Por: Ana Clara Pérez Cotten
El antiprogresismo y la anticorrección política edifican hoy un nuevo sentido común que parece alimentarse de una doble deficiencia de la izquierda: cierta dificultad para encarnar proyectos transformadores y también una incapacidad para imaginarlos, según formula en su libro ¿La rebeldía se volvió de derecha? el historiador Pablo Stefanoni, para quien “hay una cierta superioridad moral del progresismo que le hace creer que no hace falta leer a la derecha”. Historiador y jefe de redacción de la revista Nueva Sociedad, Stefanoni busca desentrañar por qué la izquierda dejó de leer a la derecha mientras las nuevas derechas alternativas, ubicadas a la derecha de los partidos liberal-conservadores convencionales, sí leen y discuten con la izquierda.
“Leer a la derecha es leer los libros y artículos que publican pero también mirar un poco más allá de lo que nosotros creemos que es la derecha, identificar corrientes, tensiones internas y lógicas de acción”, sostiene el autor, que fue a buscar a ese Otro para indagarlo y entenderlo con un puntilloso trabajo de minería que incluyó bibliografía pero también la deep web, fragmentos colgados en la nube, posteos efímeros en 4chan o Twitter y memes.
Poder pensar más allá de la coyuntura
“Creo que hay ideas muy superficiales sobre el «retorno del Estado» o al menos las había al comienzo de la pandemia. La salud pública puede ser un buen punto de inicio para discutir cómo desmercantilizar una parte de la vida social colonizada por el mercado y cómo construir instituciones de bienestar en América Latina que vayan más allá de la transferencia de ingresos.
Ahí hay un déficit muy grande de la era progresista o del «giro a la izquierda» regional: hubo aumento del consumo popular, lo cual está muy bien, pero muy poca discusión y avances sobre cómo construir Estados de bienestar efectivos e instituciones que viabilicen las políticas igualitarias más allá del voluntarismo de los gobiernos”, dice el historiador acerca de las posibilidades de cambios reales que tienen los gobiernos populares.
Y continúa: “A un año del inicio de la pandemia, se ha avanzado poco en ese sentido. Es cierto que los gobiernos pusieron sus energías en lo más inmediato, pero quizás debería encontrarse el momento de pensar un poco más allá. En países como Argentina, la clase media en gran medida dejó de utilizar ciertos servicios públicos. Y si se deja de utilizar la salud y la educación pública, los impuestos se van volviendo cada vez menos legítimos. Y la crítica antiimpuestos suele ser una vía de expansión de las derechas. Quizás necesitemos ser más «socialdemócratas» en el sentido de pensar en instituciones de bienestar articuladas y perdurables, asociadas a una estructura más progresiva de los impuestos”.
Un futuro cada vez más sombrío y distópico
Acerca de por qué la izquierda dejó de leer a la derecha, Stefanoni apunta: “Hay una cierta superioridad moral del progresismo que le hace creer que no hace falta leer a la derecha. ¿Para qué, si son los neoliberales de siempre o encarnan nuevas formas de fascismo? Creo que las nuevas derechas expresan inconformismos, insatisfacciones y enojos de parte de la sociedad. Algunos de ellos son frente a avances progresistas que debilitaron jerarquías sociales, de género o sexuales. Pero también hay una reacción a un centrismo que hizo que en muchos países no haya grandes diferencias entre centroderecha y centroizquierda, y a la falta de alternativas y de imágenes positivas del futuro.
El futuro se volvió cada vez más sombrío e incluso distópico. Si como dijo Marx la revolución debe extraer su poesía del futuro, esto es un gran problema. Frente a ello, se cuela con éxito lo que el sociólogo francés Philippe Corcuff denominó «un hipercriticismo disociado de la idea de emancipación». Un tipo de crítica a las elites y al sistema anudados con imaginarios políticos conspirativos y fuertemente antiprogresistas. Entonces, leer a la derecha es leer los libros y artículos que publican pero también mirar un poco más allá de lo que nosotros creemos que es la derecha, identificar corrientes, tensiones internas y lógicas de acción”.
Trump, una figura fundamental para las derechas transgresoras
En su libro, el historiador sostiene que Trump es alguien que vino a romper más que a conservar. ¿En qué cuestiones cree Stefanoni que la ruptura fue más determinante?
“Trump atacó muchas de las instituciones informales de la democracia estadounidense. Pero hay un efecto del trumpismo que trasciende a Estados Unidos: un Trump que «rompía todo» (las Naciones Unidas, la OMS, el Acuerdo de París) llevó al progresismo a ubicarse en una posición de defensa del statu quo. No está mal defender ciertas instituciones, pero me parece que hay que ser conscientes de que eso puede conllevar una posición conservadora, incapaz de canalizar los inconformismos de la sociedad y sobre todo los de los de abajo.
No digo que no se pueda hacer un frente democrático contra las extremas derechas, pero, al mismo tiempo, hay que tener presentes las consecuencias. Quizás la mayor herencia del trumpismo haya sido habilitar que figuras y discursos marginales o periféricos hayan ocupado una inédita centralidad y ampliar los márgenes de lo decible. La figura de Trump es fundamental en la nueva derecha transgresora que conocemos, surcada por la cultura de 4Chan y otras plataformas de internet, en la que, como dijo el ensayista Juan Ruocco, se usa el troleo como guerrilla cultural y el meme como instrumento político. El escándalo de las bolsas en Plaza de Mayo parece la escenificación de un meme que podría haber quedado como una foto trucada en las redes sociales”.
Una derecha argentina de la mano de los “libertarios”
En la introducción del trabajo, el autor plantea los grises a considerar a la hora de inscribir a Cambiemos en la nueva derecha: el partido hizo de la pospolítica su identidad, adoptaron medidas de tipo progresista en algunos ámbitos de la gestión cultural y abrazan más el new age que el catolicismo. Si bien destaca que tiene una “derecha de verdad” en su seno, aclara que los “anticuerpos del Nunca Más” vienen siendo efectivos para evitar una legitimación más amplia de estas visiones.
Sobre si las bolsas mortuorias instaladas en la Casa Rosada provienen de formaciones marginales o es más bien embrionario, Stefanoni subraya:
“Las derechas o centroderechas como Cambiemos están fuera del libro. Me interesé por las derechas «alternativas», que se asumen sin complejos y dan una batalla cultural antiprogresista desde posiciones contra la política convencional. Hoy hay en Argentina un sector que quiere hacer algo del estilo de Vox en España y viene curiosamente de la mano del fenómeno de los «libertarios», una tradición inexistente hasta ahora en el país.
En Cambiemos está la exministra Patricia Bullrich que sí quiere jugar desde la derecha y eso les dificulta la tarea. Me parece que hay un sector de la sociedad que quiere una oferta de derecha más ideológica y menos culposa, y alejada del discurso de gestión y post-ideológico del larretismo”.