El jefe del clan Funes supo aparecer en las crónicas policiales por su especialidad de abrir cajas fuertes y también por piratería del asfalto. Jorge tiene hoy 43 años y la semana pasada la Justicia provincial ordenó un megaoperativo con más de 150 efectivos federales y un helicóptero para desbaratar su clan. Sin embargo no pesa sobre él ninguna acusación, sólo queda su historia como mito. En la audiencia imputativa, la pesquisa sindicó que la organización tendría dos fases: la comercialización de drogas por un lado y la comisión de delitos ordinarios por el otro. Están sospechados de robos agravados, tenencias de armas, usurpaciones, lesiones, amenazas calificadas, tentativa de homicidio y al menos cuatro crímenes. Pero entre los ocho imputados no figura ningún integrante de la familia, que está bajo sospecha pero aún, salvo en un caso, no hay pedidos de captura para sus miembros. Sin embargo Jorge Funes no aparece como jefe de una banda, sino como un jefe de familia sobre quien pesa una historia.
En los 90, el Gordo Funes era considerado por investigadores como un experto en cajas fuertes. En ese tiempo, lo relacionaron con Lelio “Chapita” Ungaro, su vecino en el lindero Fonavi del Parque del Mercado, conocido como barrio Grandoli. El oficio del dúo, según los investigadores, no era común. Tenían las mañas para entrar y salir de los lugares con cajas de seguridad, las cuales pesaban al menos 500 kilos, sin que sonaran tiros ni alarmas. En 2003, el Gordo fue condenado por integrar una banda que robaba camiones que transportaban combustibles en territorio provincial. Funes fue alojado en la cárcel de Riccheri y Zeballos. Al año siguiente, fue trasladado al centro de rehabilitación Volver a la Vida, de Juan Manuel de Rosas al 1600, por un supuesto problema con el consumo de estupefacientes.
Por ese tiempo, los pesquisas deslizaban que el Gordo había cambiado el pasamontañas y la nueve milímetros por el comercio de drogas. Pasaron dos años y el Gordo fue noticia otra vez cuando salió del centro de rehabilitación para meterle un tiro en la pierna a un vecino en Grandoli al 5000 porque le había maltratado a uno de sus hijos. Funes se volvió al centro y al muchacho de 28 años lo internaron en el Heca. Al día siguiente, la Policía lo detuvo y le formó una causa por lesiones. También fue acusado de abuso de armas por un episodio ocurrido en la zona sudoeste. Además, quedó en la mira por el robo a un camionero de 34 mil litros de combustible en Santo Tomé. La víctima describió a uno de los ladrones con los rasgos físicos de Funes luego de haber sido abandonado en la zona rural de Alvear. Pero no lo pudieron vincular.
Por 2007, se produjo un quiebre en la sociedad de los Funes, los Ungaro y los Caminos. Este clan era dueño del barrio Municipal a partir de la actividad de Roberto, alias Pimpi, como jefe de la barra de Newell’s. Pimpi –quien sería asesinado tres años más tarde– terminó baleado dentro de un boliche céntrico tras un incidente con el menor de los Ungaro, René, y la mirada quedó posada sobre Chapita.
El Gordo vivía en barrio Municipal y siguió sus relaciones con los Caminos. La cercanía quedó en evidencia en 2011 cuando en el barrio fue asesinado Maximiliano Nota. Por este crimen fue condenado un sobrino de Pimpi, mientras que como autor material fue apuntado Alexis, quien por entonces por su edad, 15 años, no era punible. De acuerdo con el expediente, todo se desencadenó cuando un pibe que estaba con Nota se tiroteó con los ocupantes de un auto donde iban Lautaro (alias Lamparita) y Jonatan (conocido como Bam Bam), hijos del Gordo Funes. También estaba su primo José María. Precisamente la bronca saltó cuando Nota le pegó a Lamparita y los Caminos se pusieron en campaña para vengar la afrenta.
En 2013, Funes rompió con los Caminos. Dueño de un lavadero, el hombre se presentó en la Justicia y denunció a Alexis, a su tía Rosa y a su tío Alberto (alias Tato) por amenazas e intento de usurpación, lo que derivó en allanamientos contra el clan Caminos. A Tato le encontraron un arma de fuego y a Rosa 300 gramos de cocaína. Y los Funes debieron mudarse a Tablada tras ser víctimas de varios tiroteos. En el último, le tiraron más de diez veces contra el frente de la casa en inmediaciones de Grandoli al 5000. A partir de esa fecha, Lamparita, hermanastro de Bam Bam y también de Ulises y Alan –éste está preso desde el año pasado en el Irar por una causa de cuando era menor–, tomó el control del clan, el cual según voceros policiales y judiciales está integrado también por su primo José María e Ismael S. Los vecinos lo sindicaron a Lamparita como quien va al frente y dirige los ataques, entre otras cosas.
En 2016, el foco de los investigadores estuvo puesto en los herederos de Pimpi, comandados por Alexis. A principios de marzo, un gran operativo de la Policía Federal destronó a parte de su familia, liderada por Rosa de la venta de estupefacientes. En ese momento, los federales contabilizaban seis bocas de expendio de drogas. Pasó poco más de una semana y como el liderazgo en el territorio quedó vacante, los herederos de Funes avanzaron, al parecer comandados desde la cárcel por René Ungaro, alias Rana y condenado por el crimen de Pimpi Caminos. En medio del fuego cruzado se produjo el crimen de Mariela Miranda, esposa de Jorge Funes, en la esquina de la verdulería de su cuñado José, lo que avivó el fuego cruzado entre las bandas. Los enfrentamientos se agravaron y dejaron al menos 26 víctimas fatales y más de treinta heridos de ambos lados en los últimos 15 meses, tanto en la lucha por territorio como por el liderazgo del paravalanchas leproso.
Operativo Los Miserables
Este año, el foco de los pesquisas se posó en el sector de los Funes y los Ungaro, conocido como la banda de Grandoli, con los 33 allanamientos que se hicieron la semana pasada en los barrios de Tablada y República de la Sexta.
En la audiencia imputativa, la fiscal Gisela Paolicelli acusó a ocho personas por asociación ilícita. La funcionaria explicó que, a raíz de un informe realizado por el organismo de investigación del Ministerio Público Fiscal (MPA), se relevaron las denuncias que involucraban a la familia Funes. Esos datos, sumado a entrecruzamientos telefónicos en otras causas, llevaron a la Fiscalía a concluir que los Funes, junto con otras personas de su entorno, eran protagonistas de enfrentamientos armados contra la familia Caminos en barrio Municipal y contra Ariel “Tuby” Segovia, detenido el 8 de octubre del año pasado tras ser baleado. Este muchacho es sindicado como socio de Alexis –también detenido desde octubre de 2016– y referente de la banda de los Monos tanto en barrio Tablada como en la barra de Newell’s.
Un informe de la Policía Federal de principios de mayo sostiene que Lamparita sería socio de la banda de Carlos Jesús Fernández, alias Pelo Duro –ambos se encuentran prófugos–, la cual estaría integrada por 6 u 8 personas que se dedicaban a hacer inteligencia y luego robar inmuebles y tendría base en la calle Berruti al 1800, en la villa La Siberia. Producidos los atracos, el botín era repartido en forma organizada y en partes iguales.
Otro informe policial sostiene que el Gordo Funes y José María Cisneros, alias Josema, tomarían decisiones respecto de la funcionalidad del grupo vinculados a los movimientos de la banda y los lugares de comercialización de drogas. También organizaban probables atracos y las posibles reacciones que tendría el grupo con la banda enemiga.
Según ese informe, la organización tendría dos fases: la comercialización de drogas por un lado y la comisión de delitos ordinarios por el otro. Están sospechados de robos agravados, tenencias de armas y municiones, usurpaciones, lesiones, amenazas calificadas, tentativa de homicidio y cuatro crímenes de la saga de 26: Leonel Sánchez, Cristian Ferreira, Walter Mena y Alberto Ruiz Díaz, refiere la investigación.
Para la pesquisa Pelo Duro tendría un “pacto implícito” con Lamparita, quien tendría un grupo para la comisión de entraderas. A su vez se sospecha de su participación en la usurpación de viviendas que luego utilizarían como quioscos de drogas. De las conversaciones se desprende que su jefe es René Ungaro, cuya celda en el penal de Piñero fue allanada.