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Patrimonio Público: el Museo de la Ciudad recibe como donación un antiguo reloj y campanario

Pertenencía a la relojería Sudamericana que en calle 3 de Febrero al 500 y acompañó el crecimiento de la ciudad, desde 1920, con creaciones de jerarquía nacional. La donación será acompañada por un pequeño acto con vecinas y vecinos el sábado 3 a las 8.30

A partir de una iniciativa del Concejo Municipal, el campanario y el reloj que formaron parte de la fachada original de la Relojería Sudamericana serán donados al Museo de la Ciudad Wladimir Mikielievich para formar parte del patrimonio público de la ciudad.

La donación será acompañada por un pequeño acto con vecinas y vecinos de la zona de 3 de Febrero al 500, el próximo sábado 3 de julio a las 8.30, con el corte de calle correspondiente.

Augusto Van de Casteele es quien efectiviza la donación, en representación de la familia de origen belga que llegó a Rosario hace más de cien años.

Al respecto, el secretario de Cultura y Educación, Dante Taparelli, señaló: “El tiempo de la ciudad para la ciudad. Tanta historia hay detrás de los relojes, de sus engranajes, que recibir uno de estas características, sumado a un campanario que solía dar musicalidad a la ciudad, es una suerte de guiño. El tiempo del pasado venturoso, de una ciudad que creció y que fue semillero de inmigrantes ahora pasa a ser patrimonio de las y los rosarinos. Agradezco el gesto de esta familia que encontró en Rosario su lugar en el mundo y dona parte de su legado, para que sigamos transmitiendo la historia”.

Por su parte, Nicolás Charles, director del Museo de la Ciudad, expresó: «El rescate patrimonial de la famosa relojería de la familia Van de Casteele es un hecho histórico para el museo, la ciudad y barrio Martin. Para los vecinos que reclamaban la necesidad de recuperar la historia no sólo de forma tangible, sino en la construcción colectiva de la historia de los barrios, del imaginario y los recuerdos sobre esa relojería, que representan el origen del siglo XX de los inmigrantes».

Y continuó: «Esta relojería era reconocida a nivel nacional y sobre todo por los relojes hermosos que ha dejado en nuestra ciudad, como puede ser el de la plaza Bélgica o en la intersección de Oroño y 27 de Febrero, entre tantos. Relojes que son parte de la ciudad y de nuestro imaginario colectivo».

De Bélgica a Rosario. La relojería más importante del país

La historia de la Relojería Sudamericana comenzó hace más de un siglo cuando Adolfo Van de Casteele decidió migrar de su Bélgica natal. Afincado en el País Vasco formó una familia e inició allí, en Errentería, un negocio de relojería. A inicios del S. XX llegaría al país, según recuerda su familia, y específicamente a Rosario, con el objetivo de trabajar en la instalación del reloj del por entonces edificio de Tribunales -sobre calle Moreno- hoy, Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario.

Rosario se expandía impulsada por el pujante comercio portuario. A mediados de los años ’20, Adolfo Van de Casteele instalaría su negocio en la misma ubicación que conserva hasta hoy en día, en la calle 3 de Febrero, altura 533/39. El inmueble en principio fue alquilado, hasta que la familia pudo comprarlo en la década del 60. Desde ese lugar comenzaría la larga historia de la Relojería, dedicándose a la venta e instalación, en un comienzo con maquinarias importadas pero luego ya con fabricaciones propias bajo la firma L. Vestraeten, por Luis Vestraeten, identidad alterna que Adolfo había asumido aquí.

Edificios y varias iglesias llevaron su sello, que puede rastrearse en Rosario, la región y a nivel nacional. Pero no sólo allí pueden observarse sus obras, siendo muchos de los relojes que complementan el paisaje urbano en calles, plazas y otros lugares públicos producto del trabajo aportado por la firma a la ciudad.

Un exhaustivo trabajo histórico de Ignacio Lardizabal, del equipo del Museo de la Ciudad, evidencia este trabajo de oficio que posicionó a la fábrica-taller de Van de Casteele como la productora de relojes monumentales más importante del país, superando el centenar de creaciones pero, aun así, no abandonando nunca su forma de producción artesanal.

La relojería se convirtió eventualmente en una tradición familiar para Adolfo, cuando su hijo Augusto, y sus hijos José B. Adolfo y Augusto, vinieron a vivir con él hacia 1947 y aprendieron el oficio. Hasta una cuarta generación llegó a participar de trabajos como, por ejemplo, el reloj de la parroquia María Auxiliadora, situada en la intersección de las calles Presidente Roca y Salta.

La música del tiempo

Pero no sólo la producción y el trabajo fueron sello distintivo de esta empresa familiar, sino que, a nivel local el rasgo característico que destacó a la Relojería Sudamericana y le brindó una importancia patrimonial que trasciende una circunscripción barrial es el conjunto de reloj (técnicamente cuadrantes) y campanas que se encontraban sobre la fachada que entregaban al barrio una melodía –similar a la del Palacio Fuentes- que durante ciertos períodos y en ocasiones especiales como Año Nuevo o Navidad contaban con una duración mayor.

Cuatro de las cinco campanas ubicadas en la terraza pero visibles para los transeúntes fueron dispuestas para sonar en distintas tonalidades armónicas formando lo que se conoce como carrillón y se conectaban, al igual que los cuadrantes, con una máquina situada al interior de uno de los espacios de la relojería. Tanto la maquinaria, que a veces se alternaba para ser usada como banco de pruebas, como los cuadrantes son de fabricación propia, no así las campanas de la azotea que datan de mediados de la década del ’20.

Recuperar este relato histórico fue posible gracias al aporte de datos de la familia Van de Casteele y de Carlos Ducler, reconocido relojero local.

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