Para la familia Imhoff, el rugby no es sólo un deporte, es una forma de vida. Todos los que la componen, lo entienden y lo viven así. Pedro es capitán de Duendes desde 2015. Es el hijo más chico de José Luis, ex jugador y entrenador de Los Pumas, y hermano menor de Juan, actualmente jugador de Racing 92 de Francia y figura del seleccionado argentino. El sábado, Duendes le ganó a Gimnasia la final del Torneo del Litoral y Pedro tuvo que pedirle disculpas a sus amigos y a su novia. “Es que la felicidad para mí es esto, jugar y ganar”, confiesa sin pudor.
Pedro sabe que también se puede perder, como le pasó el año pasado ante Jockey. “Cuando te agrandás, el rugby te pone en órbita de nuevo”, dice el capitán de Duendes, que reivindica lo que él llama: la cultura del trabajo, del sacrificio y la entrega total para lograr objetivos.
Y si esos objetivos no se alcanzan, lo que queda es la tranquilidad por haber dejado todo y no guardarse nada.
A Pedro que debutó en 2009 en la primera de Duendes, le tocó vivir el período más exitoso de la historia del club. Doce títulos del Litoral, tres Coronas del Torneo del Interior y dos Copas del Nacional de Clubes. “Tuve mucha suerte, pero a veces se termina. ¿Cuánto más vas a ganar? Ni los mejores equipos del mundo ganan siempre”, se sincera.
Puede decirse que Duendes no tropieza dos veces con la misma piedra. La final perdida en 2017 ante Jockey fue tomado como una enseñanza, una experiencia que no debía repetirse. Y con un poco de humor, Pedro hizo referencia a no tropezar dos veces con la misma piedra. “La saltamos con una pierna. Y no sé si tropezamos, pero nos resbalamos un poquito (risas). Pero es lógico, la gente está acostumbrada, a que ganemos finales por cuarenta puntos, y estos partidos nadie las gana por esa diferencia, es difícil”, comenta con humor.
Es que cuando faltaban diez minutos para terminar la final ante Gimnasia, el panorama era de apremios para Duendes, que recibía el segundo try en menos de cinco minutos (27-22) y la amonestación de un jugador. El fantasma del 2017 se hacía presente. Pero la lección fue estudiada y luego ejecutada. Y al final fu título. No se escapó en el final como el año pasado ante Jockey.
Pedro tiene una ventaja que aprovecha al máximo. Cuenta con la posibilidad de poder dialogar a diario con su padre. Ex entrenador de Los Pumas y en este momento de su vida, es un hombre de consulta para muchos. “Me habló de cómo se debía jugar esta final, después según sus palabras hay que festejar, pero al otro día agarra el video y empieza a corregirme los errores”, confiesa Pedro.
Y en el epílogo de la charla, tuvo palabras para sus compañeros: “Solo puedo decirles gracias, si no fuera por ellos no sería el hombre más feliz del mundo”.
Fiel a la costumbre familiar de los Imhoff, la felicidad de haber logrado el objetivo 2018 durará sólo lo necesario. Es que la competencia está en el ADN de los Imhoff. Todos trabajan, se esfuerzan y buscan dar todo por poder obtener esa felicidad.
Hace unos años, cuando Pedro buscaba su lugar en Duendes, tuvo que jugar en diferentes posiciones hasta instalarse de medio scrum. Pensó, incluso, en irse a jugar al exterior por las críticas y la falta de oportunidades. Pero no bajó los brazos y hoy no sólo disfruta del reconocimiento de ser un gran capitán y líder, sino de la felicidad de poder levantar otro título. Pero sobre todo disfruta de jugar el rugby con la camiseta del club que lo vio nacer, crecer y convertirse en hombre.