Por Agustín Dell’ali – Victoria frutos – Luisina Musacchio y Victoria musto (*)
Teniendo en cuenta la revalorización estratégica del petróleo, el boom de los precios de los commodities posibilitó una política exterior venezolana proactiva en la región.
Debido a esto, fue posible establecer una agenda geopolítica regional de corte posneoliberal tendiente a expandir el papel internacional de Venezuela.
A su vez, esto impulsó un liderazgo que persiguió diferentes premisas: políticas antiimperialistas, antineoliberales, nacionalistas; económicas basadas en el desarrollismo y sociales con el objetivo de superar la pobreza y la desigualdad.
Durante el auge del neoliberalismo de los noventa, Venezuela se adhirió a la Comunidad Andina de Naciones (CAN), siguiendo una lógica de apertura conjunta de la región para enfrentar la globalización (regionalismo abierto).
A fines de la década, los países que conformaban los bloques de integración entraron en crisis a raíz del fracaso del modelo de desarrollo sostenido, arrastrando con ello los procesos de integración.
En este marco, en 1998 asumió Hugo Chávez, dando inicio a lo que luego se denominaría el “giro a la izquierda” en Latinoamérica, quien propondría otra lógica de integración.
La mayor expresión de esta lógica fue la Alternativa Bolivariana para los pueblos de nuestra América (Alba) y el Tratado de Cooperación de los Pueblos (TCP), basada en cuatro principios: cooperación, solidaridad, complementación económica y respeto de la autodeterminación de los pueblos, emprendiendo desde allí una serie de programas sociales y de cooperación.
Siguiendo esta nueva lógica, Chávez decide salir del bloque de la CAN, a raíz de la suscripción de tratados de libre comercio de Colombia y Perú con Estados Unidos y la incapacidad del bloque de resolver los graves conflictos que atravesó la región andina en los años noventa.
Finalmente, en el año 2006, Venezuela ingresa al bloque Mercosur, aspirando a una transformación en el perfil ideológico del bloque, en consonancia con los gobiernos de Argentina, Brasil y Uruguay.
Dos de los importantes actores que acompañaron el proyecto venezolano fueron Bolivia y Ecuador, ambos países forman parte del Alba/TCP así como de la CAN. En el año 2015 se une Bolivia a Mercosur.
Como se sostuvo al principio, el proyecto Alba/TCP fue posible gracias a una voluntad política (el carisma de Chávez) y un recurso de poder material (los altos precios del petróleo), careciendo hoy en día de ambos condicionantes, y por tanto, sepultando el proyecto de integración.
Asimismo, la caída del proyecto se agrava en tanto se asiste en la región a un “giro a la derecha”. Considerando esto, se denotan diferentes posiciones tanto de Bolivia como de Ecuador, siendo entonces la pregunta más importante a plantearse por ambos actores la de qué proceso debería privilegiarse.
Por un lado, en cuanto a Bolivia, se entiende el giro pragmático de Evo Morales de “la integración entre los pueblos” a un bloque de perspectiva más económica como lo es Mercosur, buscando mantener un fluido dialogo político.
Por otro lado, teniendo en cuenta la posición de Ecuador, podemos observar como factor determinante el cambio de régimen político-económico que lo acercaría a las lógicas de la Alianza del Pacifico antes que al Mercosur.
En conclusión, podemos observar un retraimiento de los procesos de integración de tinte político y social. Si se valorizan los beneficios de una integración de perspectiva amplia, resulta necesaria la reformulación de proyectos existentes sustentados por bases menos volátiles que los precios de un commodity.
Consideramos que pasar del regionalismo abierto al regionalismo posneoliberal fue acertado al cambiar el enfoque, pero se fracasó al mantener los mismos recursos de sustento; las materias primas.
En este sentido, debemos pensar en nuevos modelos de desarrollo que sigan siendo redistributivos pero no desde el neo-extractivismo, donde la generación de excedente se hace en base a una reprimarización de la economía, sino que sean más sustentables y sostenibles a largo plazo dándole solidez al bloque de integración.
Ya Gabriel García Márquez le dio voz a Simón Bolívar de esta forma: “Ya tenemos la independencia, general, ahora díganos qué hacemos con ella”.
En la euforia del triunfo él les había enseñado a hablarle así, con la verdad en la boca. Pero ahora la verdad había cambiado de dueño.
“La independencia era una simple cuestión de ganar la guerra”, les decía él. “Los grandes sacrificios vendrían después, para hacer de estos pueblos una sola patria”.
“Sacrificios es lo único que hemos hecho, general”, decían ellos. El no cedía un punto:
“Faltan más”, decía. “La unidad no tiene precio”.
(*) Estudiantes avanzados de la Licenciatura en Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencia Política (UNR)