régimen más estricto para las visitas y es justamente en ellas cuando coordinaba cada uno de los delitos con su pareja, de acuerdo con lo planteado por la Fiscalía. Las personas que fueron contactadas para cometer los asesinatos la llamaban “la Doña”, y en la saga también se cuenta un ataque contra un colectivo de la línea 122, cuyo salvó su vida de milagro al trabarse el arma del tiratiros.
Como pasó con Chucky, Cote se crió en un contexto de marginalidad y violencia que pareció tener un quiebre el 14 de febrero de 2013, cuando a los 18 años fue testigo del disparo que mató a su padre, Sergio Pared, en la puerta de su casa ubicada justo enfrente del Fonavi de Doctor Riva y Ovidio Lagos.
Por aquel entonces, Sergio se había ganado el respeto del barrio por quienes lo definieron como “un narco de la vieja escuela”, que no se metía en la “violencia innecesaria” y no molestaba sus vecinos. Algunos veteranos investigadores dijeron en ese entonces que hacía casi una década que se dedicaba al narcomenudeo en su casa y que lo mataron porque querían ese territorio. Nunca había tenido una condena.
Un lugarteniente de Los Monos y barra de Newell’s, Leandro “Pollo” Vinardi, fue condenado en 2016 a 13 años de prisión por el crimen de Pared padre. En el juicio los familiares de la víctima declararon que Sergio no era narco, sino que vivía de la granjita que atendía en su casa y en el Hipódromo, de donde conocía “al Pollo de Puente Gallego”, quien según los testimonios se juntaba con Maximiliano “Quemadito” Rodríguez, otro conocido de las crónicas policiales, ejecutado nueve días antes que Sergio.
“Escuché una explosión. Salí a la calle y vi a mi papá arrodillado. Vinardi lo miraba desde la ventanilla del auto. Mi papá decía: «Fue el Pollo». Nunca me voy a olvidar de su cara”, fue lo que declaró Cote en el juicio y, durante la última década, su nombre estuvo en investigaciones judiciales relacionadas a delitos y hechos de violencia, aunque en muchas de ellas no lograron probar su participación.