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Pelean por la libertad a pura letra

Un programa de lectoescritura les otorga a los detenidos herramientas para mejorar su vida. “Es un proceso en el que adquieren otra visión”, contó a El Ciudadano el cubano Mario Salas Coterón, al frente del proyecto.

De acuerdo a la ley de Ejecución Penal, “la ejecución de la pena privativa de libertad, en todas sus modalidades, tiene por finalidad lograr que el condenado adquiera la capacidad de comprender y respetar la ley procurando su adecuada reinserción social, promoviendo la comprensión y el apoyo de la sociedad”. Así, la formación académica del sujeto detenido y su capacitación en un oficio le facilitará el trabajo de percibirse como una persona íntegra, capaz y responsable. En Rosario, muchos de los alojados en la Alcaidía eran analfabetos y, por vergüenza, les costaba mucho trabajo reconocerse como tales. Sin embargo, a partir de una iniciativa de la Multisectorial de Solidaridad con Cuba y la corriente política Kolina, desde hace casi un año los reclusos tienen la posibilidad de participar del curso de alfabetización Yo Sí Puedo, que –aseguran– los hace sentirse capacitados, competentes y con ganas de salir adelante. En un acto celebrado el viernes en el edificio de Ovidio Lagos al 5200 se realizó la primera graduación en la que los detenidos leyeron cartas escritas a sus familias, que también asistieron al acto.

“El objetivo es alfabetizar, no importa la religión, ideología política, situación o clase social. No preguntamos por qué están ahí. Ellos reconocen que cometieron errores y lo importante es que vean que una persona que sabe leer y escribir tendrá mayores herramientas para mejorar su vida”, contó a este diario Guillermo Cabruja, secretario de formación de la agrupación política que a nivel nacional conduce Alicia Kirchner.

En tanto, para el profesor cubano Mario Salas Coterón, la importancia del programa radica en ver “cómo aprendiendo a leer y escribir (los cursantes) pasan por un proceso de transformación en el que adquieren otra visión de la vida”.

“Nos importa el ser humano como tal, sin su pasado. Importa el presente y su perspectiva a futuro. El programa les permite tener un reconocimiento personal mucho mayor y adquirir un compromiso individual de transformación y de reinserción a la sociedad”, agregó en una charla con El Ciudadano el asesor pedagógico.

El programa comenzó a fines de diciembre de 2013 a través una iniciativa presentada al alcaide Marcelo Bazán, que rápidamente dio el visto bueno e inició el contacto con las autoridades eclesiásticas encargadas de cada pabellón para poder lograr mayor convocatoria. La primera camada de graduados estuvo compuesta por 28 reclusos de entre 22 y 40 años. Además de ellos también participan del curso los facilitadores, que saben leer y escribir pero que se muestran dispuestos a acompañar el proceso de aprendizaje de sus compañeros. El número de participantes fue variando con el pasar del tiempo ya que muchos fueron recuperando la libertad o fueron trasladados a otras penitenciarías.

Según analiza Cabruja, detrás de cada historia existe un trasfondo sociopolítico en el que se observa un “abandono del Estado” hacia los detenidos. “Los jóvenes que están ahí son aquellos cuyos padres en los años 90 no tenían trabajo o que fueron víctimas del neoliberalismo. Si no aprendieron a leer y escribir mucho menos podemos pedirles que sean personas íntegras, con trabajo, porque la sociedad misma los excluye. Del mismo modo que reclamamos seguridad y justicia hay que pedir que los detenidos tengan toda la asistencia para que puedan transformarse. Si están cuatro años y salen analfabetos posiblemente vuelvan a hacer lo mismo que antes”, observó, al tiempo que reveló la diferencia entre la persona presa, “que todavía vive una vida negativa”, y aquella privada de la libertad, que posee “una mente libre, una cabeza nueva, que sólo la separa algo físico de la sociedad”.

En cuanto al contenido del programa, Salas comentó que “se tocan temas generales de historia, costumbres, educación familiar y salud”, apuntando a “una formación cultural integral” del individuo.

“La mayor satisfacción que nos queda es ver cómo cada una de estas personas que estaban dentro de la oscuridad, por decirlo de una manera, ha ido avanzando y ocupando un nuevo lugar dentro de la sociedad”, sentenció el docente cubano, al frente del proyecto.

“Ahora voy a poder enseñarle algo a mi hija”

Como facilitador, David Villalba cumple la tarea de acompañar el aprendizaje de los demás asistentes del curso de alfabetización. “Siento una enorme satisfacción al escuchar a los chicos leyendo sus cartas”, reveló. Según cuenta, hoy se siente “capacitado y con ganas de salir adelante” porque sabe con certeza que tiene mucho para darle a su familia y a los jóvenes que atraviesan una situación complicada. En igual sentido, Cristian Caminos, uno de los participantes del programa, consideró: “Con un poco de esfuerzo pude salir adelante y me gustaría poder completar mis estudios. Ahora, cuando salga de acá, voy a poder enseñarle algo a mi hija y seguir aprendiendo junto a ella”.

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