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Perú ante el covid-19, con la salud pública en ruinas y multinacionales que no quieren cuarentena

La mirada de Javier Mujica Petit, desde Lima. Abogado laboralista peruano de reconocida trayectoria, que coordina junto a organismos de derechos humanos acciones urgentes ante la pandemia

Especial para El Ciudadano

“Dobla tus rodillas. Humíllate y reza, hermano. Que Dios te va a dar la fuerza para que no te alcance esta peste, este virus”. Con la Biblia en una mano y un megáfono en la otra, un policía camina frente a decenas de personas que arrodilladas en fila frente a él y con barbijo colocado, esperan el cobro de un subsidio estatal, para atenuar el impacto de la pandemia. La escena se dio la semana pasada en Lambayeque, región duramente castigada por el coronavirus en Perú. Pero además de reflejar el drama del presente, sintetiza contradicciones de cinco siglos en la historia latinoamericana.

“El uniformado les pedía que recen, a ver si la fe les compensaba lo que las ruinas del sistema de salud no están pudiendo enfrentar”, dice Javier Mujica Petit, desde Lima. Abogado laboralista peruano de reconocida trayectoria, coordina junto a organismos de derechos humanos acciones urgentes ante la pandemia y ahora se hace un rato para charlar a la distancia con El Ciudadano.

El letrado tiene además una emotiva historia que lo vincula con Rosario, que contará luego. Antes de eso, advierte: “La atmósfera turbia que vive Perú por el coronavirus tiene causas históricas. Había una normalidad previa a todo esto, que era profundamente injusta. Con gran desigualdad de ingresos entre clases sociales y entre las regiones. Por eso en el interior y en los sectores humildes se están dando en proporción muchas más muertes que en Lima. Y debemos el dato de que, como país, no hemos invertido en la formación de profesionales de la salud, no remuneramos bien al personal sanitario, no hay hospitales públicos a lo largo del país equipados adecuadamente, ni tampoco se promovió en la población una cultura de la higiene. El resultado de todo eso, es la crisis que tenemos hoy”.

La llegada del virus

Aquí, la notificación del primer caso oficial de covid-19 fue similar en tiempos y formas a la de otros países de la región. Un joven de 25 años, que tras viajar por España, Francia y República Checa, dio positivo. Lo confirmó el 6 de marzo el presidente peruano, Martín Vizcarra, en conferencia de prensa en la Casa de Gobierno junto a su ministra de Salud, Elizabeth Hinostroza.

El mandatario pidió “tranquilidad” ese día a sus compatriotas y dijo que se habían tomado “todas las medidas desde el punto de vista médico, para que el paciente cuente con una atención integral”. La puesta en escena incluyó el anuncio de la puesta en marcha de áreas de aislamiento en cinco hospitales de Lima, para atender eventuales infectados por coronavirus y puestos sanitarios en el aeropuerto internacional Jorge Chávez. Todo en la capital del país.

Ese primer contagio, claro, no sería el único. En los últimos años, el tráfico aéreo por cielo peruano creció, en paralelo con una globalización interesada en las riquezas naturales del país. Así, Lima se convirtió en un hub conectado con Europa y Estados Unidos, ideal para viajes de gerentes de las multinacionales radicadas aquí, también de jóvenes que emigraron y un crecimiento de la oferta turística peruana al mundo. El aeropuerto limeño, no obstante el pomposo anuncio del presidente a comienzos de marzo, seguiría funcionando de modo normal hasta mediados de mes. Y para esa época, el virus ya estaba expandido en varios países.

Ese 15 de marzo, el gobierno de Vizcarra decretó en todo el país un estado de emergencia y la orden de aislamiento social obligatoria por dos semanas, incluyendo por las noches un toque de queda. La medida se fue renovando, hasta el reciente anuncio de este fin de semana, que la prorrogó hasta el 24 de mayo. Una cuarentena que empezó, con acatamiento dispar, cuando aún no había muerto en Perú ni una sola persona por el virus. Dos meses más tarde, el promedio de fallecimientos diarios está cerca de los cien, a nivel nacional.

El dato de la primera víctima oficial se conoció el 19 de marzo, en Lima. Como al inicio las muertes se daban de a un dígito diario, había tiempo en la prensa para contar cada una de sus historias. Así, cuando se dio el cuarto fallecimiento apenas iniciada la crisis sanitaria, se supo que el paciente había esperado a los médicos en su casa y había muerto ahí mismo, sin recibir atención clínica. La conmoción fue tal, que el presidente decidió pedir la renuncia a su ministra Hinostroza, culpándola de lo que había pasado.

En su reemplazo, asumió como ministro de Salud, Víctor Zamora. A quien le tocó enfrentar la emergencia, sin chances para diseñar políticas de largo plazo y con déficit de infraestructura y personal. Una de las decisiones más fuertes que tomó, con hospitales públicos desbordados, fue la de disponer de las camas del sector privado. También, la de enviar aviones militares con personal sanitario al medio de la selva.

Para algunos, esto explica los fuertes embates que está sufriendo hoy de parte de Colegios Médicos y empresarios de la salud, que le adjudican los casi dos mil muertos que hoy tiene el país. A la fecha, se han reconocido 1.961 víctimas y casi 70 mil contagios. Entre los fallecidos, hay médicos y enfermeros, que en muchos casos trabajan sin insumos. Zamora puso en estas horas su renuncia a disposición del presidente Vizcarra.

Fallecimientos desiguales por región

“Con el avance de la pandemia, creció la proporción de decesos en el interior del país, respecto a la capital, mejor preparada. Hoy, el 56% del total nacional de muertos se dan en pequeñas localidades, lo que pone en evidencia la enorme desigualdad territorial del sistema sanitario del Perú. El mayor foco del virus lo tenemos en Lima, con unos 43 mil casos. En Lambayeque hubo poco más de tres mil infectados, en Loreto menos de dos mil. Pero ahí, la letalidad del virus está siendo proporcionalmente mucho más alta”, explica Mujica Petit.

Para hacer frente a los efectos sociales de la cuarentena, el gobierno dispuso entrega de canastas básicas de alimentos y de bonos de supervivencia, a familias en extrema pobreza. Mujica dice: “Son medidas que no llegaron a todos, ni resolvieron las brechas alimentarias. A las empresas se les otorgó créditos con mínimo interés y subsidio al 35% de la planilla para trabajadores con ingresos bajos. Y según registros del Ministerio de Trabajo de Perú, pese a esto en marzo y abril hubo 403 mil personas que dejar de aportar. Es grave, sobre todo porque teníamos un contexto laboral complicado ya antes de la pandemia. El 72,7% de los trabajadores trabajaba en condiciones informales, según los últimos datos. Ahora, se suma que muchas empresas echaron a quienes estaban en período de prueba, o los despidieron sin respetar mínimas formalidades”.

Contagios y muertes en mineras

Hay multinacionales que obligan a sus trabajadores a continuar laborando, sin ofrecerles condiciones mínimas de bioseguridad. “Y sin presencia del Ministerio de Trabajo, con servicios paralizados por la cuarentena. Mientras tanto, se han puesto a disposición de grandes empresas muchos más recursos públicos que los que han llegado a los sectores más pobres”, señala Mujica Petit a El Ciudadano.

En la zona minera de Perú, se redujeron operaciones pero se continuó movilizando personal muy cerca de las comunidades, donde aparecieron contagios. “Hemos reportado numerosos trabajadores contagiados por covid-19 en varias de las empresas mineras, como Antapacay, Hudbay, Bateas, Cerro Verde o Antamina”, reportó el Centro de Política Públicas y Derechos Humanos, que integra Mujica Petit. En Antamina se verificó un importante brote de 210 mineros infectados. Uno de ellos falleció y otros están en estado grave. La mina siguió operando durante la cuarentena. Sólo el 13 de abril, en medio contagios masivos entre sus trabajadores, decidió suspender temporalmente actividades.

Las zonas portuaria, petrolera y agrícola

En Callao, zona portuaria sobre el Pacífico, se dieron ya más de 5 mil casos. La última semana, la zona fue noticia por el fallecimiento de un puestero de pollos en el Mercado Central, que debió ser cerrado y desinfectado luego de detectarse allí 30 contagios. En la ciudad se informó la puesta en marcha de un sistema frigorífico en un predio deportivo, que ante la saturación de la morgue. La idea es almacenar cuerpos allí, para evitar la foto que mostró la ecuatoriana Guayaquil antes el virus.

En la región de Lambayeque se dio la anécdota del policía que abre esta nota. Allí, la pandemia está siendo letal y hay angustia por lo que pasará, con el sistema sanitario cerca de colapsar.

En la zona selvática de Loreto, en la Amazonía sobre el norte peruano, es donde está la situación más complicada. La petrolera Plus Petrol informó que el 18 de abril cesaba actividades como prevención. No obstante, dos semanas más tarde organizaciones indígenas tomaron por unas horas el aeropuerto local, exigiendo cumplimiento de la promesa empresaria. “Todavía se ven movimientos. Y en la zona no tenemos postas sanitarias. Pedimos al gobierno el cuidado de nuestras familias”, dijeron.

En la última semana, el gobierno peruano envió personal sanitario en aviones militares a la región de Loreto. Allí, se notificaron 100 muertos hasta ahora. Varios de los médciso qeu viajaron al lugar, se contagiaron atendiendo pacientes infectados. Y dos de ellos murieron en el hospital en Iquitos, al que habían ido a atender desde Lima, por falta de respiradores.

Con videos en las redes de bolsas negras con cadáveres apilados en el patio del hospital, el director de la institución pidió al gobierno central más insumos. Y la iglesia de la localidad, convoca a una colecta para comprar equipos sanitarios. Este domingo, entre tanto, la Sociedad Peruana de Radiología y otros Colegios Médicos publicaron comunicados pidiendo al Ministerio de Salud que dejen volver a la capital a los trabajadores de la salud que fueron enviados a la selva. “Somos los médicos los soldados de la primera línea de batalla contra la pandemia. Nuestros héroes se infectaron cumpliendo su deber”, señalaron.

Para Petit, cambiar al ministro podría agravar la situación: “Espero que no renuncie. Si vemos los presupuestos de salud de Perú de los últimos años y lo comparamos con los de otros países, podríamos entender este desastre. Hay causas estructurales. Pero además, en el poco tiempo que lleva de gestión, Zamora ‘ha pisado varios callos’. Generó un sistema de salud unificado para hacer frente a la pandemia, subordinando a las clínicas privadas a la necesidad colectiva”, advierte este lunes Mujica Petit.

Para el final, ahora sí, me permito preguntarle cómo se dio su relación con Rosario. “Hace más de 40 años conocí a Horacio Zamboni, un abogado laboralista que llegó aquí exiliado. Él asesoraba a sindicatos muy combativos y lo habían amenazado de muerte. Éramos colegas, pero yo aún muy jóven, él me doblaba en edad. Con otros compañeros lo invitamos a participar de una revista que hacíamos que se llamaba Actualidad Económica. ¡Y aprendimos tanto! Nos quedábamos horas después de cada reunión, íbamos a los bares y seguíamos hablando de legislación laboral, de cooperativas, de cómo se podía hacer la gestión obrera de las empresas, de historia, de política. Tenía un enorme humanismo. E inspiró en mí la creación de una Asociación Peruana de Abogados Laboralistas, de la que hoy soy el vicepresidente. Horacio falleció hace pocos años. Y la relación continúa con su hijo Carlos, que defiende las mismas causas que su padre. Por eso es un honor compartir estas informaciones con un diario de esa ciudad”.

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