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Peces exóticos en el Paraná: advierten sobre el riesgo para la fauna autóctona

El hallazgo de un salmón chinook alertó sobre la introducción de especies exóticas en agua dulce. En el Paraná habitan cerca de 10 que conviven con las autóctonas. Especialistas explican el origen de su introducción y los potenciales peligros para la fauna y flora regional

El hallazgo de un salmón chinook en aguas del Paraná alertó sobre la introducción de especies exóticas que atentan contra el ecosistema autóctono. Expertos descartan la posibilidad de permanencia del espécimen dada las características del río, pero enumeran más de otras 10 especies exóticas que habitan entre las más de 250 de la fauna local. En la mayoría de los casos, fueron introducidas de forma accidental a partir de escapes de criaderos. Algunas, como la carpa, se asentaron hace más de 50 años y conviven con las autóctonas. El peligro de la introducción radica en que compiten por los recursos naturales y ponen en riesgo el equilibrio del ecosistema.

“Hay una tendencia creciente porque se propende más al cultivo para producir carne de pescado y no explotar tanto los recursos naturales. Provoca que muchas de estas especies criadas en cautiverio terminan escapando y conquistando los ambientes naturales”, dijo a El Ciudadano, Fabio Baena, autor de la guía de peces del Paraná.

Agentes agresivos

Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, la introducción de especies exóticas en agua dulce se ubica como el segundo agente agresivo contra las comunidades autóctonas después de la contaminación. Le siguen las represas, las sequías y, en último lugar, la pesca. 

Baena señala que puede tener diferentes orígenes pero, en la mayoría de los casos, se produce de forma accidental.

En las especies comerciales, como por ejemplo el salmón o el esturión, resultan escapes de criaderos donde las cultivan para el consumo. “Se crían los peces comercialmente ventajosos para que crezcan más rápido y así achicar costos. A nivel global, incluyendo especies de agua salada y agua dulce, el mayor consumo proviene de la acuicultura. El problema es que hay grandes posibilidades de que se escapen por drenajes”, explicó, y señaló que la normativa actual permite la cría de especies exóticas, aunque prohíbe su siembra. 

Otras especies se introducen a través del acuarismo, como es el caso de quienes compran peces para peceras ornamentales y, después de un determinado tiempo, los sueltan al río. 

Las llamadas madrecitas, por ejemplo, fueron introducidas desde Estados Unidos en las zanjas de los barrios para combatir larvas de mosquitos en la época del paludismo, cerca de 1950, cuando en el país existían especies autóctonas que cumplían la misma función. 

“La introducción de una especie exótica no sólo compite con el hábitat de los autóctonos, sino que puede transportar enfermedades ajenas al ecosistema natural. Un pez de África tiene una serie de parásitos que conviven con esa especie, pero que en el río Paraná puede transmitir una serie de enfermedades que afecte a las autóctonas”, señaló. 

Las modificaciones al ecosistema también aparecen en la flora autóctona, como es el caso de la carpa que remueve el fondo, modifica el equilibrio y perjudica a la reproducción de los peces. 

Exóticas del Paraná

En una guía de peces del Paraná, Baena detalla 10 especies exóticas en la región media del río que interactúan con las 254 autóctonas: “En el Paraná, que incluye los humedales de las islas y los arroyos continentales que comparten la cuenca, habitan poblaciones de especies casi exclusivas que se ven más afectadas por la introducción de especies exóticas que las grandes especies como el dorado, el surubí, y el sábalo”.  

La más frecuente es la carpa, afianzada en la zona con consecuencias nocivas para poblaciones de ciertas especies. Lleva cerca de 50 años conviviendo con las autóctonas. Según relata Baeno, las primeras se sembraron en los lagos de Palermo de forma ornamental. Esos lagos están conectados por tuberías al Río de la Plata. La creciente o bajante de agua provocó el escape de algunas carpas que aparecieron en el Río de la Plata y fueron conquistando distintos ecosistemas. “En el río Carcarañá hay una población enorme de carpas, tanto agua abajo como arriba de la represa, que está afectando a la población autóctona. Puede traer enfermedades, compite por el tipo de hábitat, el alimento,  se come los huevos de las especies autóctonas y usurpa un espacio que no le corresponde”, señaló.

Entre las especies exóticas que pueden encontrarse en el Paraná, precisó: cuatro especies de carpas, el esturión siberiano y el esturión ruso, la gambusia o madrecita -que se sembró para combatir el mosquito-, y la tilapia.  

También mencionó a las especies creadas por el hombre, como el llamado «surubí punto y coma», que es cruza del surubí atigrado y el pintado. “Al cruzarlos se consigue una mejor calidad en la carne y una cría más rápida. Son surubies híbridos, llamados «punto y coma» porque son cruza entre el surubí pintado -que es todo de puntitos- y el atigrado -que tiene rayas-. Éstos también ya aparecen en el río Paraná por escapes de los criaderos”, señaló.

Un salmón en el Paraná

Baena recibió la foto de un salmón chinook. Se la había enviado un amigo guía de pesca asombrado por el hallazgo de ese pez en el Paraná. Contactaron al pescador que lo capturó y al Acuario de Rosario para estudiarlo. Era el tercer ejemplar que aparecía en el mismo lugar. 

“Apareció un segundo ejemplar exactamente en el mismo lugar y ya habían encontrado otro en 2018. El salmón está pasando a ser como la niña bonita dentro de un complejo problema que es la introducción de especies exóticas. Sin ser, por el momento, algo tan grave, ya que presenta un potencial bajo de complejidad, pone en alerta algo que ya está instalado y no nos damos cuenta”, explicó Baena. 

El origen del salmón chinook es el hemisferio norte. Se introdujo en Argentina y en Chile a fines de 1800 junto con las truchas. Con el tiempo formó poblaciones autóctonas y conquistó ambientes acuáticos marinos y de agua dulce en el sur de la Patagonia. “Estos ejemplares son de las poblaciones de los ríos argentinos de la Patagonia. A diferencia del primer caso de octubre de 2018 que provino de un escape de la salmonera de Chile que se había originado en marzo de ese año”, señaló.

El salmón nace en el río, vive en el mar y remonta en los ríos de agua dulce para desovar. Su ciclo de vida es de entre 3 y 6 años en agua salada. Cuando llega a la madurez reproductiva vuelve a los ríos para desovar. Las larvas completan cerca de un año de vida en agua dulce y regresan al mar junto con las poblaciones de salmón que hay en el agua salada. “Tienden a buscar su lugar de origen de nacimiento cuando llegan a la madurez reproductiva y ahí inician el ciclo de nuevo. Esta ínfima porción de salmones que entró al Paraná es un número despreciable para decir que es un potencial riesgo. La hipótesis es que se han perdido de su ruta natural, invocaron un agua dulce en el Río de la Plata y se montaron con el río Paraná”, explicó.

El especialista señaló que las características del Paraná no son adecuadas para la preservación de la especie que busca ríos de aguas cristalinas y de temperaturas más bajas, como los que hay en la Patagonia, con fondo de piedras donde depositar los huevos. “El Paraná es un río de llanura, de fondo de mucho sedimento y más temperatura. Entran por la condición de agua dulce, errándole a la ruta que deberían haber tomado”, agregó.

Desde el Acuario del río Paraná estudian la especie, el origen y las causas de su aparición. “Es llamativo pero no es la primera vez que ocurre. Es una especie migradora. El Paraná es un ambiente muy diferente al que se desarrollan, que son ríos rocosos y de menor temperatura. La primera hipótesis es que se desvió de su ruta”, dijo a El Ciudadano Andrés Sciara, decano de la Facultad de Bioquímica de la Universidad Nacional de Rosario y ex director del Acuario del río Paraná.

Sciara explicó que los salmónidos son un gran depredador e invasor que provienen del hemisferio norte y desplazan a la fauna autóctona. “En la Patagonia hay truchas y salmón para pescar. Cuando invade el salmón chino, hay promoción de la pesca porque va en detrimento del ambiente natural y la especie autóctona. La mojarra desnuda que no tiene escamas habita en ríos de la Patagonia y está en período de extinción por los salmones”, explicó.

Desde el laboratorio mixto toman muestras de las especies exóticas para hacer análisis genéticos ante los hallazgos de los pescadores en un trabajo integrado del equipo del Acuario junto con investigadores de otros laboratorios. “Hay algunas especies exóticas establecidas hace varios años pero también una cuestión educativa de la importancia de conservar la autóctona”, cerró.

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