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Reflexiones

PJ está en resistencia outlet y en asamblea permanente

En asamblea permanente, el peronismo vive un estado de rebeldía de cotillón, una resistencia outlet: discute los números, casi convencido de que no tiene demasiado margen para negarse, mientras junta furia sobre quiénes y cómo llevan la negociación.


Sólo la pseudo ubicuidad de Daniel Scioli, que consiste en “pasar” por todas las reuniones pero no quedarse en ninguna, permite al ex candidato picotear, en un rally agotador, en la mayoría de las múltiples juntadas que el peronismo organiza estos días con un objetivo excluyente: empezar a adquirir forma y hábitos de una especie que hace tiempo dejó de ser, opositores desde el llano.

El ex gobernador pasó por una tenida en la Fundación Dar, refugio de los peronistas sin despacho oficial, como Julián Domínguez, que se juntó con Fernando Espinoza y Alberto Pérez además de un puñado de legisladores, entre ellos Walter Abarca, el ex secretario privado de Néstor Kirchner que debe desempeñarse como “doble comando” de José Ottavis en el incendiario bloque de diputados del FpV/PJ. Y senadores como Patricio García, uno de los amotinados que desafió a La Cámpora y juntó un bloque más numeroso de delegados de Máximo Kirchner.

“A mí, Ottavis no me representa. ¿Lo tengo que decir otra vez?”, dijo por enésima vez Domínguez, que parece estar descargando, como en un diván permanente, las broncas que tuvo que guardarse en estos tiempos. Como la convocatoria tenía que ver con el Presupuesto bonaerense, esos 360 mil millones que pide Vidal con 109 mil millones de endeudamiento, estaban Silvina Batakis y Roberto Feletti, flamante secretario de Hacienda de Verónica Magario en La Matanza.

Familia

El PJ bonaerense se convirtió en una familia disfuncional que discute, sin abogados ni asesores, una herencia hipotética: el peronismo como entidad histórica, los legados de Néstor y de Cristina, la vocería de los acuerdos y hasta el reparto de las butacas que le corresponderán a la oposición en el macrismo-vidalismo que se viene. Los tíos no se hablan entre sí, los hermanos se sospechan y los sobrinos se patean abajo de la mesa.

María Eugenia Vidal, la gobernadora inesperada, consume las novedades de la interna peronista como una novela del atardecer, por boca de Federico Salvai, su ministro de Gobierno, la única ventanilla política que puso la funcionaria para escuchar a los peronistas ansiosos porque ella, en persona, salvo a Sergio Massa, no atiende el teléfono a los peronistas K, filo-K o ex K.

Es una pregunta interesante que el macrismo, todavía en proceso de mudanza y adaptación, se hace pero aún no se respondió. ¿Le conviene a Vidal un peronismo a la vieja usanza, la prekirchnerista, donde los intendentes manejaban a los legisladores y al cerrar con los caciques resolvía, también, la cuestión legislativa? ¿O, como ocurre ahora, una dualidad donde los intendentes (el territorio) no tienen legisladores y los legisladores (La Cámpora y satélites) no tienen intendentes?

Vidal no quiere la fractura del peronismo, no porque le guste la unidad partidaria, sino porque prefiere la foto de toda la Legislatura levantando la mano para autorizarle un nivel de endeudamiento inédito, quizá no los 109 mil millones que pidió, pero no menos de 75/80 mil millones. Con eso, nomás, cuatro veces más que lo que tuvo Scioli para 2015.

Tiene, Vidal, una carta en la mano: después de haber gobernado durante casi tres décadas, ¿el peronismo puede congelarle un Presupuesto al primer no peronista desde Alejandro Armendáriz?

En asamblea permanente, el peronismo vive un estado de rebeldía de cotillón, una resistencia outlet: discute los números, casi convencido de que no tiene demasiado margen para negarse, mientras junta furia sobre quiénes y cómo llevan la negociación. El domingo, en estado de asambleísmo full time, se armó un “paper” donde se pide que se baje la deuda a no más de 60 mil millones, se incluyan leyes como el “boleto gratuito” y se acuerde un listado de reparto de obras para la emergencia de infraestructura, que permita previsibilidad para lo que le tocará a cada municipio.

Hay un sistema, aceptado por el mundo político y administrativo (el CUD, coeficiente único de distribución) que permite el reparto equilibrado según ingresos y necesidades.

Es, en verdad, una discusión económica y legislativa cuyo subtitulado es más brutal: saber cuál o cuáles de todos los actores y tribus se queda con la interlocución con la gobernación. Es la butaca que pretende Ottavis para sí y sobre la que trabaja, en la variable de una Cristina jefa y conductora que en febrero se instalará en Capital Federal, y que con episodios como el stand up económico de Axel Kicillof en el Parque Centenario inyectan en el kirchnerismo la idea de que el futuro es inevitablemente K.

Enfrente, atrás y al lado, otras tribus dicen que piensan distinto y aparecen unidos por un concepto básico y primal: aun con el reconocimiento a Cristina, a la ex presidenta le atribuyen la táctica, con o sin emboscada, que terminó en la derrota de Scioli y del PJ, y a La Cámpora, sin reconocerle nada, le imputan querer imponerse sin aceptar acuerdos o convivencia. El neocamporismo dice que, esta vez sí, juega a la unidad de todos los pesados pero lo hace desde un predominio numérico: con 5 senadores y 14 diputados es, per se, el grupo más numeroso y sólido de todos los que habitan la atmósfera peronista.

Lo demás es dispersión. Sólo el anti camporismo los unifica. El lunes, Espinoza convocó a intendentes y ex (reapareció, por ejemplo, Raúl Othacehé, ex de Merlo y Gabriel Bruera, de La Plata) y a legisladores a un acto y asado en La Matanza. La foto buscada era, claro, anudar tres piezas de un rompecabezas poderoso: el PJ orgánico (el partido), los intendentes (los territorios) y los legisladores no camporistas, para expresar una unidad en la acción contra el predominio, hoy mayoritario, de La Cámpora.

En paralelo, se convocaron senadores y diputados en un restó porteño, habitantes del bloque de los doce rebeldes a Ottavis y de los 9 del Senado. Esa sentada fue a la misma hora que Scioli, multitasking, despedía el año con dirigentes y militantes en el PJ porteño junto a Víctor Santa María, que más temprano estrenó el observatorio del deporte, que dependerá de la Confederación Argentina del Deporte.

Scioli volvió, por un rato, a la ciudad donde empezó a militar en los 90 aunque Espinosa lo tienta con una presidencia honoraria del PJ bonaerense, una gambeta del matancero para frenar los pedidos de que convoque, el año próximo, a elecciones en el partido para elegir nuevas autoridades. Espinosa se abraza a la carta orgánica que estira el mandato hasta 2017 aunque ese legalismo lo refutan sus rivales con un concepto político: si el PJ perdió, los jefes perdedores deben dar un paso al costado.

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