Ladislao Pivetta tenía 16 años. El 19 de octubre de 2013 volvía de andar en bicicleta con sus amigos –como lo hacía habitualmente– cuando en la esquina de Urquiza y Dorrego se topó con un motociclista que venía haciendo “wheeling” con su moto de alta cilindrada. El impacto fue letal. A casi un año de su muerte, la familia de Ladislao, junto con amigos, se presentaron el viernes pasado en los Tribunales provinciales para reclamar justicia por el adolescente.
“Todavía no podemos hacer el duelo, nosotros nos tenemos que ocupar de reclamar justicia. No queremos que sea otro caso como el de Sebastián Pira”, advirtió su mamá, Jorgelina Intile.
La madre del adolescente detalló que su hijo circulaba en bicicleta por calle Urquiza, con dos amigos más, en fila india, cuando una moto de 250 centímetros cúbicos conducida por José Luis Fiordelmondo, de 28 años, venía haciendo “wheeling” (circulaba sólo sobre una rueda). En esa circunstancia, embistió a Ladislao y le provocó la muerte.
La causa está caratulada como homicidio culposo y del conductor de la moto nunca se supo nada, a pesar de las notificaciones que se le enviaron para que se presentara a declarar en Tribunales, dice su familia. Tampoco hay testigos.
La investigación recayó en el Juzgado Correccional 8ª, a cargo de la jueza Marcela Canavesio, junto a la fiscal Nora Marull.
“Este hombre nunca se hizo cargo, nunca estuvo preso. Lo citan y no se da por enterado. Es como si no figurara en el domicilio que dio en Tribunales. La carátula es homicidio culposo pero debería doloso, porque si bien él no fue a matar a mi hijo, estaba cometiendo infracciones en la vía pública con su moto”, subrayó Jorgelina.
La mujer recuerda a Ladislao como un chico compañero, obediente, respetuoso, simpático, cariñoso y muy querido por sus amigos.
“Le decían Parpa porque se daba vuelta los párpados, siempre hacía eso como broma. Le puse de nombre Ladislao por la película Camila. El cura que interpretaba Imanol Arias se llamaba así”, recuerda Jorgelina con la voz entrecortada. Ella reclama justicia, ya que asegura que lo que le pasó a su hijo le pudo haber sucedido a cualquiera, y no quiere que haya “otro Ladislao más”.
“Vivíamos los tres juntos: su hermana Geraldine, de 8 años, Ladislao y yo. Era muy compañero y divertido, era un sol. Me ayudaba mucho con la casa y con el cuidado de su hermana; iban juntos a la escuela todas las mañanas. Éramos un banquito de tres patas”, resaltó su madre.
Jorgelina dijo tener paz y afirmó que la ausencia física de su hijo es inmensamente terrible e indescriptible: extraña sus abrazos y el beso de las buenas noches. Se le hace muy difícil sobrellevar semejante pérdida.
“Ninguna madre se merece que a su hijo le pase algo así. En nuestra familia tenemos principios morales, sociales, y humanos, pero la persona que atropelló y mató a mi hijo no respeta su vida ni la de los demás. Queremos que se haga justicia”, concluyó.