En un proceso judicial, una simple declaración testimonial puede torcer para siempre el destino de un hombre. Omar Alberto Spretz, un carnicero de 29 años conocido como Piri, pasó casi tres años preso tras ser señalado por un “testigo presencial” como el autor de un ataque a tiros en la puerta de una vivienda de zona sur. En esa balacera ocurrida en enero de 2014 murió Miguel Ponce, de 32 años, y dos hermanos de 17 y 29 resultaron heridos. La fiscal Ana Rabín pidió que el acusado sea condenado a 18 años de cárcel y este mes, la jueza de Sentencia Marisol Usandizaga lo absolvió de culpa y cargo y le devolvió la libertad. La falsa acusación, según el fallo judicial, surge de una intrincada pelea intrafamiliar que ya se había cobrado la vida de un hermano del carnicero, por el que dos de sus primos están detenidos.
Los abogados de Spretz, Hernán Tasada y Mariano Scaglia, se manifestaron conformes con el fallo de la jueza Usandizaga, quien “le puso fin a la injusticia de tener detenido a un inocente después de casi tres años”. Pero lamentaron que “un falso testimonio le haya impedido salir en libertad a una persona que tenía familia, trabajo y carecía de antecedentes” penales. “Quizás esta sentencia absolutoria no pueda reparar el daño que sufrió nuestro cliente privado de su libertad durante tanto tiempo. La Fiscalía debería haber evaluado bien si estaban las condiciones dadas para que pase el proceso detenido”, reclamaron los letrados.
En ese sentido, resaltaron que “la Constitución nacional dice que las personas son inocentes hasta que una sentencia las condene” pero que “en este caso se invirtió el principio: tuvo que haber una sentencia de inocencia para que lo largaran”. Y agregaron, en una fuerte crítica a la administración de Justicia actual, que esos desafueros ocurren porque el acusado “es una persona de bajos recursos que vive en la periferia, características que hacen que muchas veces esas personas tengan que soportar todo el peso de la Justicia cuando en verdad son inocentes”.
Careo
“Vos sabés que yo no fui”, le dijo Piri al único testigo que lo ubicó en la escena de la balacera de Quintana al 2100, donde un grupo de personas fue rociada a balazos por dos muchachos que pasaron en moto. “Vos fuiste, si yo te vi, si nos cruzamos”, le respondió Chechu, quien sostuvo su declaración anterior frente a frente al acusado en un careo judicial.
Todo el resto de los testigos presenciales, incluso víctimas de la balacera, relataron la misma secuencia de hechos que ensangrentaron la madrugada del 2 de enero de 2014, pero ninguno dijo poder reconocer a los tiradores por la oscuridad que reinaba a esas horas y porque los motociclistas estaban encapuchados y pasaron a rápida velocidad.
Según se desprende del fallo judicial que absolvió a Piri, esos testigos mencionan su apodo como el autor de la balacera porque “lo escucharon en el barrio” en boca de terceros, en particular de la tía del acusado. Es por eso, que el testimonio de Chechu (Sergio M.) se convirtió en prueba fundamental para que en abril de 2015, Piri fuera procesado como probable autor de los delitos de portación ilegal de arma de fuego de uso civil, homicidio y lesiones graves agravadas por el uso de arma de fuego. Además de él, las acusaciones recayeron sobre tres jóvenes identificados como Emanuel B., alias “Chino” o “Ema”; “Maurito” y un tal “Chino” S. Ninguno de ellos fue procesado, ya que no se logró recabar prueba que los ubique arriba del rodado del que salieron los disparos.
Tragedia
El crimen que en agosto de 2013 terminó con la vida de Ezequiel Gustavo Pretz, un joven de 19 años acribillado de ocho tiros en Doctor Riva y Rodríguez, enfrentó trágicamente a dos hermanas y sus respectivas familias.
Claudia, la mamá del pibe asesinado, sindicó como autores del homicidio a dos hijos de su hermana Mary, quien negó esos señalamientos y dijo estar amenazada por la familia de su hermana Claudia. Por esa muerte fueron apresados Juan Esteban “Chicho” B., de 16 años y su hermano Carlos Damián B., apodado “Bebe”, acusados de matar a su primo días después de una reyerta.
Desde entonces los enfrentamientos y acusaciones cruzadas sobre venta de drogas entre ambas familias se intensificaron, hasta el 2 de enero de 2014, cuando dos motociclistas armados atacaron a tiros el frente de la vivienda de Mary, ubicada en Presidente Quintana al 2100, donde estaba su marido Juan Carlos B. junto a otras cinco personas. Una de ellas, Miguel Ponce, de 32 años, falleció de un disparo en la cabeza, en tanto los hermanos Darío y Jorge F., de 29 y 17 años, resultaron heridos en las piernas.
Mary no tardó en responsabilizar a su sobrino Piri, relato que validó su yerno Sergio “Chechu” M., tras declarar que lo vio en la parte trasera del rodado cuando huía a toda velocidad con arma en mano y al grito de “le pegué a todos”. Con esos elementos Piri fue procesado y estuvo preso hasta comienzos de este mes, casi tres años, hasta los primeros días de diciembre, cuando la jueza de Sentencia Marisol Usandizaga lo absolvió.
Fundamentos
En el fallo, la magistrada resalta que “ninguno de los testigos presenciales del hecho pudo ver la cara de los ocupantes del rodado y que todos coinciden en señalar a Piri y admiten que tenía problemas con la familia” de su tía Mary. Luego, indica que Mary admite que cuando sonaron los disparos se encontraba durmiendo en su casa, por lo que no puede haber visto a los atacantes. Según los testimonios de la mujer, fueron los jóvenes agredidos en la puerta de su casa quienes sindicaron a Piri pero luego no se animaron a denunciarlo “por miedo” a represalias. Para la jueza existe una “animosidad” contra el acusado.
El segundo punto que se puso en cuestión fue el testimonio de Chechu que según la magistrada sus dichos “se encuentran francamente comprometidos”. Según el fallo, el hombre dijo que caminaba cuando vio a dos personas en una moto, y reconoció a Piri. Pero cuando los describe no menciona gorras, pañuelos y cuelleras, como los testigos del hecho: “Por alguna razón parece que a solo dos cuadras se deshicieron de todo eso”, reflexiona la jueza. Más extraño le pareció aún el testimonio de la esposa de Chechu, quien dijo que al momento del ataque su marido se encontraba con ella y los hijos en su casa.
En ese contexto de denuncias cruzadas, tanto Piri como su entorno acusan a Mary y su familia de vender drogas. En esos testimonios señalan que Ponce, el hombre asesinado en la puerta, trabajaba como “soldadito” y que los posibles enemigos podrían ser muchos.
Por último, la jueza concluye que “de todos los testimonios vertidos surgen profundas dudas que impiden adquirir certeza respecto de cómo se sucedieron los hechos”. En ese sentido advierte que “no hay elementos de certeza que permitan” condenar al acusado como pretende la Fiscalía y que por el contrario “todos los extremos enumerados generan un estado de duda insalvable que debe beneficiar al acusado”.