“En Louta la ruptura está desde el momento en que yo me siento a hacer la canción”, describió Jaime James sobre su alter ego. El performer, de 23 años, hijo de Diqui James (ideólogo de Fuerza Bruta) y de la bailarina y coreógrafa Ana Frenkel (El Descueve), es una de las piezas clave del arte emergente del momento y llegará a Rosario para mostrar lo que está causando furor en el under porteño.
“Lo que tiene Louta es que la ruptura está puesta en primer lugar, entonces el hartazgo por las cosas que son siempre iguales es como un primer motor”, dijo el artista en un diálogo con El Ciudadano, donde además se refirió al mundo de las ideas, los riesgos artísticos actuales, la intimidad de sus búsquedas y su vínculo con el budismo, desde donde configura toda su existencia. “Construyo mi vida basado en tratar de concretar la paz del mundo”, afirmó.
El año que viene, Louta hará su primer Luna Park y será la imagen de Coca-Cola en la campaña mundial contra el HIV junto a Lionel Messi. Antes llegará a la ciudad para mostrar su disco homónimo que mezcla cumbia, hip hop y electrónica tribal en una performance escénica de alto impacto.
—Para comenzar, ¿qué es Louta?
—Es como una idea (risas). Es eso. Y se sustancializa en un nombre. La idea es tratar de generar algo desde lo artístico.
—Le das mucha entidad a las ideas ligadas a las acciones. Cuando parece que todo está dicho, ¿dónde se profundiza para sacar algo nuevo?, ¿cómo trabajás el tema de las rupturas en el arte?
—Me parece que lo que tiene Louta es que la ruptura está puesta en primer lugar, entonces el hartazgo por las cosas que son siempre iguales es como un primer motor. No es que Louta hace canciones y nos parece que estaría bueno poner un par de luces atrás para que no sea igual a todos. Hago canciones pero la ruptura está puesta desde el minuto cero. Eso es lo que tiene. En Louta, la ruptura está desde el momento en que yo me siento a hacer la canción. Eso es lo que intento. Pero tampoco me vuelvo loco con esa idea.
—Está bueno que te permitas ponerte en un lugar inestable como artista. Leyendo la realidad desde una óptica más jugada, estás asumiendo un riesgo extra en tus performances…
—Tampoco vamos a decir que hay gente que la tiene fácil. Todos nos la estamos re jugando. Si no sería arrogante decir que yo estoy tirando una más arriesgada. Sí tomo riesgos en otros sentidos, pero no es que me arriesgue yo. Ya el hecho de cantar un tema es arriesgado, hagas lo que hagas. Hacer, en vez de no hacer, ya es arriesgado. Escribir esta nota es más arriesgado que no hacerlo. El mayor riesgo que tenemos nosotros es el riesgo interno. Para mí es mucho más difícil tener los huevos de sacar un disco que conseguir la plata para hacerlo por más que sea imposible conseguir la plata. Pero más imposible es tener los huevos para sacar un disco o para levantarte a la mañana. Ahí está el verdadero desafío del ser humano, en la vida misma.
—Practicás el budismo. ¿Cuánto de eso se vuelca en lo artístico?
—Mi vida es eso. Soy parte de la organización Soka Gakkai y mi maestro es Daisaku Ikeda. Y a partir de eso construyo mi vida, basado en tratar de concretar la paz del mundo. La realidad es esa. Y a partir de ahí, ahora estoy haciendo música y hago este show, pero se pueden hacer mil cosas. La base de mi vida apunta a que sea eso. Y poder hacer mi revolución humana, interna. Y así poder provocar un cambio en la sociedad también.
—Es un motor…
—Si no fuese por eso no hubiera hecho nada, porque si no hay estímulo verdadero no hay nada. Las ganas de hacer un tema me duran cero punto tres segundos. Ahora: si hay un compromiso mayor que trasciende al individuo me aparece otra fuerza.
—Te conecta con otro sentir…
—Totalmente. Y practicar budismo y un montón de actividades dentro de la organización me permite laburar mi estado de vida. Si no, me quedaría tirado todo el día en la cama. Mi tendencia a deprimirme es alta. Es una depresión fina, no es que armo un drama pero baja la energía vital. Es difícil extraer la fortaleza del ser humano. Mucha gente vive con mucha debilidad. La debilidad gana todo el tiempo. Hay que sacar mucha fuerza para ganarle a la debilidad inherente.
—Y lo espiritual es un apoyo muy movilizador…
—Sí, pero es distinto que te diga: “Yo practico budismo, voy al dentista, después compongo un rato y ensayo”. Lo que yo hago no es eso. Yo paso mi vida por un ideal. Ahí aparece otra cosa que tiene que ver con la convicción. Es lo profundo.
—Cuando te ponés a producir, ¿pensás en la esperanza?, la revelación, ¿va por la música?
—Sí. Yo a la música la siento y me parece que tiene la posibilidad de llegar a algunos lugares que son difíciles de abrir. Es un comunicador muy fuerte, una buena arma. Y lo voy entendiendo todo el tiempo.
—Se te ubica como emergente del under porteño que está causando sensación en el público. ¿Te pensás como público?
—Todo el tiempo; me parece fundamental. Es como escribir y leer. Si hacer música o algo artístico es hacer que fluya y no sentirlo, no hay nada. Hay que hacer el tema, escucharlo, ser crítico.
—¿Qué tomaste de tus viejos para construir tu perfil artístico?
—Yo aprendí por ósmosis. Estuve mucho tiempo al lado de ellos viendo el proceso creativo, viéndolos dirigir, ponerse contentos. Aprendí muchas cosas así.
Escena emergente
De la velada en que se presentará Louta en Rosario también formarán parte una serie de músicos locales y nacionales que se encuentran trabajando en una zona de riesgo. Es el caso de Leandro Fresco. El músico que supo compartir proyectos con Gustavo Cerati y Daniel Melero, entre otros, acaba de editar La Equidistancia, un disco en colaboración con el discjockey estadounidense Rafael Anton Irisarri, editado por el sello inglés A Strangely Isolated Place. Además, serán de la partida créditos locales: la cantante Jimena Domínguez y la banda Queridas, proyecto dreampop de Andrés Yeah.