Marilín Sacnun habla de las mujeres de Unidad Ciudadana como los tacos que llegaron para romper con la solemnidad del Senado. Es la primera vez que un bloque justicialista está formado por ocho mujeres y un varón y para la senadora santafesina están bendecidas por el momento histórico. Cuando habla de bendición no le regala el término a la Iglesia. Se refiere al movimiento de mujeres de Argentina, al que considera la fuerza política protagonista del siglo XXI. El bloque de las ocho encabeza junto a legisladoras y legisladores de otros partidos el debate en la Cámara Alta a favor del proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE). De los tres senadores santafesinos, Sacnun es la única que definió el voto a favor. En diálogo con El Ciudadano explicó que apoya por convicción jurídica –es abogada– pero, sobre todo, por convicción humanista: “Este debate tiene que ver con algo muy profundo del ser humano que es la libertad. Quienes estamos a favor de la legalización no le estamos imponiendo a nadie que se practique un aborto. Por el contrario, el proyecto condena a aquel que le practique un aborto a una mujer sin su consentimiento. Pero la libertad no es respetada por quienes plantean el ‘no’ y quieren imponer la clandestinidad a la mujer que piensa distinto”.
Sacnun tiene 47 años y llegó al Senado en las elecciones de 2015 como compañera de fórmula del rafaelino Omar Perotti, que aún está entre los dos últimos legisladores indefinidos y anunció que presentará un proyecto de despenalización sin legalización de aborto. Habla con El Ciudadano en un bar del centro de Rosario que conoce por la tranquilidad de la planta alta. Llega con los tacos que la noche anterior caminaron por el Congreso Nacional hasta casi la medianoche. Mientras duró el plenario de comisiones del Senado, Sacnun se sentó todos los martes y miércoles en la primera fila a escuchar a los expositores invitados a hablar a favor y en contra del aborto legal. Cada vez que uno terminaba con las compañeras de bloque se alternaban para preguntar. Después del paso de Abel Albino no se aguantó y pidió el micrófono para decir que era inadmisible escuchar a un médico decir que el virus del sida atravesaba la porcelana y que el preservativo no servía para nada.
“A las mujeres nos cuesta más llegar a los lugares de decisión política. Nos ponen en la segunda fila para llenar un cupo. Por eso armé mi propia agrupación en Firmat”. Habla de Compromiso en Movimiento, la organización con la que llegó a concejala como cabeza de lista después de ganar la interna al resto de las fórmulas de varones. Cuenta que en el Senado la participación también es difícil. “Las comisiones más importantes siempre fueron de los varones porque se acordaban entre los jefes”. Hoy preside la de Industria y Comercio y lo atribuye al bloque de mayoría mujeres, con un jefe varón pero con la conducción política de la ex presidenta Cristina Fernández.
Sacnun creció en una familia peronista y cristiana en la que siempre se habló de política. Hizo la primaria en la escuela pública y la secundaria en un colegio católico. En los últimos tres años de la adolescencia fue presidenta del centro de estudiantes. Cuando terminó la secundaria se mudó a Rosario para estudiar abogacía. En una clase una docente dijo uno los argumentos que más la ayudaron a definir la posición sobre el aborto. “Todavía no estaba la figura de femicidio y no se hablaba de violencia hacia las mujeres como ahora. La profesora dijo algo que me quedó: el único delito de género que había en el Código Penal era el que castigaba a las mujeres por abortar. Ahí me di cuenta de que la respuesta ante el embarazo no deseado no podía ser la penalización”.
—¿Por qué estás a favor del proyecto?
—Quienes legislamos pensamos que tenemos que hacerlo pensando en el conjunto de la sociedad y en la integralidad del Estado, no desde nuestra posición religiosa o nuestras creencias personales. Cada uno tiene derecho a elegir en su vida y no se puede imponer la clandestinidad a la mujer que tiene un sistema de valor o creencias distinto. El aborto se practica habitualmente y nadie puede decir que no lo sabe. Está en todas las clases sociales. El problema es que las que mueren sí son de un sector de la sociedad, son las mujeres pobres. Y ahí es donde tiene que estar el Estado, no respondiendo con el Código Penal en la mano, la cárcel, la estigmatización y la muerte, sino con salud pública y acompañamiento.
—¿Qué opinás de los argumentos en contra?
—En un debate parlamentario hay que tener que tener respeto por todas las opiniones, pero hay discusiones que atrasan más de un siglo. En 1921, con una cultura mucho más arraigada al patriarcado que ahora, los legisladores de un parlamento 100 por ciento de varones decidieron que había aborto legal en Argentina. Las causales que eximen de responsabilidad penal, que son el peligro de salud de la madre y en casos de violación, habilitan el aborto legal. Escuchar a Gabriela Michetti, que integra el poder ejecutivo y legislativo, decir que la mujer tiene seguir adelante con un embarazo fruto de una violación y después decir livianamente “que lo dé en adopción o no sé”, retrasa mucho más de un siglo y nos llevan a discutir cuestiones que han sido zanjadas. En primer lugar, porque con la ley de adopción instalamos un nuevo paradigma que no es el del patronato. En segundo lugar, es grave después de lo que pasó en Argentina con la apropiación de niños y con las presas políticas a las que les arrebataron sus hijos.
—En el debate fueron invitados abogados que dijeron que la ley no es constitucional y va en contra del Código Civil. ¿Qué opinás como abogada?
—El Código Civil de Argentina otorga derechos a la persona desde el momento de la concepción pero siempre y cuando nazca con vida. Hay gradualidad en la adquisición de derechos, por eso el Código Penal no condena el aborto como un homicidio. Si se considerara que la persona humana tiene todos sus atributos desde el momento de la concepción la pena debería ser la misma. No es así porque hay un concepto jurídico que dice que los derechos son progresivos. Desde lo constitucional, los tratados internacionales y la Organización Mundial de la Salud son muy claros. Argentina debe garantizar el acceso al derecho de la salud de las mujeres. En la clandestinidad, la ilegalidad y la penalidad el aborto existe igual y está demostrado que en la medida en que se ha avanzado en la legalización no sólo baja la mortalidad sino también los abortos. Cuando el Estado interviene la mujer tiene un acompañamiento integral y eso implica también educación sexual y anticonceptivos. A nadie se le puede ocurrir que haya quienes propicien, incentiven o promuevan el aborto como práctica anticonceptiva. Se trata de pensarlo desde la salud pública y como un derecho.
—En el Congreso también expusieron que no se trata sólo de un problema de salud.
—Claro, también estamos discutiendo la autonomía de las mujeres y el derecho al goce sexual. El cuerpo es el primer territorio soberano y las mujeres somos consideradas un territorio a conquistar. Es un cambio cultural en el que está en juego la maternidad como elección y no como imposición. Una de las expositoras hablaba de la construcción subjetiva de la maternidad y del derecho a elegir. Esto no significa que frente a un embarazo no deseado la mujer no decida ser madre pero también puede decidir no hacerlo. Y ahí hay que respetar la autonomía, la libertad de culto, el Estado laico y no imponer puntos de vista individuales.
—¿Te imaginabas cuando asumiste como senadora estar en este debate?
—Con el triunfo de Mauricio Macri y el modelo económico que puso en marcha sabíamos que íbamos a tener debates trascendentales que hacen a la soberanía del país. En un marco de absoluta regresión en la distribución del ingreso, de flexibilización laboral, de recorte de derechos, desfinanciamiento de políticas públicas como la educación sexual integral y de anticonceptivos era impensado que se abriera un debate de ampliación de derechos. Creo que es un resquicio por el cual pasa la esperanza de que los pueblos pueden generar cambios incluso en las peores de las condiciones.
—Durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández hubo muchos avances en los derechos de las mujeres pero también se considera que el aborto fue el gran ausente. Con este debate la ex presidenta cambió su posición y dijo que votará a favor. ¿Qué pensás que pasó en el medio?
—Los dirigentes que no expresen el sentir de su pueblo no pueden ser dirigentes ni representar. Es natural y lógico que se vayan dando posicionamientos diferentes y que se evolucione. La habilitación de este debate requería de políticas públicas que acompañaran, como la educación sexual y los anticonceptivos que se dieron durante 12 años. En 2001 estábamos frente a una crisis terminal en Argentina. Habilitar el debate hubiera sido irresponsable porque no daba la correlación de fuerzas. Hoy tenemos una media sanción y una correlación más par. Más allá de lo que pase el 8 de agosto, la ley llega con la legitimidad absoluta de la movilización popular. La discusión sobre la IVE está en todas las familias y se traduce en dirigentes políticos como Cristina que van a votar a favor porque las hijas interpelan. Cuando se habla de revolución de las hijas se habla de la sociedad en general, de un movimiento social. Las hijas y las nietas en este siglo XXI van a transitar por la vida peleando por otras reivindicaciones de las mujeres. Este debate histórico es un granito de arena en esta construcción.
—¿Cómo ves el 8 de agosto?
—Tenemos que estar preparados para respetar lo que se resuelva. La presencia de mujeres en las calles, el debate respetuoso y la instalación y discusión del tema en todos los sectores de la sociedad pueden ser cruciales en esta votación histórica. Desde lo institucional aportamos el acompañamiento, estar en los plenarios de comisiones, escuchar a todas las voces y construir legitimidad para el resultado. El movimiento de mujeres tiene que cumplir un rol. La actividad parlamentaria no puede ceñirse a las cuatro paredes del Congreso. La construcción de las leyes se da también con el afuera. Con la participación pública, política y la construcción de sentido común en los medios, en la calle y en las organizaciones.
—¿Qué pensás del movimiento de mujeres en Argentina?
—Está surgiendo un nuevo sujeto político que es producto de una lucha histórica, que no nace de un repollo. El debate de aborto es lo visible. Es el resultado de lo que las mujeres hemos sembrando a lo largo de décadas. El movimiento de mujeres de Argentina está siendo mirado no sólo por la región sino por el mundo desde las primeras movilizaciones del 8 de marzo y el Ni Una Menos. Creo que tiene que ver con la construcción transversal sin líderes visibles. Es novedoso desde el punto de vista sociológico. La mujer es más afín a la cuestión colectiva y a trabajar en equipo, pese a que muchas veces nos digan que somos competitivas e individualistas. Con el debate de aborto se armó un cabildeo de diputadas que atravesaba a todos los partidos políticos. Y también pasó en el Senado. Se está generando una hermandad que trasciende la política partidaria y tiene que ver con la solidaridad de género. La famosa sororidad. Creo que este vínculo entre las mujeres se va a consolidar y va a ser una esperanza muy importante para lo que se venga en Argentina. Hoy es necesaria una convocatoria de unidad nacional con una concepción de país soberano, donde el empleo tenga centralidad y sea garante del ascenso social. Las mujeres estamos en condiciones de generar esa unidad porque la agenda no se agota con el proyecto de IVE. Tenemos que posicionarnos en contra de este modelo económico. Cargamos con una desventaja histórica que se profundiza con un modelo neoliberal que necesita del patriarcado para arraigarse. El movimiento de mujeres tiene que ser protagonista en el debate sobre la distribución del ingreso.
—¿Sos feminista?
—Me considero parte del movimiento feminista. El feminismo no es una expresión similar al machismo sino la respuesta a una profunda demanda ante las injusticias sociales que sufrimos las mujeres. Estoy segura que esta reivindicación de justicia social del feminismo va a atravesar la historia del siglo XXI.