Por Miguel Passarini
Climas, situaciones, una atmósfera singular, muy buenos actores y la certeza de que pintar la aldea tiene sus beneficios en tiempos de globalización estética. Estas variables aparecen en un primer plano para quien se enfrenta a Deshora, la ópera prima de la salteña Bárbara Sarasola-Day, film que desde el jueves se puede ver en distintos horarios en el Cine Público El Cairo (Santa Fe 1120) luego de su estreno en la sección Panorama del Festival Internacional de Cine de Berlín, y de su paso por las competencias de Cartagena y Bafici 2013.
Con los protagónicos de Luis Ziembrowski, el colombiano Alejandro Buitrago (Colombia integra la coproducción) y la bailarina y actriz María Ucedo (integrante de la recordada compañía El Descueve), y las participaciones de, entre otros, Julieta Teruel y Marta Lubos, la película cuenta la historia de Ernesto y Helena, un matrimonio con años de casados y una crisis que se deja ver apenas comienza el film. La pareja vive en una finca aislada entre campos de tabaco y la selva de alta montaña en el noroeste argentino. Y la supuesta calma en la que gravitan ambos se entorpece y perturba con la llegada de Joaquín, un primo casi desconocido de ella, recién salido de un centro de rehabilitación, que es enviado por su familia, y en contra de su voluntad, a pasar un tiempo allí. Es así como la idea de “el intruso”, una temática largamente transitada en la literatura y el cine universal, se transforma, casi al mismo tiempo, en el detonante de la crisis que afronta la pareja: la dificultad para concebir un hijo los ha sumido en una peligrosa obsesión que conlleva la pérdida de deseo. Frente a esta problemática, la ambigua presencia del muchacho va del voyeur al peligro, armando un singularísimo triángulo con destino anunciado.
“Lo íntimo busca sus fronteras todo el tiempo, somos animales muy territoriales. La mirada y la presencia de otros ponen en amenaza eso que reservamos para nosotros como un secreto y, en consecuencia, estamos frente a un doble juego: lo que se comparte y lo que se preserva, lo aceptable y el tabú”, expresó la directora Bárbara Sarasola-Day, oriunda de Salta, al momento del estreno del film.
“En el contexto de este triángulo, mi personaje, Ernesto, es un personaje que trabaja sobre la idea de la humillación personal. Es un poderoso abogado latifundista de Salta que vive una crisis de pareja, y la llegada de este chico lo desestabiliza, lo confronta con él mismo. En esa triangulación que empieza a aparecer, él se descentra, dado que es un hombre acostumbrado a los rituales de su clase, de su hábitat: su casa, su poder sobre las demás personas que trabajan en su finca y la riña de gallos. Es toda esa atmósfera que envuelve todo y que el va desplegando con cierta violencia lo que, en algún momento, se va a desatar y no va a parar”, relató a El Ciudadano el talentoso actor Luis Ziembrowski, de vasta trayectoria en teatro, cine y televisión, quien agregó: “Básicamente, el trabajo con el personaje tiene que ver con el tembladeral interno que esta situación le provoca, y en medio de esa situación de humillación, termina resolviendo el problema por el camino más fácil, al menos para él ”.
Respecto del mismo tema, la directora expresó en una charla que mantuvo con la agencia de noticias Télam: “Entre estas orillas oscila el deseo, un sentimiento complejo que nos desubica, nos sumerge en terrenos extraños y nos devuelve a un espacio irracional y vital. Y lo que más me atrajo son estas líneas delgadas, la fragilidad que hay cuando esos límites se desdibujan y las fronteras se traspasan, cuando el deseo nos pone frente a un abismo y quedamos al descubierto”.
En relación con el cine argentino contemporáneo, que en la última década empezó a optar por contar historias que pintan otras aldeas, quizás mas pequeñas y por lo mismo menos conocidas, y en relación a la inevitable ligazón que desde lo estético y temático tiene esta película con el cine de la también salteña Lucrecia Martel (La Ciénaga, La niña santa, La mujer sin cabeza), Ziembrowski analizó: “Hay creadores que generan huellas y marcas y me parece que está bueno estudiarlos, continuarlos, seguirlos; en cierta forma, dejarse influenciar. La influencia es notable de alguien que apareció de manera tan potente como Lucrecia, y detrás de ella hay otras directoras salteñas que tienen mucho para contar, sobre todo en relación con las márgenes y las confrontaciones de clases. Y creo que, por encima de todo esto, Bárbara conoce muy bien el mundo que está contado en el film, y eso le da una gran autenticidad a la película, al punto que, por ejemplo, la locación principal, que es la chacra en la que vive esta pareja, es de propiedad de un tío lejano de Bárbara. Es decir: son todos factores que forman parte de un mundo que la directora conoce a «prima facie» y que hacen que se vea en la película algo muy interno y muy fluido”.
Si bien en un estilo diferente, Deshora también plantea ciertos temas “salteños”, o propios del noroeste argentino, como el machismo, las diferencias de clase y, especialmente, la descripción de una aristocracia latifundista en franca decadencia. Respecto de la misma cuestión, la directora expresó al momento del estreno porteño: “Muchas de esas cuestiones atraviesan la película porque me atraviesan a mí. Salta es mi lugar, crecí en esa idiosincrasia y situé la historia en la clase social en la que me crié. Es una sociedad patriarcal con un fuerte machismo que se evidencia en mayor grado que el que existe en todo el país. Además, hay formas de relación entre las clases que aún se reproducen, se cuestionan poco, se naturalizan y resultan difíciles de entender y son terriblemente rancias”.
Finalmente, Ziembrowski analizó la situación actual del cine nacional en relación con la diversidad estética y la federalización de las producciones: “Hay un cine muy diverso en la Argentina de hoy, con una enorme producción. Hay, por ejemplo, y más allá del cine salteño o el tucumano, un cine cordobés que es extraordinario, y que está ganando premios y por lo general son premios que entregan jurados especiales, otras miradas que escapan a las miradas oficiales de los grandes festivales. Todo tiene que ver con un movimiento enorme que encierra lo que llamamos «cine argentino», con muchas escuelas. De hecho, somos uno de los países con mayor cantidad de estudiantes de cine del mundo, es algo notable y particular, muy atípico, porque en la Argentina hay alrededor de 15 mil estudiantes de cine, y eso no pasa en otros países. De todos modos, eso trae aparejado algo maravilloso y al mismo tiempo complejo, porque hay una necesidad de contención en relación con la producción. De todos modos, esa falta de dinero agudizó el ingenio de muchos realizadores, algo que tiene su correlato con lo que pasó en los años 90 con el teatro: era el menemismo, con su brillo, champagne y pizza, y había que reducir y concentrar todo en los cuerpos de los actores. De la misma manera, el cine optó por contar historias más pequeñas, quizás de un modo más austero, pero extremadamente valiosas y necesarias”.
Por los festivales
Con Deshora, Bárbara Sarasola-Day se convirtió el año pasado en la tercera directora salteña en debutar internacionalmente con su ópera prima en el Festival de Berlín, en su caso en la sección Panorama, siguiendo el camino de sus comprovincianas Lucrecia Martel con La Ciénaga, y Daniela Seggiaro con Nosilatiaj-La Belleza. Ahora, tras su paso por los festivales de Cartagena y Bafici 2013, la película integrará la muestra competitiva del Festival Internacional de Cine de Panamá (IFF), que tendrá lugar entre el 3 y el 9 de abril próximos.