Claudia Lorenzón / Télam
A 100 años del nacimiento de Pier Paolo Pasolini, el 5 de marzo de 1922, su figura de artista e intelectual multifacético, que desde la escritura incursionó en el periodismo, el cine y la pintura, se redimensiona hoy con una obra que, además de conmover y escandalizar, atravesó los límites de lo estético para introducirse en el terreno de lo político y cuestionar la cultura de masas, la industrialización y alumbrar conceptos sobre ecología, en un recorrido que lo erigió como una figura totémica y controversial, pese a una exigua existencia, truncada trágicamente a los 53 años en un oscuro episodio.
En el centenario de su nacimiento, dos libros dan cuenta de su estatura como artista, deslumbrante y contradictorio. Uno de esas obras es “Pasolini, el penúltimo revolucionario” de la Universidad de las Artes, que rescata su genio y figura, revisitándolo a través de escritores que lo conocieron, como los italianos Walter Veltroni, Eugenio Zanetti y Paolo Fabbri, y otros que abordaron su obra como Raúl Perrone, Jorge Aulicino, Osvaldo Girardi, entre otros, compilados por Marcelo González Magnasco.
“El otro texto, «Pasolini por Pasolini», editado por El cuenco de plata, con un delicioso prólogo de Bernardo Bertolucci y traducción de Guillermo Piro, rescata entrevistas sobre su trayectoria como cineasta, realizadas por directores de cine y especialistas al artista nacido en Bolonia, en pleno inicio del fascismo, cuyo padre era teniente del ejército, y su madre, maestra. El intelectual hablaba friulano, una influencia fundamental en el inicio de su escritura, que hizo en ese dialecto.
El primero de los textos aborda su homosexualidad, además de su infancia trashumante en medio de la Segunda Guerra Mundial, junto a su madre, una mujer de apariencia siempre joven a quien admiraba profundamente; así como el trágico destino de su hermano Guido, de 19 años, quien en 1945 se unió a la Fiesta de Acción y a la Brigada Ossopo-Freuli, cerca de Eslovenia, y fue asesinado en una emboscada dispuesta por los partisanos de las guerrillas yugoslavas de Tito.
Lector voraz de Dostoievski, Tolstoi, Shakespeare, Coleridge y Novalis, y también del Evangelio, Pasolini abordó en esos primeros poemas, publicados en el 42, el tema religioso. “La religión es un problema interno de toda mi producción”, manifiesta en una de las entrevistas publicadas en “Pasolini por Pasolini”, y agrega: “Había en mí esta especie de sugestión, de inconsciente amor o de consciente amor por el Evangelio”. Pero lejos de adherir a la religión católica, tiempo después se definiría ateo y comunista, a tal punto que en 1963 fue condenado a cuatro meses de cárcel por sus posiciones anticlericales en el filme “Rogopag”.
“Fue un inmigrante desde niño. No llegó a Lampedusa desde África, pero fue desde Bolonia. Marchó hacia Roma, la eterna, huyendo de un pasado no deseado a un futuro incierto. Y huyó con su madre, como la familia de Jesús que huye a Egipto. Se suele huir de las distintas formas que tiene la muerte”, reflexiona González Magnasco.
“De los Cuatro Evangelios, el de San Mateo es el único que menciona el episodio De la huida a Egipto: Cristo se convirtió en un emigrante que huye junto a sus padres perseguidos por el poder terrenal de Herodes. ¿Existiría el cristianismo sin esa persecución? ¿Existiría Pasolini sin la huida Roma junto a su madre? Cristo ya era una imagen central en la producción poética del joven Pasolini y es probable que Jesús haya sido uno de los modelos para la construcción de sus personajes marginales de sus primeras películas, Accattone y Mamma Roma”, agrega.
Con su película “El Evangelio según San Mateo” (1964) intentó mostrar el Cristo más revolucionario, un Jesús real que desde el llano quiere llevar esa revolución al mundo del poder. Decidió tomar literalmente el texto bíblico, hasta los diálogos son rigurosamente aquellos del Evangelio; una selección del Sermón de la Montaña a los apóstoles y las críticas a los fariseos. Hay una tradición en Italia de Catocomunismo, o como dijo una vez el filósofo Gianni Vattimo cuando le preguntaron cómo podía ser filósofo e izquierdista y dijo: «Dios es comunista»”.
De su producción cinematográfica llegarían luego “Pajaritos y pajarracos” (1966), “Edipo Rey” (1967); “Teorema”, estrenada en 1968, que otorga la consagración internacional de Pasolini, interpretada por Terence Stamp y Laura Betti enmarcados ambos en una atmósfera sórdido-sensual. “Pocilga” (1969), fue una de sus obras más crudas y realistas, considerada degradante, provocadora y obscena, lo que no evitó bastante éxito en los cines europeos. “Medea” (1969), con María Callas entre el reparto, supone su segunda y mejor actualización de una obra teatral de la Grecia clásica, en este caso de Eurípides.
En los años 70 triunfa con la llamada Trilogía de la vida (integrada por “El Decamerón”, 1971; “Los cuentos de Canterbury”, 1972; y “Las mil y una noches”, 1974), que pasaron por los festivales de cine de Cannes, Berlín o Venecia.
En 1975, su carrera como cineasta se estanca al estrenarse en 1975 “Saló o los 120 días de Sodoma”, una película que convulsiona a toda la sociedad italiana y hace que Pasolini reciba amenazas de muerte y presiones incluso políticas. En ella desdibuja los límites convencionales y cinematográficos que encierran el erotismo, pornografía, expresión, sadismo, provocación y degradación humanas, por efecto del poder.
“Me dirijo a todos los que como yo detestan el poder por lo que le hace al cuerpo humano: la reducción a cosa, la anulación de la personalidad del hombre”, manifiesta en una de las entrevistas que aparece en “Pasolini por Pasolini” y agrega: “El poder hace lo que quiere, y en eso es completamente arbitrario impulsado por sus necesidades económicas que escapan a la lógica común”.
Previo al estreno de esta película, el cineasta manifestó en una entrevista con la televisión francesa que su obra estaba destinada a escandalizar. “Pasolini declara que «escandalizar es un derecho y ser escandalizado es un placer; quien se niega a ser escandalizado es un moralista»”, recuerda Piro, y sostiene que “escandalizar se conecta también (pero esto no lo dice Pasolini) con hacer las cosas por primera vez”. “Quiero decir que quien repite algo ya hecho es incapaz de escandalizar, y quien hace cosas nuevas está mucho más cerca de lograrlo”.
González Magnasco señala que para el intelectual, “la única demostración de buena voluntad real es en la acción en común, más aún si es escandalosa” y agrega que “el escándalo era un movimiento generador de discusión, de debate en conjunto”.
“Ser escandaloso le costó juicios, críticas, insultos, actos violentos”, recuerda.
“El interés y la seducción que aún ejerce Pasolini no sólo reside en que fue un artista de múltiples lenguajes, cercano a la política, difícil de ubicar. Reside en lo que permanece oculto, de alguna manera secreto. Lo olvidado que retorna como esos viejos rollos de celuloide que requieren de una técnica de artesano para revelar su secreto y mostrarnos su imagen”, acota.
Su compromiso y cuestionamiento de los sistemas de producción capitalista y el rol de las multinacionales quedaron expresados en su novela inacabada “Petróleo”, que estaba escribiendo cuando lo mataron y que, para muchos encierra la causa del asesinato.
Considerada la obra más vasta y ambiciosa del artista, aborda la historia del asesinato del responsable del Ente Nacional de Hidrocarburos de Italia, Enrico Mattei, quien como director de empresas públicas se opuso a las empresas internacionales de petróleo e intentó un acuerdo directo con los iraníes y, si bien lo logró en parte, fue asesinado en un accidente aéreo, según dice Gianni Vattimo, en el libro editado por la Universidad de las Artes (UNA): el avión “fue saboteado antes de partir de Sicilia, donde él estaba”.
“Podría haber aspirado a convertirse en un Wikileaks de los 60, un entramado de sujetos, organizaciones, empresas, fortunas, miserias, perversiones que muestra desnudo al poder. Saltos entre la antigua democracia cristiana y el nuevo totalitarismo hiper fascista. «Petróleo» no habla solamente de los daños medioambientales, sino de la destrucción de la subjetividad”, sostiene González Magnasco.
“Siguiendo al psicoanalista Félix Guattari, podría decirse que Pasolini señala más una ecología de la subjetividad que la del del medio ambiente. Uno de los corazones de Petróleo se centra en lo que fue la guerra de la industria energética, a través de la ENI (la YPF italiana), habla del caso Mattei, de Eugenio Cefis, uno de los personajes centrales de esta novela, quien se convirtió en uno de los referentes más importantes de la nueva derecha italiana. Pasolini afirmó que el final de la derecha clásica era, en realidad, un poder real capitalista “que está estableciendo una forma de fascismo completamente nueva e incluso más peligrosa”.
El asesinato del escritor y cineasta sucedió el 2 de noviembre de 1975, en la localidad de Ostia, en un contexto social de persecución a homosexuales. Por su muerte fue detenido el adolescente de 17 años Giuseppe Pelosi, quien declaró que el artista le había propuesto tener relaciones sexuales, argumento que no convenció a nadie, sobre todo porque el cineasta era un personaje incómodo para el poder, y había denunciado con su obra los corredores más oscuros de la corrupción.
“La figura de Pasolini no sufrió declive alguno desde el día de su muerte, no dejó ni un instante de crecer hasta alcanzar dimensiones casi totémicas. Es el último intelectual, en el sentido que da a esa palabra Susan Sontag: «Alguien que se interesa por todo». Hizo de todo, y todo lo hizo bien: poesía, novela, pintura, teatro, cine. Y eso sin contar sus polémicas, sus ensayos, sus críticas de cine”, sostiene Piro.
“Es probable que Pasolini se haya adelantado a sus tiempos y que parte de su vigencia radique en la sensación de que siempre nos habla de la actualidad. Sus ensayos de resistencia cultural nos llevan a pensar el concepto de globalización y el pensamiento único, la hegemonía cultural del jean y del rock borrando lo subjetivo de un mundo centralizado y unificado”, apunta González Magnasco.