Un periodista alemán sufrió una verdadera pesadilla mientras sacaba fotos al predio del yacimiento petrolero Vaca Muerta, en Neuquén.El trabajador de prensa denunció haber padecido una tortura.
Stefan Borghardt es un fotoperiodista alemán que viajó a la Argentina para cubrir el G20, la fallida final de Copa Libertadores entre River y Boca y realizar un documental sobre la explotación no convencional de hidrocarburos en Vaca Muerta. Pero cuando retrataba un basurero petrolero en la empresa Treater Neuquén S.A, fue detenido.
En un texto que fue publicado por el portal Rionegro, Borghardt denunció que lo golpearon, lo amenazaron con un destornillador eléctrico y una navaja, le robaron los equipos y lo golpearon entre siete oficiales que decían «odiar a los alemanes».
Borghardt explicó en Radio Universidad CALF que estaba sacando fotos en un derrame cuando lo agarró «un supervisor de la zona en una camioneta blanca» y lo llevó a la entrada del predio y «habló con un jefe que llamó a la policía». A partir de ahí sufrió un verdadero calvario que terminó con dos horas de detención en en la comisaría 10ª de Añelo, la localidad cabecera de Vaca Muerta.
«Cuando llegamos a la comisaría, entramos por la entrada trasera, me llevaron hasta la barra de atención y me quitaron las esposas. Me hicieron dejar todas mis pertenencias arriba de la barra y revisaron mis bolsillos y la mochila. Todavía ahí me negaron usar mi teléfono. Mientras la mujer policía labraba el acta de mis pertenencias, escrita a mano en un cuaderno, un oficial que parecía ser un superior me hacía más preguntas y me decía, haciendo gestos con un destornillador eléctrico en la mano, que ya se iban a enterar de la verdad», detalló.
Además, agregó: «Llegamos al calabozo y yo me encontré rodeado por unos cinco a siete oficiales, no me acuerdo bien, fue todo muy turbio y atemorizante para mí. Varios me pegaron, me patearon y me insultaron. Un policía que me maltrataba con una escoba desde lejos, me dijo que él odiaba a los alemanes, a todos los alemanes. Yo durante todo ese proceso tenía las manos levantadas y pedía que no me lastimaran. Me dijeron que si me decían que firmara, tenía que firmar, y que no funcionaban las cosas como yo me las imaginaba. Después tuve que quitarme los cordones de los zapatos y un policía me dijo que me apurara porque sino me ayudaba él, y sacó una navaja del bolsillo».